Emocionantísima Puerta Grande de Emilio de Justo
El diestro extremeño salió a lidiar el sexto tras una dramática cogida en su primero y le cortó las dos orejas entre el paroxismo general


La corrida ha sido un caudaloso torrente de situaciones diversas, distintas y distantes, desde la conmoción por la inesperada voltereta de Emilio de Justo al compromiso de Borja Jiménez, sin olvidar la ausencia de un ambiente propicio para un Tomás Rufo perdido entre protestas, y la emocionantísima salida a hombros del torero extremeño entre los gritos de “torero, torero” de gran parte de la plaza y la disconformidad de unos pocos.
La tarde quedó torcida cuando el primer toro se le venció a De Justo por el pitón derecho en el primer cite tras unos muletazos por bajo, y el torero voló por los aires y quedó a merced de su oponente en el suelo, donde lo buscó y volvió a voltearlo entre la conmoción general. El torero quedó inerme en la arena, conmocionado, y la impresión es que llevaba una cornada en el muslo derecho.
Se había roto la magia; salió Jiménez a matar el toro entre evidentes muestras de desconfianza, y, a pesar de su posterior compromiso, no consiguió levantar el ánimo de los tendidos. Además, no tuvo su tarde Tomás Rufo, perdido entre la crítica exagerada de un sector que no le permitió concentración alguna y sus propias carencias.
Así, sin rumbo fijo, andaba el festejo, cuando sonaron los clarines que anunciaban la salida del sexto de la tarde, se abrieron las puertas de acceso a la enfermería y salió Emilio de Justo dispuesto a lidiar su segundo toro. La plaza quedó sobrecogida y entusiasmada ante el gesto, y la gesta, de un extraterrestre desbordante de honestidad que hacía de tripas corazón (el parte médico habla de una contusión costal izquierda pendiente de estudio radiológico y pronóstico reservado) para afrontar su serio compromiso ante un toro astifino, como toda la corrida, que esperaba en los corrales.
Fue recibido, como no podía ser de otra manera, con una cerrada y emotiva ovación. No era para menos. Si se queda en la enfermería nadie se lo hubiera recriminado. Esperó al toro de rodillas pegado a tablas con una larga cambiada, a la que siguió un manojo de verónicas dibujadas con pasión; un galleo por chicuelinas antes de que actuara el picador; y un quite por delantales, después, tras una discreta pelea en varas del toro.

Brindó Emilio de Justo a los tendidos y la plaza, puesta en pie, le agradeció el ofrecimiento. Lo que sucedió a continuación debiera ser analizado con los ojos de la emoción sentimental que lleva implícita la tauromaquia.
El torero se deshizo del estoque simulado y se dispuso a torear desnudo de ayuda. Citó de largo a su oponente que le respondió con presteza, y entre ambos trazaron una primera tanda con la mano derecha henchida de largura y conmoción; otra más, con los muletazos desmayados, y el toro toreado, fiel y codicioso colaborador. Una tercera, corta como las demás, pero excelsa por hondura, colocación y empaque. Humilló aún más el animal por el pitón izquierdo, y los naturales brotaron hondos, emotivos, hermosos… Y para terminar, otra tanda más con la zurda, esta vez de frente, antes de cobrar una estocada y pasear las dos merecidas orejas en medio de una locura colectiva que pareció apoderarse de la mayoría de los espectadores.
Merecidas, sin duda, por su actuación desde que se rompió el paseíllo. Recibió a su primero con nueve chicuelinas y una preciosa media desde las tablas hasta el centro del anillo; y un galleo por el mismo palo y una larga para llevar al toro al caballo. Muleta en mano, se dobló con torería, el toro lo avisó en esos primeros compases y lo levantó del suelo en cuanto tuvo ocasión.
Emilio de Justo se ganó la Puerta Grande, la quinta de su carrera, por méritos propios. Sin duda.
Destacó a gran altura Borja Jiménez ante el segundo que lidió ―primero de su lote― con un artístico capoteo a la verónica en los compases de recibo y en un quite posterior. Se fue hacia los terrenos de la enfermería para dejar allí la montera en señal de respeto. Inició la faena de muleta con muletazos cambiados por la espalda, y todo su quehacer fue una lección de firmeza, empaque y ligazón, con un dominio exacto del escenario y de su oponente, aplomado al final de la faena, lo que le restó vistosidad, que el torero acabó de emborronar con un pinchazo antes de cobrar una estocada. Entregado y pundonoroso se mostró en el otro, al que le costaba un mundo seguir el ritmo de su lidiador.
Y Tomás Rufo no tuvo su tarde. No cuenta con el favor de un sector de la plaza, que no cesó de criticarlo durante toda su actuación. No debe ser fácil la concentración ante un toro en Madrid al tiempo que escuchas voces y pitos de reprobación. No estuvo fino, mezcló el buen trazo de naturales en su primero con derechazos claramente ventajistas. Brindó el segundo al mayoral Florito, naturales los dos de Talavera de la Reina, pero tampoco pudo levantar el vuelo de su actuación.
La corrida acabó como un gran espectáculo gracias al gesto y la gesta de un torerazo, Emilio de Justo.
Del Río/De Justo, Jiménez, Rufo
Toros de Victoriano del Río, bien presentados y astifinos, mansurrones, deslucido el primero, noble y aplomado el segundo, con un buen pitón izquierdo el tercero, noble el cuarto, noblón el quinto y mansurrón y codicioso el lidiado el sexto lugar, ovacionado en el arrastre.
Emilio de Justo: cogido por el primer toro de la tarde; estocada (dos orejas y salida por la Puerta Grande).
Borja Jiménez: casi entera (silencio); _aviso_ pinchazo y estocada (ovación); estocada _aviso_ (ovación).
Tomás Rufo: estocada (silencio mezclado con algunos pitos); pinchazo y casi entera (algunos pitos).
Plaza de toros de Las Ventas. Segunda corrida de la Feria de Otoño. Viernes, 3 de octubre. Lleno (22.723 espectadores, según la empresa).
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