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Sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El mejor gol de la historia

Corbatta se fue de tres defensas y del portero, se paró en la línea de gol y volvió atrás para seguir gambeteando

Juan Tallón

En otro tiempo el fútbol tenía fechas secretas en las que sucedían cosas bellísimas. Si había pocos testigos era fácil pensar que nunca habían ocurrido. Durante un tiempo eran rumores, y después leyendas. Hace algunos años oía hablar de un gol de Orestes Omar Corbatta en 1957 con la selección argentina, durante un partido de clasificación para el Mundial de Suecia ante Chile. Para algunos aficionados que lo vieron en directo en La Bombonera se trató del mejor gol de la historia hasta el de Maradona frente a Inglaterra en México 86. Corbatta era un habilidoso wing derecho, o extremo, bajito, que llevaba las medias caídas, y que entre los años 50 y 60 jugó en Racing, Boca e Independiente de Medellín.

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En su país lo sitúan a la altura de potreros como Caniggia o Houseman. Lamentablemente, no existen vídeos de aquel encuentro ante Chile. En su día, el diario El Gráfico publicó una secuencia de ocho fotografías, insuficientes para hacerse una idea de la jugada. Pero el periodista Alejandro Wall acaba de publicar Corbatta: El wing, una biografía en la que rescata la figura del mítico futbolista, que empezaba a caer en el olvido. En Página 12 recuperaban la semana pasada el relato de aquel célebre gol, que Wall escribió después de entrevistar a varios asistentes al partido. Uno es el del delantero José Sanfilippo, que estaba en la tribuna, y habla de una jugada en la que Corbatta se va de tres chilenos, burla al portero y se frena ante la línea de gol. ¿Qué ocurrió después? “La imagen que retenía Sanfilippo era la de Corbatta de espaldas a la tribuna, mirando al campo de juego y retrocediendo con la pelota hasta el punto del penal. Lo que siguió fueron nuevas gambetas y el gol”, expone Wall en su libro.

Apodado Loco por su forma de jugar, Orestes era un jugador de exquisitos modales. En un partido contra River, el wing de Racing se acercó al comienzo del encuentro a uno de los defensas rivales, Federico Vairo. Corbatta se quedó parado a su lado, en silencio, sin pestañear, lo que ya de por sí puso nervioso al central. Y entonces le dijo: “¿Cómo andá tu madre?, ¿y de la vida de tu hermana qué es?”. Vairo le clavó los ojos, ya que no tenía otra cosa, y le pidió que se callase y jugase al fútbol, si sabía. “Cuando acabe el partido nos vemos fuera si tienes algo que decirme...”, añadió.

Impresionado por la susceptibilidad de Federico, símbolo del defensa expeditivo, Omar Orestes cerró la boca y no volvió a dirigirle la palabra en todo el partido. Se quedó con mal cuerpo. Al acabar, mientras los jugadores de River se duchaban, alguien golpeó la puerta del vestuario. Era Corbatta, que preguntaba por Vairo. El defensa salió con precaución, agarrando un trofeo que habían ganado el año anterior, de hierro macizo. “Quería charlar conmigo en serio”, relató años después el futbolista de River, “venía a invitarme a su vestuario para tomar algo porque cuando intentó hacerlo en el campo yo me había puesto a la defensiva”.

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