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FÚTBOL | ATLÉTICO DE MADRID 0 - REAL MADRID 2

El Atlético no le dura un minuto al Madrid

El equipo de Schuster impone su ley y despacha a un rival tan errático como desafortunado

Los partidos no se tramitan, se deciden en las dos porterías. Esa es la ley de este meteórico Madrid, al que algunos contrarios, como el Atlético, no le resisten ni un minuto. En su área cuenta con Casillas y, en días como ayer, con los maderos a favor. En la adversaria le basta medio gancho para noquear a cualquiera y, en días como ayer, hasta la defensa ajena contribuye a su causa. Suficiente para ventilar al Atlético, una calamidad delante de Abbiati y desafortunado ante la otra portería. En un encuentro febril, sin aristas, disputado con botas de lija, del juego no se encargó nadie. Para este Madrid tan fértil parece que fuera una cuestión menor. Por supuesto, en el Atlético tampoco es un objetivo mayor.

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En la actual ecología rojiblanca abundan los defensas pedregosos y no hay afiliados al centro del campo. Todo se supedita al instinto de su estupenda nómina de delanteros; pero, en estas fechas, no hay quien tenga la musculatura ofensiva del Madrid. Y, a orillas del Manzanares, no hay dinamitero como Raúl, al que no hay cancillería que le guste más que la del Calderón.

La maldición colchonera con Raúl se remonta a la adolescencia del capitán madridista, que en 14 temporadas en la élite le ha marcado ya 11 tantos. Lo de este chico con el Atlético es pura fijación. Frente al club del Calderón tiene un variado repertorio de goles, algunos magníficos y otros con auxilio enemigo, caso de Pablo, ese defensa de mármol que metió a su equipo en el barro cuando el partido no había alcanzado el primer minuto de juego. El zaguero rojiblanco quiso clonar a Luiz Pereira y, lejos de cumplir con la primera obligación de un defensa ?defender, obviamente? concedió un ataque a Robinho, al que regaló la pelota como un rey mago. Robinho le dejó a rueda y a su asistencia al área llegó el desgalichado capitán blanco. Raúl, siempre devastador ante el Atlético. La pifia de Pablo resultó deprimente para el equipo de Aguirre, que tardó media hora en sacudirse los espasmos.

El Atlético es un conjunto tan periférico que le cuesta un mundo tejer el juego. Sólo alista a dos centrocampistas, Motta y Raúl García, con lo que pierde el sentido de la gravedad y sólo rema por las orillas. El vértigo le resta precisión, máxime cuando está obligado a gobernar la partida. Enfrente, Schuster, menos refractario al manejo del balón que en otras citas, le quitó al Madrid el fórceps de Baptista en beneficio de Guti, una idea más aromática. Con ventaja en el marcador y Guti al servicio de sus delanteros, al cuadro visitante le faltó un punto de paciencia para despachar el encuentro en un suspiro. No lo hizo, pese a las sucesivas invitaciones de la zaga atlética, y el accidente de Pepe le alteró más de la cuenta.

La lesión del central brasileño fue remediada con Michel Salgado, que desplazó a la posición de central a Sergio Ramos, anclado junto al imponente Cannavaro. El lateral gallego es un espectro de lo que fue y pasó un calvario toda la tarde, sin que importara quién fuera el retador. Destemplado el Madrid, en el tramo final del primer tiempo el Atlético fue un chaparrón ante Casillas. Al meta madridista primero le exigió Forlán, después su escuadra izquierda escupió un cabezazo de Motta. En pleno asalto rojiblanco, el portero desvió con extraordinaria agilidad un remate de Pablo. No había tregua para el Madrid, que había perdido el hilo, y al instante apareció el Kun, también frustrado por el larguero de Casillas. Mal asunto si la estrella también es víctima de algún extraño embrujo. Con el Atlético a un paso del empate, de nuevo Pablo cobró protagonismo. Para desgracia local, otra vez en su área, incapaz de aplicarse en la defensa de un córner ante Van Nistelrooy, que no es precisamente alguien ante el que convenga despistarse. Sneijder, que con la pelota detenida sí se asoma a los partidos, lanzó desde la esquina y el puntual ariete holandés, sin nadie que le escoltara, con Pablo de espaldas a la jugada, llegó a su habitual cita con el gol y enterró al Atlético.

El grupo de Aguirre enmudeció, ya no tuvo respuesta, por más que el mexicano partiera al equipo en dos líneas, una para defender, intentarlo al menos, y otra ?con Reyes y Luis García ya en el campo? para multiplicar el pelotón cercano a Casillas, que ya poco tuvo que hacer para sumar su sexto partido consecutivo sin agacharse en la red. Del resto se encargó Raúl, que con su voracidad por todas las zonas se encargó de contagiar optimismo a toda su tropa. Sólo Abbiati tuvo algún susto durante el segundo acto. El partido ya había bajado la persiana en el primero, cuando el Madrid había impuesto su ley y al Atlético ni siquiera le había caído la pedrea. Así es este Madrid, un látigo en las dos áreas, por eficacia o desatino rival, lo mismo da. El caso es que la fórmula le permite deslizarse con patines por la Liga. No tiene freno y, por segunda vez en su heráldica historia, ha logrado ganar en los cuatro santuarios del fútbol español: el Camp Nou, San Mamés, Mestalla y el Calderón.

Vídeo: ELPAIS.com

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