¿Ahora o nunca?
Si gana Madrid, tras dos derrotas consecutivas, será una alegría con dudas. Si pierde, por el lastre de la crisis, parecerá una despedida
Una peligrosa maldición olímpica planea sobre Madrid. La candidatura para los Juegos de 2020 fue la más valorada por la Comisión de Evaluación del COI. Pero las casas de apuestas, un termómetro que en su volatilidad podría parecerse más a la inescrutable decisión final de los inefables miembros del máximo organismo del deporte, han estado colocándola como última favorita para la elección, tras Tokio y Estambul. Un síntoma extraño, raro, pero nunca discordante en el singular partido que se disputa cada cuatro años en estos sufragios. Porque lo curioso es que hasta eso podría ser positivo. Chicago, según los apostadores, llegó como favorita para 2016, pero con Barack Obama incluido cayó a la primera.
Madrid está ante un gran dilema. Dicen que a la tercera va la vencida y en su caso sería la cuarta, aunque mejor sería borrar de la historia el chapucero intento franquista para 1972. Pero si gana ahora, tras dos derrotas consecutivas, será una alegría con dudas. Siempre económicas. Si pierde, por el lastre de la crisis, parecerá una despedida, probablemente por largo tiempo.
La pregunta, entonces, es obligada: ¿Ahora, o nunca? Si es por número de presentaciones, el consuelo habitual de tantos perdedores, a la capital española aún le quedaría margen futuro de esperanza y paciencia. Pero ya presenta síntomas de estar fuera de tiempo y, además, no todas las oportunidades son iguales. Los rivales, aparte de los momentos, son muy importantes y Madrid difícilmente volverá a tenerlos tan fáciles.
Madrid ya no da más para enfrentarse con las siempre temibles deudas pendientes del olimpismo. Primero, con continentes enteros. Después, con las otras grandes ciudades
Estambul lo intenta por quinta vez desde 2000, pero una victoria en un polvorín sería una decisión del COI aún más controvertida que la de Río hace cuatro años. Tokio es la gran rival por la crisis que no tiene, pero Fukushima le está haciendo un daño enorme. Y también puede esperar como otras grandes ciudades y países que han albergado más Juegos. Madrid, no. Madrid ya no da más para enfrentarse con las siempre temibles deudas pendientes del olimpismo. Primero, con continentes o semicontinentes enteros, como pasó con Río y ocurrirá con África. Después, con las otras grandes ciudades del primer mundo, de garantías siempre para ganar en la feria más atractiva. Al estilo de Londres en Singapur, por ejemplo, aun sin merecerlo.
Cualquier análisis objetivo sobre una elección olímpica puede quedar en nada porque los votantes demasiadas veces pasan de valoraciones y hasta de proyectos, que en el caso actual de Madrid ya parece inmejorable. Resulta incluso hasta absurdo no aprovechar lo adelantado. Pero todo lo importante en teoría acaba siendo muy relativo. O hay deudas interesadas o crisis. Por eso sigue siendo sonrojante que una ciudad como Río, con deficiencias evidentes como se está comprobando, ganara para 2016. Pero el presidente del COI, Jacques Rogge, se lo tomó entonces como una cuestión de legado. Discutible aportación como todo su gris mandato, pero cumplida. Ahora, en delicado estado de salud, no juega. Además, también está ya fuera de tiempo. Dejará el cargo tres días después en una elección presidencial más abierta, con el alemán Thomas Bach como favorito, aun marcado por el último escándalo del dopaje en la RFA. Nadie se libra ya.
Madrid, en la votación de Copenhague en 2009 antes de perder con Río (Samaranch moriría apenas seis meses después), superó en las dos primeras rondas a Tokio por 28-22 y 29-20. No había tanta crisis, pero si es por optimismo, tres detalles más ahora. Un miembro que jamás votó por Madrid se ha rendido ante “el mejor proyecto presentado nunca para unos Juegos”. Otro le ha quitado hierro económico con ironía: “¿Qué crisis? ¿El Real Madrid que ficha a Gareth Bale de dónde es?” Y un tercero lo ha resumido: “Las tres candidatas son muy buenas y en todos los sitios hay problemas, y los habrá. Pero unos Juegos en Madrid, con la gente tan cercana, serían incomparables, una fiesta, frente al hermetismo japonés o la dureza turca”.
El problema es que la crisis también está cercana, Bale muy aparte. Si el partido se juega en ese campo, derrota. Si es en el del proyecto y la calidez, victoria. Pero ya no quedan más cartas en el juego. El futuro no puede esperar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.