El Barcelona: un club inestable, un equipo ganador
Bartomeu afronta un mandato delicado con el apoyo mayoritario de los socios
Los socios del Barça han elegido por mayoría absoluta a Josep Maria Bartomeu, un presidente que está imputado por delito fiscal en el fichaje de Neymar, el mismo caso que atormenta a su amigo y antecesor Sandro Rosell, dimitido en 2014 después de ser el más votado de la historia del Barcelona. Ambos han tenido el apoyo del presidente más longevo de la entidad (1978-2000), Josep Lluís Núñez, condenado a dos años y medio de cárcel por sobornar a inspectores de la Agencia Tributaria y al que se concedió el tercer grado penitenciario después de ingresar en Quatre Camins.
A Joan Laporta de nada le ha servido denunciar las causas abiertas a Bartomeu, Rosell y Núñez, en su intento de regresar a la presidencia del Camp Nou que abandonó en 2010, una vez agotado su mandato iniciado en 2003, después de superar en 2008 una moción de censura, la misma medida a la que había recurrido en 1998 contra Núñez. Aunque no se sabe cuál será su futuro después de su derrota en las elecciones del sábado, Laporta todavía tiene un frente abierto en la institución por la acción de responsabilidad emprendida contra su directiva por la junta de Rosell y Bartomeu.
A Laporta de nada le ha servido denunciar las causas abiertas a Bartomeu, Rosell y Núñez, en su intento de regresar a la presidencia
Hay unos cuantos pleitos más que martillean la vida del Barça. Algunos son especialmente graves, como la sanción de la FIFA por el fichaje de menores; los hay sorprendentes, sobre todo los vinculados al espionaje; y se cuentan los muy particulares, el más comentado sin duda es el expediente abierto por UEFA por la exhibición de banderas independentistas en la final de la Champions de Berlín. El inventario sería difícilmente soportable para cualquier club que no fuera el Barça. El periodo más convulso ha sido también el más victorioso en la vida del Camp Nou.
La unidad barcelonista
El Barça ha ganado siete Ligas, tres Copas, los dos mundiales de club y cuatro de sus cinco Champions desde 2003 a 2015, el período que va de Laporta a Bartomeu. Las inestabilidades institucionales parecen consustanciales al barcelonismo, se entienden como parte de su idiosincrasia y le dan sentido al més que un club, la divisa del Barça. La costumbre no impide, de todas maneras, que cada mandato se inicie con una solemne declaración de intenciones en busca de la unidad. “Si hacemos lugar común, seremos más fuertes”, proclamó el sábado Bartomeu. “Vamos a sudar la camiseta como Puyol, Xavi, Iniesta y Messi”.
A Bartomeu se le pide que administre con generosidad su rotunda victoria —cuenta más votos que la suma de las otras tres candidaturas y le sacó 21 puntos a Laporta—, incluso después que el propio Laporta advirtiera que no se rendía e incidiera en una bipolarización que dejó con prácticamente más firmas que votos a Agustí Benedito y Toni Freixa. Los cuatro aspirantes, curiosamente, compartieron candidatura en 2003, cuando el triunfo de Laporta fue considerado “un error del sistema en un club como el Barça y un país como Cataluña”, en palabras del exvicepresidente Albert Vicens. “Siempre fuimos considerados una junta okupa”.
Las inestabilidades institucionales parecen consustanciales al barcelonismo, se entienden como parte de su idiosincrasia y le dan sentido al més que un club, la divisa del Barça
Bartomeu representaría al sitema, cuyo mandato tiene como prioridades poner en marcha el Espai Barça (600 millones), constatar si la firma japonesa Rakuten es una alternativa al patrocinio de Qatar y revisar una economía amenazada por la subida de la masa salarial (representa el 73% de los ingresos) y de la deuda neta (de 287 a 328 millones). A la nueva junta la votaron precisamente porque se le supone experta en la gestión.
El pragmatismo empresarial se impone hoy al liderazgo y a un ideario futbolístico personificado sobre todo en la figura de Messi, quien el viernes pasado viajó a Gabón en compañía de Deco y Alejandro Echevarría, el cuñado de Laporta. En Gabón trabaja Jaume Ferrer, el candidato que defendía la herencia de Laporta en las elecciones de 2010 que ganó de forma abrumadora Rosell.
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