James es un cobarde: ¿sí o no?
“Hay una marea en los asuntos de los hombres que, tomada en la subida, lleva a la fortuna”. Shakespeare
En cualquier ránking de los cien personajes vivos más conocidos del mundo la profesión más representada sería la del futbolista. De lejos.
Ofrecerían algo de competencia Obama, los Clinton, Putin, el Papa, la reina de Inglaterra y algunos actores de Hollywood (Brad y Angelina vienen a la mente). Pero nadie le disputaría los dos primeros puestos a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Y por lo menos la mitad de los otros cien los ocuparían jugadores o entrenadores, empezando por figuras que estarían en el Top Ten como Neymar, Mourinho y Guardiola. En la lista también entraría el centrocampista del Real Madrid James Rodríguez, a su vez el personaje más conocido y admirado de su país natal, Colombia.
Tras pasar horas y horas viéndolos en nuestras pantallas de televisión y leyendo sobre ellos en los medios sabemos mucho de los famosos del fútbol, de sus virtudes y deficiencias en el campo, de sus capacidades verbales, de su sentido del humor, de sus riñas en el vestuario y de sus vidas privadas. Lo curioso es que, casi sin excepción, no sabemos nada de sus opiniones políticas. ¿Messi y Cristiano son más de izquierdas o de derechas? Ni idea.
Tiene una semana para demostrar si le interesa más el dinero que el bien común colombiano
Los futbolistas se callarán en algunos casos por simple ignorancia, en otros por falta de convicción, en todos por dinero. Si ofenden a un sector de la población porque se declaran a favor de una posición política van a poner en riesgo la venta de camisetas de Nike o Adidas en algún sector de la población mundial, van a poner límites a su credibilidad a la hora de hacer un anuncio por un automóvil, un refresco, un perfume o Kentucky Fried Chicken.
Se puede entender.
Otra cosa es que se quede callado un futbolista cuando lo que está en juego no es el resultado de una elección general más, sino el destino del país en el que nació. Es el caso hoy de James Rodríguez. El 2 de octubre se celebrará aquí en Colombia un plebiscito para decidir si el acuerdo de paz que el gobierno ha negociado con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin a medio siglo de guerra se implementará o no. Los colombianos tendrán que votar “sí” o “no” al acuerdo. Si votan que no, cuatro años de negociaciones se irán a la basura y de vuelta a los asesinatos y los secuestros, al terror y a los enfrentamientos militares.
Increíblemente, el resultado esta en cuestión. Hay muchos, liderados por el populista ex presidente Álvaro Uribe, que prefieren estancarse y embarrarse en el lodo de los rencores del pasado, como en el conflicto eterno entre Israel y Palestina, a abrazar la oportunidad única de un futuro en paz. Uribe, una versión de Donald Trump más cerebral, pero igual de vanidosa y embustera, arrastra a las multitudes. James también.
Ha habido intentos de parte de las campañas por el “sí” de reclutar a James para la causa. Hasta ahora no ha respondido. En cambio, el ciclista Nairo Quintana, ganador de la última Vuelta de España, se la ha jugado. Nairo, que proviene de una familia rural y más humilde que la de James, es el otro gran héroe deportivo nacional de Colombia. Dudó durante un tiempo, pero por fin este mes se declaró a favor de los acuerdos.
No cabe ninguna duda de que si la estrella del Real Madrid sigue el ejemplo de Nairo el resultado del plebiscito dejará de estar en cuestión. El “sí” arrasa. James tiene todavía una semana para hacer un gesto de más valor para su país que cualquier trofeo que gane, la Copa del Mundo incluida; tiene una semana para demostrar si le interesa más el dinero que el bien común colombiano, si es un cobarde o un valiente.
El escenario ideal sería el siguiente: James marca un gol para el Real Madrid entre hoy y la noche del domingo 2 de octubre, se quita la camiseta y revela ante el mundo otra debajo que pone: “Sí a la Paz”. Sería, con muchísima diferencia, el gol más importante de su vida. Sería su oportunidad de pasar a la historia no solo como un gran futbolista, también como un gran hombre.
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