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JOYAS OCULTAS DEL PALACIO REAL DE MADRID

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Joyas ocultas del Palacio Real de Madrid

Un recorrido a través del Archivo General de Palacio y la Real Biblioteca para adentrarnos en dos espacios cuyas piezas y obras no se muestran en las visitas al palacio

El Palacio Real de Madrid se levanta sobre lo que fue el antiguo Alcázar, enclave estratégico construido en el siglo IX por los musulmanes. Esa fortaleza se reconstruyó como palacio real con Carlos I, en el XVI, el primer monarca de la dinastía de los Austrias. Sin embargo, un pavoroso incendio lo destruyó en la Nochebuena de 1734, durante el reinado de Felipe V, primer Borbón. Sobre esas cenizas se levantó el Palacio Real que hoy conocemos, a partir del proyecto del arquitecto italiano Filippo Juvarra, de 1735. Su temprano fallecimiento motivó que el encargado fuera finalmente su discípulo Juan Bautista Sacchetti, que tuvo que introducir modificaciones al gusto de lo que querían en la Corte. De sus salas, decoración y obras de arte pueden disfrutar sus visitantes (1,4 millones en 2023). No obstante, hay dos zonas que no se pueden visitar, salvo en contadas ocasiones: el Archivo General de Palacio y la Real Biblioteca, que albergan incunables, documentos, fotografías, planos, partituras, pergaminos, grabados, dibujos, mapas, cartas… Este especial ofrece una ocasión única de acercarse a algunas de esas desconocidas joyas del Palacio Real.

El Archivo General de Palacio

El Archivo General del Palacio Real está situado en el lateral del palacio que da al Campo del Moro. Alberga los documentos de la Casa Real desde el siglo XVI, con Carlos I, hasta 1931, proclamación de la Segunda República y exilio de Alfonso XIII, Y posteriormente desde 1939, comienzo de la dictadura franquista, hasta finales de los años noventa del siglo pasado. Son tres plantas con 53 salas y 12,5 kilómetros lineales de estanterías. Dirigido por Juan José Alonso, es un archivo que consultan sobre todo investigadores, unos 4.000 al año, que realizan en torno a 15.000 consultas, a las que se suman unas 2.000 telemáticas.

Creado en 1814, con el regreso de Fernando VII a España y a la corona, había tenido algunos precedentes que finalmente fueron centralizados en un archivo. Su plácida vida se vio turbada en 1848, cuando Isabel II decidió instalar un teatro en el interior del palacio. El arquitecto encargado de la obra lo levantó precisamente en la zona del archivo, sin dar tiempo al traslado adecuado de la documentación y dejando la dependencia al descubierto. Solo tres años después se clausuró ese teatro, por lo que más adelante el archivo volvió a su lugar de origen. La Guerra Civil no le afectó especialmente, aunque se tuvieron que acometer obras para solucionar los deterioros, con posteriores reformas en 1963 y 1987.

El grueso del archivo lo forman documentos de la actividad de la corte. Hay una parte religiosa, con todo lo relacionado con la Real Capilla; luego la Real Cámara, que se ocupaba de los asuntos privados de los monarcas; la Real Caballería, que determinaba el protocolo a seguir cuando se salía de palacio, y la Real Casa, que trataba la gestión de los bienes.

El Archivo alberga en torno a 65.000 fotografías, entre las que destacan las primeras tomadas del Museo del Prado y las primeras conocidas del interior del Palacio Real. También hay 12.000 planos, 11.500 libros contables, 2.500 partituras, 1.600 carteles y 1.400 pergaminos.

El documento más antiguo del Archivo General de Palacio es de 1148. Se trata de la donación de una huerta, propiedad de la catedral de Segovia, a la abadía de Párraces, situada en esa misma provincia castellana.

Cierre del modal

El Archivo consta de 12,5 kilómetros lineales de estanterías. En él hay, por ejemplo, unos 12.000 planos, que en algunos casos han necesitado de muebles especiales por su gran tamaño. Todos esos planos están digitalizados.

El Archivo alberga también objetos y documentos que reflejan cómo era la vida en palacio y cómo funcionaba su administración.

El Archivo también guarda las cartas que diferentes tipos de personas hacían llegar a palacio. Son también una forma de investigar a los personajes, problemas y relaciones sociales de cada momento.

El Archivo del Palacio Real comenzó a digitalizarse en 1996. En la actualidad hay más de 850.000 imágenes digitales de sus documentos. De su fondo fotográfico, unas 65.000 piezas, incluidos cuatro daguerrotipos, está digitalizado más del 80% y prácticamente todos los planos.

La Real Biblioteca

La Real Biblioteca se encuentra en la planta baja del Palacio Real, en un ángulo que da al Campo del Moro, por un lado, y a la explanada de las Caballerías, por el otro. La forman 10 salas y está dirigida por Nuria Torres. Primeramente, se llamó Real Particular o Librería de Cámara, en este caso el nombre se debía a que estaba cerca de la cámara de los reyes. Entonces era la biblioteca privada de la realeza, que había creado Felipe V con unos 6.000 volúmenes suyos. El primer rey de la dinastía de los Borbones traducía libros del francés, su idioma, y también escribía. En paralelo se creó en 1711 la Real Librería Pública, antecedente de la Biblioteca Nacional de España, que en 1836 pasó a manos del Estado.

Hoy en día la Real Biblioteca está compuesta por unos 280.000 volúmenes, que incluyen 4.660 manuscritos (de entre los siglos XII al XX) y 263 incunables. La mayoría de ejemplares son del siglo XVIII y más que por los títulos sobresalen por sus variadas y ricas encuadernaciones, una de las mejores muestras de Europa, en especial las realizadas entre los siglos XV y XVIII. Las principales joyas de la Real Biblioteca están digitalizadas, unas 3.000, y hay unas 200 obras protegidas en una cámara por su elevado valor, como una primera edición del Quijote, de 1605. Además, hay 17.000 grabados y dibujos, 1.119 álbumes de fotografía y 7.000 mapas.

Los libros se caracterizan por tener ex libris, marcas de posesión, que son notas o grabados, como la denominada cifra real, que normalmente se componía de la inicial del rey y un número. Los fondos de la Biblioteca Real los consultan sobre todo investigadores y, además de en español, hay ejemplares en diferentes lenguas europeas y en árabe, chino, hebreo, persa…

Las joyas de la Biblioteca Real destacan por su encuadernación, que además refleja los gustos de los diferentes monarcas y tendencias. Aunque quien la creo fue Felipe V, otros reyes que manifestaron pasión bibliófila fueron Carlos III, Carlos IV, que compró numerosas colecciones particulares; e incluso un monarca tan nefasto como Fernando VII.

En la Real Biblioteca hay también una rica colección de partituras que reunió Bárbara de Braganza, mujer culta, esposa del rey Fernando VI. Otro monarca, Carlos IV, compró numerosas colecciones de particulares, quizás la más significativa es la del conde de Gondomar, quien fue embajador en Inglaterra de Felipe III. Su biblioteca estaba compuesta por libros, manuscritos y una correspondencia de 20.000 cartas. A la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, la librería particular de los monarcas se trasladó al espacio que ocupa en la actualidad por orden de su viuda, María Cristina de Borbón.

Estos libros tan bellamente encuadernados se conservan en muy buenas condiciones, en parte porque su uso es muy limitado, solo para investigadores, que los pueden consultar en la sala de alegorías musicales, llamada así por su decoración. Hay libros sobre linajes, armas, nobleza, ordenanzas... A los ejemplares más antiguos, para no deteriorarlos, no se les pega una signatura para indicar su colocación, sino que se les cuelga una señal denominada tejuelo.

En el reinado de Alfonso XII comenzó la catalogación científica de sus fondos. Desde entonces, la principal preocupación de la Real Biblioteca ha sido conservar su patrimonio y aumentarlo pero selectivamente. Desde 2002, el catálogo bibliográfico está disponible en internet.

Entre las curiosidades de este espacio destaca que en la esquina de una de las salas hay un mueble trampantojo. Los lomos de los libros son de decoración de un armario que en su interior contiene misales. Ese espacio se ubicó en la zona umbría del palacio, muy fresca, para que esos volúmenes pudieran conservarse mejor. Aparte, en la Real Botica se conservan unos 1.100 libros sobre esta materia.

Por último, hay también manuscritos en lenguas indígenas americanas que reunió, fruto de sus expediciones, el sacerdote, botánico y geógrafo Celestino Mutis. Se trataba de un faraónico proyecto de Catalina la Grande de Rusia, que proyectó reunir diccionarios de todas las lenguas del mundo. A Carlos III le solicitó gramáticas y vocabularios de las lenguas americanas. Los virreyes lo dispusieron todo, pero cuando los libros llegaron a la corte eran tan bellos y sobresalientes que Carlos III se lo pensó mejor y no los envío a Rusia, sino que los incorporó a la Librería de la Real Cámara en 1787.

La Biblioteca Real no solo alberga libros, sino otro tipo de documentos u objetos relacionados con personajes principales o hitos históricos.

Créditos:

Formato: Brenda Valverde Rubio
Diseño: Ruth Benito
Dirección de arte: Fernando Hernández
Desarrollo: Carlos Muñoz

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