El surrealismo se pone al día en Madrid y reconoce el peso que tuvieron las mujeres
La obra de Gala Dalí conduce una exposición en Madrid dedicada al movimiento artístico más revolucionario de la historia del arte
El 15 de octubre de 1924, André Breton publicó una colección de 30 poemas en prosa, Poisson soluble, con un prólogo titulado Manifiesto del surrealismo. Ese texto fue el arranque de un movimiento artístico y literario que nació en Francia y acabó extendiéndose por todo un imperio creativo (Bélgica, Estados Unidos, México, España…) en el que el arte se entendió como una fascinante forma de vida marcada por lo extraño, lo irracional y lo incongruente. Los creadores más jóvenes se apuntaron a una corriente cuyas imágenes eran pura poesía y ni siquiera el artista entiende ni puede explicar de dónde vienen. René Magritte, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Giorgio de Chirico, Joan Miró o Remedios Varo son algunos de los nombres más conocidos del movimiento, pero hay mucho más por abordar.
Las grandes celebraciones por el centenario del manifiesto comenzaron el pasado año en los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica, siguieron en el Centro Pompidou de París y, tras su paso por Madrid, viajarán a la Kunsthalle de Hamburgo y al Museo de Arte de Filadelfia. Cada una de estas sedes ofrece una perspectiva diferente de lo que fue el movimiento. La exposición que el jueves se abre al público en la sede madrileña de Mapfre (hasta el 11 de mayo) lleva por título 1924. Otros surrealismos. Su comisaria, la historiadora y colaboradora de EL PAÍS Estrella de Diego, ha querido trazar un mapa con los lugares por los que se movieron Breton y quienes siguieron sus postulados; un “mapamundi” que arrancaba en París y que se extendió por Europa, algo de África y gran parte de América. Y la gran novedad: el nuevo mapa está más poblado por mujeres que nunca. Gala Dalí, Leonora Carrington, Maruja Mallo, Remedios Varo, Ithell Colquhoun, Dora Maar, Ángeles Santos o Dorothea Tanning son algunas de las 35 artistas representadas, que alcanzan el 50% de la autoría de las obras expuestas. En el Pompidou, el monumental despliegue de 500 obras tenía un 40% de creadoras. Es un gran avance si tenemos en cuenta que en la exposición de 2002 en el mismo museo y sobre el mismo tema solo había tres mujeres.
La obra elegida para iniciar el recorrido por las dos plantas del palacete de Mapfre es Armario surrealista (1941), del artista y poeta francés Marcel Jean, próximo a los españoles Esteban Francés, Remedios Varo y Óscar Domínguez. Esas puertas entreabiertas conducirán al visitante hacia la sección en la que se describe lo que fueron los surrealismos con Breton cerca y con Breton lejos. Y será la obra de Gala Dalí la que dé paso al recorrido. Aquí, señala la comisaria, se apunta que la presencia de Breton no fue igual en todos los lugares en los que, de un modo u otro, se desarrollaría el surrealismo. Añade De Diego que hubo sitios donde su presencia —y, por tanto, su influencia— sería mayor y más directa, y otros en los que se diluyó o se reinterpretó obligada por las circunstancias.
Locas y bichos raros
Ante el precioso juego de cartas de tarot (sin fechar) de Gala Dalí, Estrella de Diego recuerda que el misógino Breton, en su manifiesto de 1924, describe a las mujeres como “bellas y sin nombre”, y se limitó a otorgarles el papel de médiums —de lo inconsciente en estado puro, de guías—, un rol en apariencia de privilegio, que ha terminado siendo un mero vehículo de exclusiones. La cineasta Isabel Coixet, en un contundente texto del catálogo, cuenta muy bien la consideración que sufrían las mujeres surrealistas: las llamaron locas. Invariablemente. Algunas estuvieron en instituciones psiquiátricas, una se suicidó, otras fueron diagnosticadas como esquizofrénicas y las que no tuvieron ese dictamen clínico siempre fueron miradas como bichos raros por su entorno. Fueron amantes de artistas que se esforzaron sin éxito en reducirlas al papel de compañeras con un cierto talento; talento que ellos se empeñaron en minimizar siempre que pudieron. Raramente tuvieron hijos; abortos, más de los que pudieron contar. Las artistas surrealistas fueron un colectivo solitario, rebelde, soberbio, desafiante, único; aunque ni siquiera se vieron a sí mismas como colectivo, muchas de ellas fueron amigas y se apoyaron. Su obra literaria se nutre, como su obra plástica, de una imaginación riquísima y de la idea de que no había fronteras ni límites entre las disciplinas artísticas.
Las decalcomanías de Óscar Domínguez dan pie a la comisaria para contar que el surrealismo parecía ir allá donde viajara Breton. Y uno de sus viajes más famosos fue a Tenerife. En 1935, voló junto a su esposa, Jaqueline Lamba, y Benjamin Péret para asistir a la inauguración de la Exposición surrealista, de carácter internacional, que se presentó en el Ateneo de Santa Cruz.
México, el país más surrealista
Tres años más tarde de la excursión canaria, Breton viajó a México, país que consideró como el único “surrealista nato” por su folclorismo, moda entonces cultivada por la élite social con la que se codeaban sus anfitriones, Diego Rivera y Frida Kahlo. Escribió también un texto para el fotógrafo documentalista Manuel Álvarez Bravo, quien está considerado, junto con Kahlo, creador adscrito al grupo surrealista, fruto del dictamen directo de Breton. La pasión de este por lo “exótico” reapareció en Martinica —donde recaló en su huida hacia Estados Unidos desde la Francia ocupada— a través de su interés por Hector Hyppolite, pintor haitiano autodidacta relacionado con el vudú.
Entre cuadros, dibujos o fotografías, hay películas surrealistas mundialmente conocidas, como Un perro andaluz (1929), de Luis Buñuel y Salvador Dalí, una pieza maestra que asombró al mundo y surgió del intercambio de los sueños entre ambos artistas: Dalí había soñado con hormigas que se movían por sus manos y Buñuel con una hoja de navaja que cortaba la luna en dos. Otro corto documental de tres minutos muestra al padre de Dalí comiendo erizos sobre las rocas, un espectáculo que impactó a Buñuel.
Maruja Mallo es la guía del último tramo de la exposición. De ella cuelga media docena de obras, entre ellas El Mago / Pim Pam Pum (1926). El tramo está dedicado al castillo de los surrealistas como recuerdo del paraíso perdido.
¿Qué queda del surrealismo en 2025? Estrella de Diego opina que su vigencia es total. El marco temporal inicial fue la década de 1920/30, pero se extendió hasta los setenta e incluso más allá en algunos casos. El movimiento surgió en tiempos de turbulencias políticas y auge de los nacionalismos. No hay grandes diferencias con los tiempos actuales.
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