Chillida y los premios Ortega y Gasset, una maratón de casi 42 años
El genial escultor vasco creó en 1984 el emblema de los premios Ortega y Gasset y las obras que se entregan anualmente han llevado su firma. El grabado ‘Zubia’ pone fin a esta etapa y hace de puente hacia la nueva imagen estética de los premios


“A mí me va a costar ver los premios Ortega y Gasset con una imagen artística que no sea la de Eduardo Chillida. Creo que a mucha gente le pasará lo mismo”, afirma su nieto Mikel Chillida, director de Desarrollo del museo Chillida Leku. La figura del genial escultor vasco (San Sebastián, 1924-2002) ha acompañado sin interrupción a los galardones de periodismo desde su creación en 1984. En la pasada edición, en plena celebración del año Chillida con motivo del centenario de su nacimiento, los ganadores recibieron Zubia (1989), un grabado cargado de simbolismo por su significado (zubia es puente en euskera). Con esta obra se pone fin a una larga etapa de vinculación entre el artista y el certamen que organiza EL PAÍS. Al mismo tiempo, hace de puente y representa una invitación amable a la apertura de un nuevo ciclo artístico de los Ortega y Gasset.
Chillida cuenta con 84 condecoraciones y galardones internacionales, aunque en realidad él se sentía alejado de los premios. Nunca se presentó a un concurso y vivió de espaldas a la competitividad artística, aunque recibió “encantado” los laureles como “un reconocimiento a toda la obra”. Sin embargo, aceptó participar en el nacimiento de los premios Ortega y Gasset: “El aitona [abuelo en euskera] compartía plenamente en su trabajo”, dice Mikel Chillida, “valores como la libertad de expresión, la independencia, la honestidad o el rigor”, precisamente los que se resaltan anualmente en las galas del certamen periodístico.
“La relación de Eduardo Chillida con EL PAÍS se remonta al origen del periódico. Fue uno de sus socios fundadores en 1976. Durante aquellos años de la transición democrática, y más tarde también, estuvo en la primera línea, comprometido con los nuevos códigos de la democracia, la libertad y la pluralidad que se estaban creando en el país”, señala el nieto del escultor. Fue en ese ambiente de complicidad cuando el diario pidió a Chillida su colaboración con los premios Ortega y Gasset. Diseñó el logotipo original y seleccionó de entre su ingente colección el aguafuerte titulado Begirari (1989), cuya traducción al castellano es guardián, vigía o centinela, para premiar a los autores de los mejores trabajos periodísticos de cada año. Cuando se agotó esta serie, se entregó Begirari II (1999) y a continuación Hatz (2000), el aguafuerte “más conocido y representativo de los Ortega y Gasset”, indica Mikel Chillida.
Después de Hatz (dedo) llegó Zubia, con el que se va a cerrar este viaje porque el legado de Chillida es eterno, pero sus creaciones son finitas. “A estas alturas, como el artista no está, no se puede crear obra nueva. Estamos limitados por la disponibilidad de obra”, explica el nieto del artista. Opina que Zubia supone “la manera más bonita de celebrar y acabar esta etapa y también de hacer de puente para dar paso a artistas de nuevas generaciones”. En la edición de 2024, celebrada en el Ayuntamiento de Barcelona, Mikel Chillida tomó la palabra para destacar la importancia de premiar “valores como el compromiso, el diálogo y la tolerancia”, que fueron precisamente “los motores en la vida de Chillida” e hicieron de él quien es hoy. “Es importante que se siga haciendo ese trabajo [periodístico] tan importante, tan arriesgado, para que llegue a la gente y sigamos teniendo las herramientas para poder juzgar lo que está pasando en la sociedad y para que el mundo sea un lugar mejor, para que seamos más tolerantes”, dijo ante aquel auditorio.
De la sintonía que había entre Chillida y EL PAÍS da cuenta el encargo que recibió el escultor para celebrar en 1996 el 20 aniversario del diario. Creó para la ocasión una gravitación cuya composición simboliza una mano y la replicó en una escultura con tierra chamota, un óxido que se conserva en el periódico y lleva en la parte trasera la felicitación del artista con su caligrafía: “1996 Veinte aniversario EL PAÍS”. En aquella conmemoración, Chillida dijo: “Que vuele y que pese. Que vuele como un periódico, y que pese, que pese como un periódico”. Años después, EL PAÍS quiso homenajear al escultor cuando este ya había fallecido y ofreció en 2007 a sus lectores la oportunidad de hacerse con una vajilla de diseño exclusivo con el sello de autenticidad de Chillida-Leku.

Chillida concebía el artista como “un corredor de fondo”. Ha cubierto casi una maratón de 41 años ligado a los Ortega y Gasset, y cede ahora el testigo a Miquel Barceló (Felanitx, 68 años) para que este pase a ser el representante estético de los premios periodísticos. Mikel Chillida sostiene que el relevo “está muy bien pensado”. Ambos compartieron en 1986 (décimo aniversario del periódico) una tertulia moderada por el entonces crítico de arte Francisco Calvo Serraller en un programa de Radio EL PAÍS. Antes ya habían tenido algunos encuentros y la relación fue a más con los años.

En 2024, el pintor mallorquín visitó Chillida Leku, donde “pasó muchas horas” contemplando las obras y en compañía de familiares del escultor vasco. “Tenían una buena relación. Compartían la esencia del arte, plenamente vinculada con el periodismo, de buscar lo que no se ve a simple vista. Miquel y mi aitona tienen en común esa curiosidad por conocer lo que está más allá de la primera mirada”. Mikel Chillida cree que su abuelo estaría encantado de que Barceló sea el encargado poner su sello artístico a los premios de periodismo más prestigiosos del país: “El traspaso [a Barceló] está muy bien simbolizado por ese puente-zubia”, sentencia.
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