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Los 12 rostros fundamentales de Eduard Fernández en el cine español

El candidato más firme al Goya por ‘Marco’, en su año triunfal por ese papel y el de Manolo Vital en ‘El 47′, repasa para EL PAÍS su extraordinaria carrera

Jesús Ruiz Mantilla

Eduard Fernández (Barcelona, 60 años) podría levantar el sábado próximo su cuarto Goya como intérprete por su papel en Marco, la verdad inventada. La película de Aitor Arregi y Jon Garaño es su decimocuarta candidatura en una carrera ejemplar, la de un auténtico camaleón superdotado que ha trabajado sin tregua con los grandes del cine español en las últimas tres décadas.

Los lobos de Washington (1999). Hay que conceder a Mariano Barroso el mérito de haber descubierto a Eduard Fernández para el cine con esta película. Su camino se unió al del director y también a un actor junto a quien trabajaría en varias ocasiones: Javier Bardem. Ambos forman quizás una de las parejas interpretativas más sólidas del cine español desde entonces. “Fue mi primera gran oportunidad”, dice Fernández. “Yo iba muy acojonado, creía cada día que me iban a echar”. Y, sin embargo, le cayó la primera candidatura al Goya de las 14 que tiene con este Miguel timador y zarandeado a golpes por la vida hasta convertirse en una fiera, dentro de un reparto encabezado por ambos donde también destacaban José Sancho, Alberto San Juan o Ernesto Alterio. Buena hornada.

Fausto 5.0 (2001). Eduard Fernández quiso apostar por esta nada convencional incursión en el cine de La Fura dels Baus, firmada por Àlex Ollé y Carlus Padrissa. Para Ollé, el mito de Fausto es una obsesión vital, algo que le ha guiado en su carrera creativa permanentemente como búsqueda. Los fureros eligieron a Fernández y al argentino Miguel Ángel Solá para su pacto con el diablo con un guion que firmaba Fernando León de Aranoa. El actor catalán consiguió así su primer Goya como mejor actor. “Fue un gran papel, muy sabroso”, dice Fernández. “Era un diablo de calle, muy divertido, que miraba alrededor sin piedad y ninguna vergüenza cuando se enfrentaba a la gente”.

Smoking Room (2002). Fernández se siente especialmente orgulloso de esta película dirigida por Roger Gual y Julio D. Wallovits. La sacaron adelante por principio y sin expectativas de ganar un duro con ella. “Nos metimos en el proyecto en plan corporativo, sin un sueldo, por el mero gusto de hacerlo, aunque luego fue bien y cobramos”. Le acompañaban en el reparto Chete Lera, Antonio Dechent y Juan Diego. Fue una paliza para Eduard Fernández: “Creo que no lo he vuelto a hacer nunca. Entre el final del rodaje de Fausto 5.0 y Smoking Room pasaron cinco días y tenía que hablar por los codos. Pero también recuerdo que ha sido una de las pocas veces en que cuando cayó el guion en mis manos me lo leí del tirón”.

En la ciudad (2003). Tras una ristra de papeles de tipos complejos, le llega este regalo de Cesc Gay en que debe encarnar a un ser humano de lo más transparente: “Noble, sensible, buena persona, con los sentimientos muy hacia adentro. Nada más. Me salía del foco visceral y me apetecía mucho. Era algo limpio, bonito, sin más pretensiones, aparte de que supuso la primera oportunidad de colaborar con Cesc Gay”. Y su segundo Goya, esta vez como actor de reparto, dos años después de haberlo ganado por Fausto 5.0. La versatilidad estaba fuera de dudas: Fernández era capaz de encarnar a un santo y al demonio y triunfar en ambas pieles.

Biutiful (2010). El genio del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu aterrizó en Barcelona en 2010. Las autoridades querían que quien se había consolidado con tres grandes películas a nivel mundial, como fueron Amores perros, 21 gramos y Babel, retratara una ciudad bonita y atractiva para el turismo. Pero Iñárritu quiso encarar su obsesión entre los mundos paralelos de la vida y la muerte conviviendo en una gran metrópoli, plagada de belleza pero también de miseria, que trataba de integrar —como había hecho con los desplazados nacionales en los años cincuenta y sesenta— a su primera gran ola de inmigrantes llegados desde fuera de España. Para eso escogió a Javier Bardem y a Fernández, que interpretaba, de nuevo, a su hermano menor. “Me llevé muy bien con Iñárritu, fue un lujo trabajar con él”, asegura.

Todas las mujeres (2013). De nuevo, Mariano Barroso recluta al actor para interpretar a un canalla llamado Nacho. “Un charlatán muy latino, ese personaje que todos conocemos, un gran embaucador que engaña a mujeres y se autoconvence a sí mismo de que lo hace muy bien. Un tipo al que ves venir pese a que se empeñe sistemáticamente en manipularlo todo”.

El hombre de las mil caras (2016). Existen pocos personajes en el reparto del teatrillo nacional contemporáneo tan escurridizos y misteriosos como Francisco Paesa. Un tipo que muere y resucita, aflora y se sumerge en los asuntos más turbios de las cloacas estatales. Eso le tocó encarnar a Eduard Fernández bajo las órdenes de Alberto Rodríguez. Junto al director andaluz repite actualmente en el rodaje de Anatomía de un instante, la serie de Movistar Plus+ basada en la obra de Javier Cercas, donde el actor encarna a Santiago Carrillo. Su composición le valió de nuevo otro premio Goya. “Alberto toca todos los palos. Es exigente y concreto. Los dos trabajamos siempre muy a gusto pese a que era difícil meterse en la piel de alguien de quien se desconoce todo, que no sabes qué siente ni qué piensa, como Paesa”.

Perfectos desconocidos (2017). No había rodado aún Fernández con Álex de la Iglesia y tenía ganas. Luego repitió con él en la serie 30 monedas, pero recuerda su primera experiencia junto al cineasta en pantalla como uno de sus trabajos más difíciles. “Fue durísimo el rodaje a pesar de que estábamos sentados alrededor de una mesa, porque hubo días que tuvimos que hacer más de 40 tomas desde distintos ángulos”. Pero le dio igual, el ambiente creado por De la Iglesia fue mágico: “Es un niño grande y a la vez un gigante de nuestra industria”.

Mientras dure la guerra (2019). En su primera colaboración con Alejandro Amenábar, a Fernández le tocó un diamante para el que lo dio todo y engrandeció la película. Su interpretación del general José Millán-Astray, el turbio y carismático creador de la Legión, inventor del paradójico lema “¡Viva la muerte!” y uno de los principales valedores de Francisco Franco, fue un personaje que le costó conseguir. “Pasé por dos o tres pruebas de casting hasta que me presenté ahí peinado hacia atrás y con el parche en el ojo”, asegura. “Me resultó divertido hacer ver como actor que puedes ser también un fascista. Pero, ya sabes, nunca juzgo a mis personajes, sino que trato de entender sus razones y, para ello, nada mejor que adentrarse en su infancia. Me enteré de que su padre trabajaba en prisiones y dejaba salir reclusos a cambio de dinero. Quizás ahí aprendió el niño cómo reclutar después a auténticos bandidos y delincuentes para la Legión. Estos dieron su vida por él y lo consideraban un Dios”.

Mediterráneo (2021). Esta película es la primera colaboración entre Fernández y Marcel Barrena. Tras ella, el director catalán supo que tenía que escribir su siguiente papel para él y le regaló ni más ni menos que al Manolo Vital de El 47. En Mediterráneo ambos se adentran en el drama de los naufragios de inmigrantes. “Una película que debíamos hacer, yo me mimeticé en el asunto y también lo disfruté, porque no hay nada que me guste más que rodar en el mar en verano”.

El 47 (2024). “Me preparé a fondo a este charnego”, dice Fernández, completamente identificado con Manolo Vital, este extremeño que se presentó en Barcelona con apenas una maleta y el reloj que heredó de su padre, a quien dejó enterrado en una fosa tras ser asesinado por una escuadra de falangistas. Una peripecia que resonaba potentemente en el alma de alguien que desciende de una madre burgalesa. “Si vas a escribir un charnego quiero hacerlo yo’, le dije a Marcel. Deseaba defender en pantalla a ese catalán mal hablado en boca de un hombre que no tiene nada, pero mantiene siempre su dignidad. Es una película que ha conectado con algo profundo, para nuestra sorpresa, y ha removido muchas cosas dentro y fuera de Cataluña. En algunos sitios, ciertas autoridades tienen reparos para proyectarla y que ciertas películas todavía den miedo habla muy bien del cine”.

Marco, la verdad inventada (2024). “Es de los mayores personajes que me han ofrecido nunca”, asegura Eduard Fernández. Y es decir mucho en favor de Aitor Arregi y Jon Garaño, los directores. Meterse en el laberinto interior de Enric Marco, uno de los grandes farsantes de la historia contemporánea, alguien que se hizo pasar por superviviente del Holocausto, ha supuesto un reto en la cumbre madura de su carrera. “Me tiré de cabeza y aún lo estoy pagando, con esos 16 kilos que engordé para el trabajo. Me zambullí en la piscina, pero me sentí muy bien acompañado por Jon y Aitor. Creo que he defendido muy bien a este embaucador. He intentado transmitir qué se escondía tras esos ojos de gran mentiroso. Esa huida hacia adelante sin motivo sobre un personaje de quien no se bajó. Quizás podamos entenderlo mejor si pensamos que fue un niño nacido en un psiquiátrico, alejado de un padre maltratador, que se inventó una película permanente sobre su vida para que lo quisieran y ser reconocido por algo”.

Eduard Fernández, como Santiago Carrillo en el rodaje de 'Anatomía de un instante'.
Eduard Fernández, como Santiago Carrillo en el rodaje de 'Anatomía de un instante'.Julio Vergne

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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