Muescas en los dientes de las ‘costureras’ muestran cómo se dividía el trabajo por sexos hace 5.000 años
Un estudio de las universidades de Valladolid, Murcia y Burgos revela “la evidencia más temprana de especialización artesanal en la península Ibérica”
En diciembre de 2007, durante las obras de construcción de unas viviendas, se localizó de manera fortuita el que se conoce como yacimiento de Camino del Molino (Caravaca, Murcia), datado en el III milenio a. C. Se trataba de un enterramiento colectivo de 1.348 individuos y 52 perros, utilizado durante unos cuatro siglos, y que se ocultaba dentro de una cavidad de unos siete metros de diámetro. A unos 400 metros de distancia se ubicaba el poblado calcolítico de Molinos de Papel, del que se supone que provenían los cuerpos. En Camino del Molino, los arqueólogos apenas encontraron ajuares funerarios, más allá de unas decenas de vasijas cerámicas, 30 puntas de flecha, un puñal, diversas cuentas de collares y 17 punzones. Sin embargo, esa escasez de material no ha sido óbice para que los expertos hayan avanzado notablemente en el conocimiento de esta sociedad de hace 5.000 años y en cómo se dividían los roles comunitarios hombres y mujeres. ¿Cómo lo han logrado? Analizando los restos humanos; en concreto, los dientes.
El estudio Nueva visión de la especialización artesanal prehistórica. Uso de los dientes como herramienta en el enterramiento calcolítico del Camino del Molino ―firmado por Sonia Díaz-Navarro, Rebeca García-González, Nico Cirotto y María Haber, de las universidades de Valladolid, Burgos y Murcia, publicado en la revista Journal of Archaeological Sciences Reports― detalla los resultados del análisis de la dentición de 102 individuos, de los que ocho ―siete mujeres y un probable varón― muestran en los dientes “surcos oclusales [zona donde encajan los dientes de la mandíbula superior e inferior] e interproximales [entre las piezas dentales] consistentes en finas estrías paralelas, así como muescas labiales y astillamiento del esmalte”.
Estos resultados sugieren que estas personas “utilizaban su dentición como tercera mano en tareas artesanales, tales como el procesado de fibras vegetales para la producción textil, representando así la evidencia más temprana de especialización artesanal en la península Ibérica y la prueba potencial de una posible división del trabajo basada en el sexo en una comunidad calcolítica”, señala el estudio. Es decir, “una posible especialización de las mujeres de la comunidad de Camino del Molino en esta actividad económica desde la adolescencia”. Otras analíticas corroboran esta posible división sexual del trabajo, como los isótopos de estroncio o el análisis morfométrico de los huesos de esta población, por lo que todo parece apuntar a una especialización de los varones en labores de ganadería y pastoreo y de las mujeres en actividades artesanales de hilado.
La Edad del Cobre ibérica se caracteriza por una importante inversión en estructuras arquitectónicas defensivas, la intensificación de la producción agrícola, el aumento demográfico y la centralización política. “Estos procesos estuvieron acompañados de una intensa actividad funeraria, en la que se construyeron sepulcros de diversa índole, tanto megalíticos, como cuevas naturales, cuevas artificiales o hipogeos. La mayor parte de los hallazgos funerarios ibéricos del III milenio se localizan cerca de asentamientos y en torno a los principales cauces de los ríos. En el sureste, cementerios con tumbas colectivas tipo tholos [circulares] son los más comunes”.
Los arqueólogos recuerdan que en el caso de Camino del Molino el enterramiento se “caracteriza por la introducción repetida de cadáveres, en muchos casos de manera simultánea, que se fueron agrupando alrededor de las paredes de la estructura a medida que se llenaba el espacio central. De hecho, algunos individuos de las zonas periféricas han podido ser recuperados en perfecta conexión anatómica, mientras que otros, más en el interior del enterramiento, se han hallado en forma de paquetes óseos o desmembrados”. Todos murieron antes de los 59 años y el grupo de edad más numeroso (38,2%) va de 21 a 39. La datación mediante carbono 14 ha identificado dos fases funerarias en la tumba: entre los años 2971 a 2711 a. C. y entre el 2451 y 2251 a. C.
Para comprender la magnitud de esta tumba es necesario investigar el registro funerario de otros sitios contemporáneos. En Europa, aunque existen enterramientos colectivos con gran número de individuos, como el hipogeo de Crottes, en Roaix, o el de Boileau, en Vaucluse (ambos en Francia), ninguno se acerca al tamaño de Camino del Molino, ya que no superan las 500 personas.
El desgaste dental de los individuos analizados ―surcos generalmente alargados, con estrías de sección en V y con el esmalte astillado― apunta a hilos de pequeño tamaño, provenientes de fibras como el lino o el cáñamo. Diversos estudios experimentales han demostrado que otros materiales, como el mimbre, producen estrías más profundas y no paralelas debido a su gran dureza e irregularidad. “Por lo tanto, toda la evidencia parece señalar que ciertos individuos [mujeres] sujetaban con la boca algún objeto duro, como una aguja, que provocaba el desprendimiento del esmalte en la superficie labial de los dientes anteriores, mientras utilizaban la superficie interproximal y oclusal de los incisivos para arrastrar repetidamente algún tipo de fino tejido vegetal”.
Existen fuentes que confirman estas prácticas en la Prehistoria y en la Antigüedad, como demuestran las representaciones iconográficas en tumbas egipcias del III milenio que representan a jóvenes artesanos trabajando con hilo o el kylix de Orvieto (vasija etrusca del 500 a. C.) que representa a una joven hilando con la boca. También se constatan escritos micénicos del segundo milenio a. C. que aluden a la participación de los niños en los trabajos del lino, cardado, hilado, costura y tejido. En la cultura Lengyel (Neolítico centroeuropeo de entre 5.000 y 7.000 años) las mujeres usaban sus dientes para hilar y los hombres para trabajar el cuero. En tiempos modernos, las niñas eran las que sabían hilar el lino y peinar la lana, como ocurre en poblaciones actuales de Akwete Igbo (Nigeria) o Nahya y Kirdasseh (Egipto). Además, esta actividad la realizaban las mujeres españolas y portuguesas, empleando su dentición, hasta finales del siglo XX.
En definitiva, concluyen los redactores del estudio, “el desgaste dental de Camino del Molino se muestra como una excelente herramienta para identificar el desarrollo de actividades específicas y así profundizar en la organización social y complejidad de poblaciones del III milenio a. C.”.
Babelia
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