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Crítica | El superviviente de Auschwitz
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘El superviviente de Auschwitz’: una película sobre el Holocausto rodada en la sólida tradición de Hollywood

El drama cuenta la historia real de Harry Haft, un polaco que logró pervivir boxeando hasta la muerte contra otros judíos, para chanza y jolgorio de los mandos nazis. Una obra de raigambre clásica de Barry Levinson

Ben Foster, como el boxeador protagonista de 'El superviviente de Auschwitz'.
Javier Ocaña

Entre el hambre, la mugre, la degradación, la violencia y la muerte, los judíos tenían que tomar decisiones a cada instante, cada día, en el lugar que se había construido para su exterminio. Las decisiones que les permitieran seguir con vida una jornada más, y que iban desde lo más práctico y cotidiano hasta lo más complejo en relación con su moralidad. He ahí una de las más brutales consecuencias de la barbarie nazi: engendrar una culpa en la víctima por haber sobrevivido entre tantos muertos. El castigo de la cámara de gas. O la penitencia por haber sobrevivido.

El cine, que ha tratado por activa y por pasiva la inabarcable tragedia del Holocausto, se ha hecho eco del conflicto moral de la culpa desde muy distintos estilos y órbitas, basándose en hechos reales o pergeñando historias que resultaran verosímiles dentro de la inconcebible crueldad nazi, con una sima en cuestión de humillación: La decisión de Sophie, y esa madre que debe elegir (¡tomar una decisión!) respecto de lo más querido, sagrado e inocente que rodea su vida. Pero no tantas películas han tratado de una forma tan frontal el tema de la expiación. Justo el lugar al que llega El superviviente de Auschwitz, basada en la historia real de Harry Haft, un polaco que logró pervivir boxeando hasta la muerte contra otros judíos, para chanza y jolgorio de los mandos nazis del campo. Una obra de raigambre clásica, nominada el año pasado al Emmy al mejor telefilme sin que su factura huela en ningún momento a televisión, dirigida por el octogenario Barry Levinson, y protagonizada por un grupo admirable de intérpretes: Ben Foster, Vicky Krieps, Danny DeVito, Peter Sarsgaard, Billy Magnussen y John Leguizamo, todos ellos perfectos en sus atractivos personajes.

Es El superviviente de Auschwitz, en cierto sentido, una película americana de otro tiempo. Si tenemos que ponerle un sello: de los ochenta y los noventa. De esos años en los que tan bien se movió Levinson, considerado como un autor menor dentro de la primera fila por la que caminó, con dos premios Oscar y siete nominaciones en tres categorías distintas (producción, dirección y guion), pero que hoy en día, cuando resulta tan difícil encontrar sus virtudes, puede presumir con razón de haber compuesto un buen puñado de títulos llenos de carisma, con historias atractivas, comerciales y adultas, todo al alimón: Diner; El mejor; El secreto de la pirámide; Good morning, Vietnam; Rain Man; Sleepers; La cortina de humo…

Narrada en hasta tres tiempos distintos, la película cae en el cliché formal de contar en blanco y negro las secuencias más lejanas en el tiempo, las del campo de Auschwitz, pero a cambio el trabajo fotográfico de George Steel es notable, lejos de esas texturas digitales tan en boga, tanto en el blanco y negro como en las tenues y crudas secuencias con cierto grano del presente en los años cincuenta. Con dos bonitas y muy distintas historias de amor, la de la pasión y la de la calma, el aliño de los clásicos del boxeo y la lucha a golpes por la vida (en este caso, de un boxeador menor como el protagonista, que llegó a combatir contra Rocky Graciano), y esa estancia en el purgatorio mientras la memoria sigue sin permitir el sosiego, el trabajo de Levinson no quedará como un clásico del Holocausto, pero con su sólida narración y su trascendencia en el tratamiento de conflictos de enorme complejidad, en modo alguno está en la línea de tantas discretas (y malas) novelas y películas recientes, chupasangres de unos crímenes que no merecen ser tratados con tal superficialidad, blandenguería o insana explicitud.

El retrato del tormento interior de ese hombre condenado a vivir, interpretado por un soberbio Ben Foster (en un trabajo físico en la estela del Robert De Niro de Toro salvaje), es difícil que defraude al espectador interesado. Y a los cinéfilos más entendidos les resultará familiar la reflexión que hace Levinson sobre el peso de la memoria y su traslación práctica a la pantalla, en la línea de lo que teorizó y practicó Sidney Lumet en su libro Así se hacen las películas y en su filme El prestamista.

El superviviente de Auschwitz

Dirección: Barry Levinson.

Intérpretes: Ben Foster, Vicky Krieps, Billy Magnussen, Peter Sarsgaard, John Leguizamo, Danny DeVito. 

Género: drama. EE UU, 2021.

Duración: 129 minutos.

Estreno: 22 de septiembre.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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