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La redención de Julio César

El portero, de 34 años y que juega en el Toronto FC, canadiense, se convierte en el salvador de Brasil ante Chile tras acaparar las críticas por la eliminación de La Canarinha en 2010

Julio César detiene el lanzamiento de penalti de Alexis
Julio César detiene el lanzamiento de penalti de Alexis PETER POWELL (EFE)

“No me siento titular”, repetía Julio César Soares (Río de Janeiro, 1979) dos semanas antes del Mundial. Su cesión del Queens Park Rangers inglés, donde era suplente, al Toronto F.C. de la MLS estadounidense a comienzos de este año, ni siquiera le había garantizado la titularidad requerida para llegar en buena forma al Mundial. El pueblo le había culpado de la eliminación contra Holanda en 2010, y tras ese partido salió de la seleçao. En 2013 recuperó su puesto de titular y ganó la Confederaciones como local, recibiendo incluso el premio al mejor portero. Pero su temporada no invitaba al optimismo. Algo pasado de peso y menos intocable que nunca, el campeón de la Champions con el Inter de Milán en 2010 parecía no ofrecer ya la seguridad de otros tiempos. Jefferson, su teórico suplente (guardameta del Botafogo), aterrizó en la concentración brasileña en Teresópolis dando titulares acerca de que se creía capaz de jugar en la Copa y trabajaba duramente para ello.

Cuatro años atrás di una entrevista muy triste y muy emocionado; ahora la repito, pero con felicidad”

Para colmo, Julio César no convenció en ningunos de los dos amistosos que jugó la selección de Scolari a comienzos de junio. Se le notaba lento, poco ágil. En un país que condenó al portero Barbossa a cuarenta años de ostracismo y miseria por el gol de Ghiggia en el Maracanazo, ocupar la portería nacional en la Copa das Copas era una responsabilidad casi angustiosa en semejantes condiciones. Conocedor de la falta de piedad del fútbol, salió en defensa de Íker Casillas tras el 5-1 de Holanda a España: “Le han pasado accidentes, como también a mí y a otros, pero él nunca dejará de ser un portero victorioso, y es así como deben pensar los hinchas españoles”.

Los jugadores de Brasil abrazan a Julio César
Los jugadores de Brasil abrazan a Julio CésarIan Walton (Getty Images)

Ayer, Jefferson abrazó efusivamente a Julio César sobre el césped de Belo Horizonte. Sus compañeros casi no le dejaban andar. En las calles de Copacabana, media hora después del penalti definitivo fallado por Jara, su nombre era coreado por la multitud en el primer momento de auténtica euforia callejera que se ha visto en Río desde hace meses. En las inmediaciones del Maracaná los voluntarios de la FIFA amenizaban el trasiego de la muchedumbre con cánticos de triunfo e invocaciones al nombre imperial de su guardameta. A priori, la competencia de Claudio Bravo para la tanda de penaltis (un especialista en penas máximas, recién fichado por el Barcelona) daba cierta ventaja a los andinos. Bravo cumplió: paró el de Hulk y casi detiene el de Marcelo. Pero el destino le tenía guardado a Julio César el papel de héroe después de ostentar durante años un perfil bajo.

La eterna fortuna de Scolari en las series de penaltis (como seleccionador de Portugal eliminó a Inglaterra en la Eurocopa de 2004 y el Mundial de 2006) tiene un episodio más para la leyenda. Brasil aleja el fantasma de Zico en México ’86 y prolonga la racha exitosa a los nueve metros: un penalti fallado de Roberto Baggio les dio en bandeja el Mundial de 1994 y cuatro años después eliminaron a Holanda en semifinales. Julio César lloró antes y después de la tanda. Una vez clasificado a cuartos, explotó en la hierba del Mineirao: “Sé que mi historia en la selección no acabó. Cuatro años atrás di una entrevista muy triste y muy emocionado; ahora la repito, pero con felicidad”. El pueblo, por lo que se puede ver en las calles, le ha perdonado.

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