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A Neymar le va la jarana

El brasileño, envuelto en problemas con la justicia desde que fichó por el Barça, revoluciona con quiebros y asistencias el juego y al mismo tiempo crispa a los rivales

Neymar, ante Scott Brown, en Celtic Park.
Neymar, ante Scott Brown, en Celtic Park. Robert Perry (EFE)

Alba se hizo el despistado hasta que el colegiado, y también desde el banquillo del Barça, le avisaron del cambio. Piqué tiró también de pillería y antes de enfilar el túnel de vestuarios se acercó al árbitro para tenderle la mano y arañar unos segundos más al cronómetro. Neymar, en cambio, no disimuló lo más mínimo; se bajó las medias, se quitó las espinilleras, le dio tiempo a lanzar una última mirada retadora a Lustig —con quien las había tenido de todos los colores— y en ningún caso aceleró el paso hasta llegar a la banda y chocar las manos con Arda. Disfrutó con el cariñoso empujón que le dio Luis Suárez por la espalda, con la posibilidad de que el colegiado le expulsara —el trencilla se justificaba ante los jugadores del Celtic con la mano en el reloj para indicar que después ya añadiría lo que hiciese falta—, y sobre todo con los pertinaces gritos reprobatorios de la hinchada, que le cogió ojeriza. “Para mí es una afición ejemplar”, resolvió tras el partido Luis Enrique al tiempo que defendió a su jugador.

“Neymar es un poco vacilón… ¡Y que no cambie!”, argumentan en el vestuario azulgrana, despreocupados por el alboroto que le envuelve, acostumbrados ya a que cada mes se abra el sumario que enjuicia su fichaje por el Barça. Antes del duelo de Glasgow, por ejemplo, la fiscalía y DIS —empresa que tenía el 40% de sus derechos federativos en el Santos— solicitaron dos años de cárcel para el jugador, además de su inhabilitación por bloquear el mercado.

Pero el 11 convive perennemente con la polémica porque tan pronto el seleccionador critica su peinado como las hinchadas le vilipendian por norma e incluso un exjugador como Michael Laudrup le retrae que pise el esférico “porque provoca”. Algo que niega Luis Enrique pero que su antecesor, Tata Martino, aceptó: “Tiene un estilo de juego que invita a la violencia”. Aunque desde las oficinas del Barça se muestran contundentes: “No queremos que cambie porque él es así y así saca su mejor fútbol. No provoca a nadie, sino que quiere ganar”. Y Rakitic amplía: “Está muy relajado, muy tranquilo. Son cosas que se van repitiendo y parece hasta aburrido si la gente no le da un toque. El grupo está con Ney al ciento por ciento”. Entre otras cosas porque es el máximo asistente de la Champions (siete), por las cuatro de Dembélé (Dortmund), Salvio (Benfica) y Cristiano Ronaldo, mientras que en Liga se queda con cuatro pases de gol.

Neymar y Lustig, en el partido en Celtic Park.
Neymar y Lustig, en el partido en Celtic Park.Lee Smith (REUTERS)

Pero Neymar no solo pasa, sino que también se marca unos zigzagueos de aúpa, driblador por definición. “Hay muy pocos jugadores con esa capacidad de regate, con esa habilidad para marcharse. ¿Has visto su cambio de ritmo? No hay quien lo pille”, cuenta Piqué. “Pero si le miras las piernas, son un poema de los moratones que lleva”, añaden desde el vestuario. De ahí que sea el que más faltas recibe en la Liga (47), delante de Petros (42) y Vitolo (34). El entrenador Muricy Ramalho le aconsejó que se marchara de su país porque le iban a partir las piernas —“driblaba más y por eso le tiraban más patadas”—, y Neymar se enfrentó al reto de triunfar directamente en el Barça, algo que solo consiguió un brasileño: Evaristo, en los años 50.

Pero rebelde como es, le van los retos y la jarana. “Si le das una patada en el entrenamiento, te busca y te hace un caño. Es muy competitivo”, revela Sergi Roberto. Por eso no extrañó que tuviera varios encontronazos con Lustig, hasta conseguir que le amonestaran para perderse el último partido de la liguilla ante el Borussia Moenchengladbach —el Barça ya se clasificó como primero. Otro asunto será si es amonestado ante la Real el domingo, porque está a una cartulina para cumplir ciclo, por lo que se perdería la cita contra el Madrid. Por eso es posible que Luis Enrique le dé aire. Los rivales saben que cuando le buscan le encuentran. Y sus compañeros, aunque en forma de desequilibrio y asistencias, también.

Nadie regatea como el 11

Con Neymar en el campo, el Barça es más completo: obliga al lateral a estar más abierto, lo que permite tener más juego interior y que por ahí aparezca Messi. Pegado a la línea de cal es donde mejor se expresa el brasileño, que prueba y logra más regates que nadie. Bien en la Champions (22 de 47 intentos), líder en la estadística seguido por Lemar (Mónaco) y Messi (16); bien en la Liga (53 de 93), por encima del valencianista Cancelo (35 regates) y los atléticos Filipe Luis (32) y Carrasco (30).

Precisamente ayer, apareció Messi en un acto comercial para certificar que el orden, básico para ganar partidos y títulos, es más importante que cualquier personalismo. “No es así”, dijo para negar la ‘messidependencia’. “Me toca estar en el Barcelona, que es el mejor equipo del mundo y no depende de un jugador”, señaló.

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