ZOO, la exitosa banda de rap en valenciano, dice adiós: “Había riesgo de inercia, de ralentí”
Panxo, el líder del grupo, explica la decisión de separarse y hace balance: “Llenar el WiZink y el Sant Jordi fue una victoria incontestable”
Aparecieron de la nada en 2014 con Estiu, una canción subida a las redes por Toni Sánchez Panxo, su líder y motor. En la mochila: mucho morro, ninguna estructura, el logotipo de un mono (el monet) que ya es un icono y alegría y rabia en la proporción exacta para triunfar. Porque ZOO lo ha petado y lo ha hecho rapeando en valenciano, algo casi impensable. Sus llenazos hace apenas un año en el WiZink de Madrid y el Sant Jordi de Barcelona lo demuestran. En la cima, tras diez años, dicen adiós y Panxo lo explica en una entrevista con EL PAÍS.
En realidad, en aquel primer tema ya lo hacia: Jo tinc set de vida no de fama (Tengo sed de vida no de fama). “Es una de las principales razones si no la que más. Es un momento vital, el mío, de necesidad y deseo de enfocarme en otras cosas sin la presión de tener detrás un grupo de trece personas. Pero hay otra gran razón artística. Con el último disco (Llepolies), tenía una sensación de culminación, de que iba a ser difícil hacer algo mejor. Tengo un deseo muy presente y es el de respetar este escudo, al mono; había riesgo de una fase de inercia, de ralentí. Hemos conseguido todo lo que habíamos soñado y más”, sostiene.
Panxo asume una decisión que solo podía tomar él, pero explica que se ha gestionado pensando en el colectivo. “Estamos en un momento muy bonito en nuestra relación y ha habido una planificación para que la gente pueda estar un año viviendo de la banda y pueda prepararse”, apunta. “La decisión se toma desde la alegría, no es algo traumático”, recalca. No hay ruptura, asegura. Las velas al final no se le rompieron, como cantó que pasaría, simplemente las baja.
Tras su brutal irrupción (el vídeo de Estiu roza los ocho millones de reproducciones) nunca hubo tregua. Lo dejan tras tres discos de estudio (Tempestes venen del sud, de 2014; Raval, de 2017, y Llepolies, de 2021), un EP (2K18), dos discos en directo y, sobre todo, después de varias arrolladoras giras por toda España, la bilingüe y la monolingüe, que también les han llevado a Francia, Japón, Alemania o Palestina, entre otros países. Han jugado a la contra sin renunciar a nada.
“En estos diez años siempre hemos ido a ganar, hemos sido ambiciosos. Hemos tratado siempre de ser originales y eso supone un desgaste y había riesgo de caer en la inercia y eso no es lo que no queríamos”, refuerza. No recuerda malos momentos colectivos en estos años y reconoce que haber entrando por la puerta grande les ahorró la parte más dura de “picar piedra”. Sí que ha habido los debates y desencuentros normales y a él en el segundo disco el estrés y la presión le hicieron tambalearse.
Ahora se reconoce nervioso por este adiós. “A mucha gente le va a pillar por sorpresa y le resultará difícil de entender, porque estábamos en un momento muy bueno. No sé cómo va a caer”, admite. Pero la decisión, “honesta” subraya, llega sin adjetivos ni matices temporales. “Es un adiós, no es un ni un ‘hasta pronto’ ni un ‘hasta nunca’. Este ciclo acaba ya. El proyecto llega hasta aquí”, sentencia. En el vídeo con el que la banda anuncia su adiós, Panxo y el monet se encuentran, se reconocen y se saludan sin palabras antes de que el mico se adentre en un oscuro bosque. No hay horizonte, funde a negro.
En la madrugada del pasado 30 de diciembre, tras bajarse el grupo del escenario del Festivern de Tavernes de la Valldigna, el monet dejó escrito el prólogo de este adiós en un mensaje estampado en algunas calles de este pueblo valenciano: “He sigut feliç” (He sido feliz).
Panxo no tiene dudas de que lo han sido: “Absolutamente”. Pero va más allá. “Siempre lo digo y luego, cuando lo leo, me da un poco de cosa, pero a mí me ha salvado la vida. Somos una generación que afrontamos hace 15 años una crisis muy fuerte, que nos planteaba un futuro muy incierto y que supuso la caída de un relato vital. Yo ahora tengo 41 años y este proyecto nos ha dado cosas muy bonitas, experiencias y también poder trabajar en algo que nos gustaba, que entonces parecía que era algo que se había acabado. Le ha dado mucho sentido a nuestras vidas”, reflexiona.
Panxo tiene una imagen suya para dentro de un par de años. “Me veo más centrado en aspectos personales de mi vida y aprendiendo música. Ahora estoy yendo al conservatorio, que era algo que nunca había hecho porque no había tenido tiempo. Me veo divirtiéndome en la música pero sin vivirla como un oficio que me hace salir 60 noches de casa y mover un proyecto de trece personas”, aventura.
Un testamento triunfal
Casualmente, o visto ahora igual no, el último tema del último disco es Cançó Postuma y resulta imposible no acudir allí. El testamento estaba firmado, avisaba, quedaba solo pendiente “una digna retirada” como la que afrontan. “Por respeto al proyecto, al mono, al escudo, no podemos permitir que se arrastre, ni que se mueva por inercia o al ralentí. Quiero que la gira sea igual, con alegría y ganas de divertirse y con mucho respeto por nuestro público, nuestras canciones y nuestro trabajo. No nos queremos relajar ni acomodar, sino aproximarnos a la excelencia”, apunta. Serán diez conciertos entre marzo y julio con paradas en Lugo, Madrid, Barcelona, Murcia o Villarrobledo entre otras y una última cita final ese mismo mes en Gandia, base de operaciones del grupo. Donde empezó, acabarán.
En esa canción póstuma había también ya un primer balance. Es tanca un cicle: victòria (Se cierra un ciclo: victoria). Ya habían sido cabezas de cartel en los grandes festivales estatales y aún quedaba la traca final. “Los conciertos del WiZink y del Sant Jordi suponen la victoria subjetiva del proyecto, la nuestra. Llegamos a la meta y alzamos los brazos. Si tuviera que elegir una imagen, sería la del WiZink por las connotaciones políticas y sociales que tiene que un grupo cantando en una lengua minorizada haga eso en el corazón de Madrid. Es una victoria incontestable”, defiende. Pero, además, a ese triunfo han llegado sin olvidar de donde venían. “Hemos sido fieles a nuestras raíces y nos hemos posicionado cuando hemos querido”, recuerda. No han sido pocas veces.
“Podemos presumir de lo que hemos hecho y defenderlo. Hemos plantado nuestra bandera y estamos contentos”, concluye. La faena está hecha, quien venga detrás que reme.
Babelia
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