Miguel Piranha, cantante: “Un pogo es un ritual muy bonito y de unidad de la gente”
El ‘frontman’ de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba repasa el éxito de la banda, que ha llegado al número uno de discos vendidos por encima del reguetón y la música urbana
Miguel Dandy Piranha (Mérida, ) espera en un bar del centro de Madrid sentado en un taburete como si fuera uno de esos personajes de barrio que se toman la última aunque se derrumbe el mundo. Mirada encendida, sonrisa acogedora y un incendio de rizos en su cabeza caracterizan a este músico franco y pasional, frontman de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, la banda embajadora de la kinkidelia, esa combinación extraordinaria de rock, psicodelia y rollo quinqui andaluz. Un grupo que desde 2019 no deja de sumar adeptos hasta el punto de alcanzar recientemente el número uno de discos vendidos.
Pregunta. El rock por encima de la música urbana y el reguetón.
Respuesta. Hay esperanza. Todo esto que nos venden de que lo que pasa en el mundo digital es tan importante es mentira. Lo que pasa en Internet no es tan importante. La gente quiere seguir comprándose su vinilo y quiere seguir ir a verte en directo, tocarse y moverse. La vida se abre paso y la humanidad quiere sentir las cosas y tenerlas en las manos.
P. ¿Qué hizo cuando se enteró de la noticia?
R. Desde la compañía me habían dicho que quizá podíamos entrar en el Top 5, pero nunca llegar al número uno. Cuando sucedió, di un salto. Yo llamando a la familia, a mi novia… Estábamos todos exultantes. Hemos sido número uno desbancando a Shakira. Es un disparate. Creo que no pasaba desde Héroes del Silencio. No había habido un pepinazo como este con una banda de rock y guitarras. Nos hace ilusión por sentirnos respaldados por un público que es legión y no tanto por las listas.
P. Las guitarras no son para viejos.
R. Para nada. Nosotros tampoco somos una banda de rock ni estamos en ese cliché. Tenemos pasajes con sintetizadores y no nos cerramos a nada. Tampoco sentimos superioridad moral por el reguetón ni por ningún otro estilo. Un chaval de un barrio de Colombia haciendo reguetón y expresando lo que siente me parece tan válido como cualquier disco de King Gizzard & the Lizard Wizard. Mientras salga del corazón y del alma todo vale.
P. Entonces, nada de que se os vea como la típica banda de rock…
R. A nosotros lo que nos mola es que la gente vuele como vuela en un Canela Party con King Gizzard o Ty Segall. Somos mucho de la nueva ola de psicodelia que hay. Nos sentimos participes de ella a nivel mundial. Está cambiando mucho el paradigma del machirulo del rock and roll. Los Derby somos colegas de toda la vida que nos ponemos a tocar en un local con cucarachas y ya está. Igual que Nirvana en los noventa.
P. Ese público que es legión además conecta mucho con la banda…
R. Hemos decidido a arrancar la gira en salas más pequeñas que las que deberíamos tener. Salas de unas 1.000 personas. Afortunadamente, tenemos más público, pero lo hemos decidido porque así tenemos a la gente cerca, sudando, pudiendo bajar a tocarla. En Barcelona, había chavales de no más de 20 años llorando en primera fila y sus abuelos estaban al final de la sala. Es maravilloso aunar generaciones. Ya están pasando cosas increíbles, como que unos cuatro o cinco tíos me corrigieran con la mano cuando me equivoqué en un verso de la última canción del nuevo disco. ¡Ya se la sabían! Y la canción llevaba apenas una semana en la calle. Es una cosa mística.
P. ¿Por qué esa mística?
R. En los últimos años, se está encorsetando mucho las propuestas artísticas musicales. Se quiere hacer todo muy comedido, muy preparado para los festivales. Nosotros hacemos una cosa tan desde las entrañas y espiritual que a la peña le atraviesa.
P. Sois seis miembros en los Derby. ¿Funcionáis como banda también en la toma de decisiones?
R. Totalmente. Todas las decisiones importantes las votamos democráticamente. Por ejemplo, esta entrevista. Normalmente, no hacemos ninguna con un solo miembro, pero, como este formato lo requería, decidimos votar. Si llega a salir distinta la votación, no estaría aquí. La banda funciona porque todos somos amigos, sino sería insostenible.
P. Ya no se ven tantas bandas en los escenarios.
R. Bueno, yo discrepo. Hay muchas bandas pero tienen menos repercusión. Hay muchas con un talentazo brutal. Los Estanques son una pasada de banda. La Paloma igual. En Portugal, ahora mismo hay una escena de psicodelia que se te va la olla. Y todas son bandas que no quieren tener un cantante guapito y ya está. Hacen música de flipar.
P. Pero también hay más chavales haciendo música solos en sus casas con sus ordenadores.
R. Sí, eso es verdad. Es lo que predomina en la parte más de medios. Supongo que tampoco pasa nada. Está guay porque así las bandas regresan al lugar que no debieron nunca salir: al garaje con cucarachas. Ahí está la verdad. A mí me mola que cuatro o cinco chavales de su pueblo se junten con toda la ilusión a tocar y sonar mal pero se pueden convertir un día en Pereza, Foo Figthers o Nirvana. O en los Derby [risas].
P. Nació en Mérida, pero acabó en Sevilla. ¿Cómo fue ese cambio?
R. No sentí mucha diferencia porque la zona meridional de la península, incluyendo Portugal, me parece la misma cosa. A nivel cultural y espiritual no hay mucha diferencia. Si acaso, lo más importante fue que llegué a Sevilla solo pensando en música, en la posibilidad de dedicarme a ello. Fue poner un pie en la ciudad y me compré una guitarra y empecé a dejarme el pelo largo.
P. También pasó por Edimburgo antes de regresar otra vez a Sevilla.
R. Ahí me hice músico profesional. Me ganaba la vida tocando en todos los pubs. Iba con mi primo y tocábamos en acústico. Me curtí.
P. ¿Algún referente como frontman?
R. Mi educación musical fue con las grandes estrellas de los setenta. Me fijé mucho en Jim Morrison y Robert Plant. Y me flipa Marc Bolan. Son gente que, aparte de que cantaban muy bien, jugaban a la provocación inteligente. Nada de mierdas. Decían: ‘Ahora, te vas a poner cachondo conmigo, luego vas a sentir agresividad contra el sistema, ahora sentirás amor…”. Eran capaces de todo. Me he estudiado el directo de todos ellos. Se me ha hecho de día más de una vez viendo directos de Jim Morrison o Janis Joplin en Los Ángeles. Me sale del alma comportarme cómo me comporto en el escenario por ellos.
P. ¿Alguno más actual?
R. Mi referente actual es Rodrigo Cuevas, un tipo de esos que sale una vez en un siglo. Yo le he visto y he llorado. Hace actuaciones espectaculares y sensibles. Es un genio y me mata.
P. ¿Qué siente en un escenario?
R. La primera vez que me subí a uno supe que me tenía que dedicar a esto. Todo lo demás no me valía ya. Es indescriptible. Es una sensación solo equiparable a enamorarse. Como mirar a la persona de la que te has enamorado a los ojos y que te responda. En mi vida me he puesto nervioso subiendo a un escenario. No he hecho otra cosa que enfocarme en ello.
P. ¿Qué le pasa por la cabeza con los pogos que se forman en sus conciertos?
R. Un pogo es un ritual muy bonito y de unidad de la gente. Filosóficamente es algo muy importante. Da igual género, edad, altura… la gente está unida. Si uno se tropieza, hay cinco manos agarrándolo y subiéndolo. Es mucho menos agresivo de lo que parece desde fuera. Crear esa sensación de unidad en la gente que viene a verte es como subirse a un escenario: indescriptible.
P. Hubo una época que se puso de moda tocar en el escenario casi mirando al suelo, al contrario que usted.
R. Como propuesta artística lo respeto. J, de Los Planetas, es un maravilloso frontman. A su manera. El nota va a que la gente escuche sus letras, su voz nasal maravillosa y ya está. Lo respeto al máximo. Evidentemente, mi estilo es otro. A mí me mola la leña. Gente como Rodrigo Cuevas o Rosalía.
P. Si la palabra kinkidelia tuviese que entrar en un diccionario de la RAE, ¿cuál sería su definición?
R. Kinkidelia es cuando sales de un concierto, un chaval viene a pedirte un mechero y, cuando se da cuenta de que eres tú, se pone a llorar. Le das un abrazo porque es un chaval de barrio como lo eres tú.
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