Los mil y un enigmas de un cascarrabias
Soy un cascarrabias del baloncesto. Sé que a los jugadores no les importan los aficionados. Sé que los aficionados no entienden a menudo cómo funciona el juego. Sé que los jugadores tampoco entienden a menudo cómo funciona el juego. Y sé que la NBA es, por su naturaleza, un entretenimiento deportivo pasajero diseñado para conseguir el máximo dinero posible de sus clientes a través de las ventas de entradas, la compra de palomitas y los anuncios de la forma más novedosa de afeitarse la cara (o las piernas).
Y, sin embargo, gracias a la infinidad de historias que generará la temporada 2013-2014 de la NBA, hasta tengo ganas de que empiece (lo hace en la madrugada del martes al miércoles con los partidos Indiana-Orlando, Miami-Chicago y Clippers-Lakers).
Las preguntas abundan. ¿Es Tim Duncan inmortal? ¿Solucionarán Doc Rivers y J.J. Redick el problema de los Clippers de Los Ángeles? ¿Puede Dirk Nowitzki funcionar eternamente, como los coches que hacen sus compatriotas? ¿Existe realmente un equipo llamado los Pelicans? ¿Volverá a recuperar la forma Kobe Bryant, o su talón de Aquiles será, bueno, su talón de Aquiles? ¿Será traspasado (otra vez) Pau Gasol, o alguien le explicará a Mike D’Antoni que entrena a uno de los 10 mejores jugadores de la liga, por lo que tiene que sonreírle muchas veces y hacer que alguien le dé el balón?
La NBA es un entretenimiento deportivo pasajero diseñado para ganar el máximo dinero posible
¿Están malditos los Timberwolves de Minnesota? ¿Se pueden creer que Ricky Rubio solo tenga 23 años? ¿Funcionará el sistema de los Rockets? ¿Funcionará el sistema de los Thunder? ¿Alguno de los que juega en los Grizzlies de Memphis hará un tiro en suspensión este año? ¿Existe una manera de que los Grizzlies vuelvan a traspasar a Marc a cambio de Pau? ¿Por qué esos mismos Grizzlies dejaron que se fuese Lionel Hollins? ¿Por qué los Nuggets de Denver hicieron lo mismo con un entrenador mejor?
Y eso es solo la Conferencia Oeste.
En el Este, las preguntas se convierten en afirmaciones, como es propio de la parte más seria del país en el que vivo (a menudo por desgracia). Los Nets de Brooklyn son un conjunto de un millón de años. A uno o dos ríos de distancia, los Knicks siguen pagando a Amare Stoudemire más de 20 millones de dólares —14,5 millones de euros— por renquear por la zona como un estibador jubilado. Carmelo Anthony no se ha dado cuenta: solo tiene ojos para el aro.
Esta temporada sería buena aunque los equipos nunca llegasen a jugar partidos y se limitasen a intercambiar citas en los periódicos todo el año
Los Bulls de Chicago recuperan a Derrick Rose, pero Tom Thibodeau, su entrenador jefe, nunca lo admitirá. Los Pacers de Indiana serán buenos, supongo, pero nadie cree en los Pacers. Charlotte, Filadelfia y Orlando siguen teniendo equipos, lo cual es una sorpresa para ustedes y para mí. Ah, y luego está ese equipo llamado los Heat de Miami, que ha ganado los dos últimos campeonatos de la NBA y que, según dicen, jugará la temporada llevando máscaras de gas para que cuando la gente les pregunte si piensan que LeBron James volverá a Cleveland el próximo verano, puedan señalarse la boca y encogerse de hombros.
Y esto, amigos míos, es más o menos la mitad de lo que estaremos hablando este año. Ni siquiera he mencionado a J.R. Smith.
La temporada 2013-2014 de la NBA sería buena aunque los equipos nunca llegasen a jugar partidos y se limitasen a intercambiar citas en los periódicos todo el año. Y este cascarrabias, un jugador reconvertido en escritor, está contentísimo porque la compartirá con ustedes.
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