Los ‘best seller’ alimentan la novela gráfica: el auge de las adaptaciones busca lectores entre las nuevas generaciones
Títulos contemporáneos como ‘El infinito en un junco’, ‘Patria’ o ‘Sapiens’ prolongan su éxito con versiones en cómic y se suman a una tendencia que años atrás solía hacerse solo con clásicos
La adaptación de libros contemporáneos superventas a la novela gráfica ha ido en aumento en los últimos años. Una tendencia en plena edad dorada que beneficia a la industria editorial, prolonga el éxito o revive obras, enriquece el universo literario, combate los prejuicios que puedan quedar hacia los cómics y, sobre todo, ayuda a crear lectores dentro de las nuevas generaciones, generalmente más conectadas con el mundo visual. Son las principales conclusiones de 15 escritores, ilustradores, editores y expertos en el fomento de la lectura consultados por EL PAÍS.
Esta nueva biblioteca de novelas gráficas cuenta con títulos recientes como El infinito en un junco, El mundo de Sofía, El nombre de la rosa y Los pacientes del doctor García. Obras que se suman a Trilogía del Baztán, Sapiens, Patria, El cuento de la criada, Ciudad de cristal, El olvido que seremos, Polar, La ciudad de los prodigios, Nada, Matadero cinco, Metrópolis… Y a la espera de próximas adaptaciones de libros de Sergio del Molino, Manuel Jabois o Carlos Zanón, entre otros.
“En mi casa, los cómics no eran aproximaciones a la lectura para niños ni alternativas a la lectura tradicional. Éramos omnívoros y ávidos, lo colocábamos en el mismo plano de placer. Celebro que libros contemporáneos empiecen a hacer el mismo viaje que décadas atrás hacían solo los clásicos, e incorporen la sabiduría visual de las nuevas generaciones”, afirma Irene Vallejo. Su exitoso El infinito en un junco (Siruela) llega como novela gráfica este 21 de septiembre bajo el sello de Debate. Desde 2019, ha vendido más de un millón de ejemplares y es candidata al galardón Literatura al Entendimiento Cultural Global 2023 de la Academia Británica.
“Es lo mismo que cuando uno descubre una historia gracias a una película y luego recurre al libro. Quizá eso te llevará a interesarte por otros libros… o por otros cómics”, explica Tyto Alba, dibujante de las adaptaciones de El infinito en un junco y El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince (Salamandra Graphic). Son sinergias alrededor de la lectura que promueven “una complicidad entre lector y autor, y que llevan la obra más allá de un ‘simple producto comercial”, opina Claudio Stassi, ilustrador de Los pacientes del doctor García, de Almudena Grandes (Planeta Cómic).
Para Vincent Zabus, escritor y guionista de El mundo de Sofía (Siruela), de Jostein Gaarder, cuya segunda parte saldrá en octubre, “el cómic es una puerta de entrada a los libros. El cómic forma parte de su cultura. No creo que sea más fácil leer tebeos en términos absolutos, pero para aquellos que tienen este hábito, es un punto de entrada más sencillo”.
La Fundación Germán Sánchez Ruipérez observa una tendencia en sus investigaciones, explica su director, Luis González: “El contenido, la narración, es lo más relevante (al margen de formatos, canales de acceso o soportes): si se genera un interés fuerte por una historia es bastante probable que el lector quiera disfrutar esa ‘propiedad intelectual’ como novela, pero también como cómic, serie de televisión, largometraje o videojuego”.
La novela gráfica, agrega González, “puede servir como invitación a conocer superficialmente las obras clásicas y, después, como estímulo para afrontar una lectura más exigente en un periodo más largo y con un mayor esfuerzo cognitivo que la novela gráfica, debido al trabajo neuronal de transformar caracteres en ideas, imágenes o sentimientos”.
¿Cambio de paradigma lector?
¿Representa esta tendencia un cambio de paradigma en la lectura? Ofelia Grande, editora de Siruela, admite que sí han detectado que “un formato más visual interesa más a los lectores jóvenes”. “En un mundo donde cada vez la capacidad de concentración es menor, todos los formatos que faciliten la lectura parece que son mejor recibidos. El libro, además de por su contenido, vuelve a cobrar valor (y digo vuelve porque durante los últimos 20 años esto se había perdido o se estaba perdiendo) como objeto”, apunta la editora.
El crecimiento del cómic infantil y juvenil los últimos años, reconoce David Hernando, editor de Planeta Cómic, ha ayudado mucho a este cambio de paradigma, “sobre todo con el manga, que dispone de códigos narrativos más parecidos a la forma de lectura que tienen los jóvenes. Y la novela gráfica ayuda a acercar obras a estas nuevas generaciones que de otra forma no se acercarían”.
El cómic es un medio como la novela, el cine o el teatro y como tal es capaz de reinterpretar y reinventar obras de otros medios, enriqueciéndolas con cualidades propias, explica Víctor Santos, autor de la adaptación de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (Planeta Cómic).
Pero Nicoby, dibujante de El mundo de Sofía, se pregunta si, realmente, la gente lee menos, o si solo se lee de manera diferente: “Una vez más, los cómics ofrecen un enfoque más lúdico que quizás encaje mejor con nuestros tiempos”. Luis González afirma, según las investigaciones de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, que “la expansión del consumo de novelas gráficas se inscribe dentro de un proceso global ―impulsado por la generalización de lo digital― que lleva a la expansión de las formas de lectura”.
Lo verdaderamente interesante de este fenómeno, reflexiona Catalina Mejía, editora de Salamandra Graphic, “es el traspaso de lectores, tratar de llegar a una audiencia más amplia y como una forma de atraer público más joven. Que el lector de narrativa se acerque al comic y viceversa”.
“Es un win-win [ganancia mutua]”, resume Bernard Mahé, comisario de la muestra Cómic. Sueños e historia, en CaixaForum València, tras su paso por Madrid y Barcelona. Para Mahé todo suma, porque “los amantes del cómic que siguen el trabajo de un dibujante serán también lectores potenciales de novelas. El tebeo ofrece múltiples perspectivas y tiene mucho porvenir”.
Para Laureano Domínguez Caamaño, editor de Astiberri, no se trata de un cambio de paradigma en la lectura, aunque admite que es una vía que conquista seguidores: “El que no lee no creo que se vaya a acercar a la versión de un libro en novela gráfica. Sí que puede atraer al lector de novela gráfica a una obra que quizá no le había interesado en su versión original”.
Irene Vallejo tampoco lo percibe como un gran cambio de paradigma: “Leer ha sido, desde tiempos de los escribas egipcios descifrando jeroglíficos hasta los clubes de lectura virtuales de hoy, un acto versátil, de amor sin normas, que cada par de ojos redefine a su manera”.
La realidad, recuerda Diana Hernández Aldana, directora editorial de Libros del Zorro Rojo, es que “leer es un esfuerzo y ver una serie de televisión no. Quizá una novela gráfica esté a medio camino como ‘producto cultural’ porque tiene menos texto y más imágenes”.
Libros en expansión y multiformatos
Estas novelas gráficas no son solo trasvases. Algunos autores enriquecen la obra original. Lo hizo Milo Manara con El nombre de la rosa, de Umberto Eco (Lumen), y lo hace Christian Montenegro, autor de Metrópolis (Libros del Zorro Rojo), entre la película y la novela de Ben Wilson. Para el argentino, “la novela gráfica aporta si la apropiación por parte del narrador gráfico del texto es sincera y comprometida. Si da como resultado una interpretación que amplía los sentidos de la obra original”.
En medio del optimismo, Albert Monteys, ilustrador de Matadero cinco, de Kurt Vonnegut (Astiberri), hace una reflexión: “Nadie se plantea, por ejemplo, si el hecho de que se adapten cómics al audiovisual abunde en una crisis de la historieta. Las jerarquías entre medios son importantes, y puede pasar que los cómics queden, desde el punto de vista del mundo de la cultura, en el sector de servicios, más que como arte con peso propio”.
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