‘Comandante’ inaugura el festival de Venecia con un decepcionante alegato humanitario
Varios miembros del jurado, entre ellos su presidente, Damien Chazelle, posan con camisetas de apoyo a la huelga en Hollywood. Liliana Cavani recoge, a sus 90 años, el León de Oro de Honor
Desde el Palazzo del Cinema se ve el mar. Varios barcos se deslizan pacientes por la costa frente al Lido de Venecia. El horizonte nublado y el cielo gris completan una postal tan crepuscular como plácida. Nada que ver, pues, con las aguas convulsas que el festival de cine ha sorteado para su inauguración. Porque Comandante, de Edoardo de Angelis, narra la historia real de un submarino y su líder, Salvatore Todaro, entre cañones, ayuda humanitaria y heroísmo en plena Segunda Guerra Mundial. Porque el filme envía un recado al Gobierno italiano, presidido por la extrema derecha de Giorgia Meloni: quien no salva a los náufragos “será maldito”. Y porque el propio largometraje ha acudido para rescatar al certamen: la película anunciada para la apertura, Challengers, de Luca Guadagnino, renunció a zarpar hacia la Mostra debido a la huelga de actores y guionistas en Hollywood. Entre tan inquietantes oleajes, Comandante emergió como una certeza. Aunque, tras la proyección de este miércoles, quedaron a flote sobre todo dudas.
Imposible, eso sí, discutir la gesta de Todaro que relata la película. Tanto que, durante décadas, los hombres que le debieron la vida visitaban cada año su ciudad, Livorno, para homenajearle. En realidad, primero, el capitán los hundió: lo normal, por otro lado, en aquel contexto. Octubre de 1940. El submarino Cappellini navega de noche cerca de Gibraltar, hasta que el mercantil Kabalo empieza a dispararle. ¿Por qué un navío belga les ataca? ¿No se supone que abrazaron la neutralidad? Poco espacio para los dilemas, el comandante actúa. Responde al fuego. Y vence. La ordinaria administración. Si no fuera porque añade una decisión inaudita: sube a bordo a los 26 supervivientes y navega durante tres días, arriesgando su propia seguridad y la de su tripulación, para llevarles a un puerto seguro. “El marinero que gana nunca es tan grande como el que se inclina ante el marinero vencido”, dice él mismo en el filme.
“En el mar todos están a un solo brazo de distancia de Dios. El que te salva”, afirma otra frase que abre el metraje. Después, durante dos horas, Comandante despliega sus virtudes y sus defectos. El relato de los hechos se antoja correcto, incluso con alguna gota de emoción y espectáculo. Y su protagonista, Pierfrancesco Favino, vuelve a mostrar por qué se ha vuelto el Antonio de la Torre de Italia, el actor que todos quieren en sus filmes —hace doblete en el concurso con Adagio, de Stefano Sollima—. “Intento hacer películas mucho más que series, y creo que el cine italiano puede ser internacional. Es el país al que pertenezco y en el que quiero trabajar. Si puedo ayudar a nuestra industria, estoy feliz de hacerlo”, afirmó este miércoles el intérprete ante la prensa y la hija y la nieta de Todaro, presentes en la sala.
Es muy posible que la película se amarre a un muelle destacado en la taquilla. Resulta incluso loable, frente a un Ejecutivo que aboga por ignorar o devolver a los migrantes en alta mar, contagiar al mayor público posible un mensaje tan humanitario. Y hasta patriótico, en un sentido muy distinto al que entiende el ministro de las Infraestructuras y los Transportes, Matteo Salvini, invitado esta noche a la proyección de gala. “Porque somos italianos”, contesta Todaro al oficial belga que le pregunta por qué le rescató. “Me conmueve la fuerza entendida como capacidad de socorrer a los demás”, agregó De Angelis. Y pidió que nadie infrinja la eterna ley de la ayuda entre olas. Éticamente, nada que decir. Pero al Lido se viene por el cine.
Al festival, de hecho, lo llamaron Muestra Internacional de Arte Cinematográfico. Y lleva 90 años y 80 ediciones en ello. Así que no puede bastar, en el certamen más antiguo del sector, la narración lineal de un suceso. Y menos para inaugurarlo. La ambición que llenó el presupuesto de Comandante —15 millones de euros, con reconstrucción del submarino incluida— faltó a la hora de filmarla. Quizás el torpedo más dañino para el filme proceda del listón anterior. En la última década, el festival arrancó con películas como Gravity, de Alfonso Cuarón; Birdman, de Alejandro González Iñárritu, o La La Land, de Damien Chazelle. Obras inolvidables, distintas, que marcaron la temporada y, por supuesto, los Oscar. Tal vez ese papel estuviera reservado para Challengers.
Precisamente Chazelle preside este año el jurado del concurso. Y, en una rueda de prensa, prometió “mente abierta” y “dejar a un lado todo lo que no esté en la pantalla”. La camiseta que llevaba, de apoyo a la huelga de guionistas y actores en Hollywood, recordó que las estrellas de filmes de grandes estudios y plataformas no vendrán este año al Lido: la promoción también es trabajo y, por tanto, está prohibida. Así que la alfombra roja perderá seguidores y glamur. Tal vez, a cambio, ganen protagonismo cineastas como David Fincher, Sofia Coppola, Michael Mann, Pablo Larraín o Ava DuVernay, entre otros del concurso. “Cada pieza de arte tiene valor y no supone un trozo de contenido, la palabra favorita de Hollywood en este momento. Y debe ser sostenible para la gente que lo hace”, agregó Chazelle.
Sus 38 años resultan poco habituales para el cargo que le han fiado. Y, a la vez, simboliza cierto recambio generacional en el festival: el director artístico, Alberto Barbera, subrayó que los jóvenes ya componen “la mayoría del público”, igual que ha bajado la edad media de los cineastas en concurso y de los jurados. Lo cual no impide que la veteranísima Liliana Cavani recoja hoy el León de Oro de Honor, justo antes de estrenar su última fatiga, El orden del tiempo. A la creadora le preguntaron por lo mejor y peor de sus 90 años. “Ver la apertura de algunos campos de concentración. Cuando alguien habla de negacionismo, le ataría a un sillón y le obligaría a mirar”, contestó. ¿Y el lado positivo? “Hoy aquí es muy bonito”. Ahí sigue Cavani, provocando risas y aplausos. No siempre hace falta la épica de un rescate en alta mar: esta también es una hazaña.
Babelia
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