‘Tribute’, el documental de Nacho Vigalondo que celebra cuatro décadas del videojuego en España
De la edad de oro del ‘software’ patrio a los ‘streamers’ más actuales, el filme de Prime Video radiografía la importancia histórica de España en el sector del ocio audiovisual


“Cuando pienso en los streamers y los eSports, cuando pienso en todo en lo que se ha convertido el mundo del videojuego, pienso que todo esto me queda… un poco grande”, dice la voz del cineasta Nacho Vigalondo. “He jugado a videojuegos toda mi vida. A veces, con sentimiento de culpa”, confiesa un Vigalondo que, en un ejercicio proustiano, vuela hasta 1982, hasta su primer recuerdo relacionado con el ocio digital, cuando se ponía detrás de los jugadores en las salas recreativas a ver cómo Pindorro (el chico grande de su barrio) jugaba a Destroyer, el pionero juego español desarrollado por la empresa catalana Efosa. Se trata de Tribute, un documental dirigido por Vigalondo en clave autobiográfica que celebra cuarenta años de videojuegos en España y que hoy jueves se estrena en Prime Video.
El documental rompe con los moldes tradicionales para ofrecer una narración coral, íntima y emocional sobre el fenómeno gamer en nuestro país. Un viaje que va del propio Vigalondo recibiendo su primera consola (un spectrum 128 K) hasta IlloJuan o BaityBait (dos de los mayores creadores de contenido sobre videojuegos de la actualidad) pasando por las empresas pioneras de los juegos en España, los periodistas especializados de ahora y de hace décadas y los creadores locales de videojuegos.
La estructura del documental es deliberadamente fragmentaria. Vigalondo lo define como una pieza “autobiográfica, subjetiva, desordenada y emocional”. “Una desordenada reunión de amigos soñada por el gamer cuarentón más afortunado del mundo”, contaba el lunes a EL PAÍS en el museo del videojuego OXO, donde se presentó el documental. Allí también estuvo el coguionista del filme, Rubén Ajaú, con quien Vigalondo comparte una dinámica que describían entre risas como “un videojuego cooperativo”. Ajaú lo planteaba con claridad: “Hoy hay un discurso en torno a los videojuegos eminentemente estadounidense. En el momento en que quitas la vista de EE UU ves que hay cosas floreciendo en todo el mundo desde que se inventó el videojuego. Y España fue uno de los polos más creativos: tiraron las limitaciones que tenían y se convirtieron en un sitio especial para la historia del videojuego”.
Uno de los motores del mediometraje documental, de unos 40 minutos de duración y producido por Domino’s Pizza, es precisamente esa reivindicación de un patrimonio poco conocido. “Como usuario veo que los videojuegos son la forma cultural que más expectación causa entre el público hoy”, explica Vigalondo. “Este sentimiento entra en paradoja con la sensación de que el público común no sabe que en España se vivió una Edad de oro del videojuego”. De esa edad de oro comparecen algunos de sus protagonistas (Pablo Ruiz, fundador de Dinamic; Paco Pastor, cofundador de la distribuidora Erbe Software), que narran cómo arrancó el videojuego en España.
La narrativa de Tribute se mueve entre el vértigo del cambio y la memoria afectiva. “En los últimos cuarenta años, el videojuego español ha vivido más transformaciones que el cine en casi un siglo y medio”, reflexionaba Vigalondo el lunes. “Una de las grandes motivaciones del documental es que lo vea gente que no sabe nada de lo que hablamos. Y lo que buscábamos era hacer un discurso no sometido a las reglas del documental y que aportara un montón de información”.

Los primeros informadores
Sonia Herranz, histórica periodista de videojuegos, recuerda en el filme cómo la prensa nacional de juegos “iba evolucionando a la vez que los propios juegos y los jugadores”, y cómo su manera de informarse “era comprar revistas extranjeras”. Una prensa hoy impensable, de quiosco, que publicaba enormes mapas de juegos y constituía la única ventana informativa de los gamers españoles. Herranz apuesta por la Realidad Virtual como la próxima gran revolución en el ocio digital, “aunque tiene una implantación muy complicada entre los usuarios”.
De esos primeros compases Tribute salta al Laser Disc de mediados de los ochenta, que propició juegos con actuaciones de actores reales, como Los justicieros, un juego de vaqueros dirigido por el mismísimo Enrique Urbizu. “Cuando me dijeron de hacer esto no sabía ni de qué hablaban”, bromea el cineasta, que rememora las actuaciones de los cowboys a los que daba órdenes de fingir su muerte tras recibir un disparo. En los noventa llegaron los cibercafés, las LAN Partys y las Campus partys… y así el videojuego español (y la memoria de Vigalondo) va viajando hasta los grandes éxitos españoles de los últimos años, como Blasphemous o Gris (cuyo autor, Conrad Roset, también interviene en el documental) hasta desembocar en el fenómeno streamer de la actualidad, con dos de sus principales representantes, BaityBait e IlloJuan. “Hoy en día todavía no está del todo bien visto jugar a videojuegos” reflexiona este último, retrotrayéndose a ese sentimiento de culpa del que hablaba Vigalondo. “Y, sin embargo, hoy es lo que más popularidad tiene y lo que más impacto genera”.
Ejercicio de nostalgia y experimento fílmico que combina memoria personal, diálogo generacional y reivindicación cultural, Tribute es una carta de amor al videojuego español que, desde los primeros píxeles hasta las retransmisiones en directo de hoy, dibuja una cartografía emocional de un fenómeno que ha marcado a varias generaciones. Como resume Vigalondo: “Soy un jugador más, y mi biografía en ese aspecto es similar a la de todos mis compañeros de generación”. En la intersección de esas memorias individuales surge el verdadero valor de Tribute: el retrato colectivo de una pasión que ha moldeado la forma en que vemos —y jugamos— el mundo.
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