Prepárese porque Juan Muñoz va a tratar de frustrar sus expectativas y hacerle sentir incómodo en esta exposición
El CA2M culmina la celebración del que sería el 70 aniversario del artista con un recorrido por sus inicios donde consolidó sus grandes temas
En las salas del CA2M de Móstoles, en Madrid, están los inicios de Juan Muñoz. La explicación a ese universo, a ratos desasosegante y perturbador, y a ratos clave para entender la condición humana. En la hora violeta (título tomado del poemario La tierra baldía, de T. S. Eliot) se inaugura el 17 de junio, día del cumpleaños del artista, no como una segunda parte —que algo de eso tiene— de la exposición Todo lo que veo me sobrevivirá (cita de la poeta rusa Anna Ajmátova) en la Sala Alcalá, 31, sino como un gran recordatorio de la figura de Muñoz que murió demasiado pronto, pero al que le dio tiempo a convertirse en uno de los exponentes clave del arte español en el mundo. Así lo constata el hecho de que la muestra del centro de la capital se haya prorrogado hasta el 9 de julio por el interés que ha suscitado.
Al volver a los orígenes del artista aparecen las escaleras y los pasamanos, las atalayas y la ausencia de figuras humanas que, sin embargo, constatan la presencia de alguien. Todos los símbolos que fueron perfilando la obra de Muñoz y que muchas veces pasan desapercibidos frente a sus series de asiáticos de gesto burlón o sus enanos. “Es bonito descubrir sus inicios, desde los años ochenta empieza a desarrollar los temas que marcarán su carrera”, explica en un recorrido por las dos plantas del CA2M, Ana Ara, coordinadora artística de la exposición que se puede visitar hasta el 7 de enero de 2024.
En la primera sala, el visitante se sentirá observado por una serie de piezas verticales y colgadas en las paredes y en unas columnas. Son esos balcones y torres minaretes que “hacen alusión a la idea de vigilancia”, apunta Ara. Juan Muñoz nunca asomó a personas por esos barrotes y es difícil encontrar figuras subidas a sus estructuras, aun así, “te sientes vigilado”, dice la responsable. “Esas torres son el lugar desde donde se atiende a lo que continuamente posterga su llegada”, dejó escrito Muñoz.
Con esa sensación continúa la visita. La tensión se va incrementando. Hay navajas —Juan Muñoz iba por ahí con una en el bolsillo— que rematan cúpulas barrocas, su otra obsesión, ese periodo histórico que está en sus espirales y escaleras helicoidales. “La lectura habitual sobre Juan Muñoz lo vincula al Barroco español, pero fue un artista internacional durante toda su trayectoria”, afirmaba en una entrevista para El País Semanal Manuel Segade, responsable de las dos muestras del artista, actual director del Museo Reina Sofía y exresponsable del CA2M. Es decir, que el gestor cultural ya no inaugurará esta exposición en calidad de comisario, sino de invitado a la que ha sido su casa desde 2015 hasta el pasado 5 de junio, cuando fue nombrado nuevo director del centro de arte contemporáneo.
En Móstoles hay cuadros, al contrario de lo que sucede en Alcalá, 31. Son parte de la colección raincoat drawings, dibujos de tiza y óleo sobre un fondo negro que parecen negativos o radiografías y que Muñoz creía que tenían la textura impermeable de una gabardina. Y una vez más, en esos salones no hay nadie. O tal vez se haya sentado alguien en esos sofás o a lo mejor llegan dentro de un rato. Otra vez la duda. “Si los dibujos consiguen sugerir una emoción es porque pueden dar la impresión de que algo ha ocurrido o va a ocurrir. Que has llegado demasiado pronto o demasiado tarde. Siempre en el momento equivocado”, planteó el artista.
Esa fue siempre la intención de Muñoz, que quien viera su obra se preguntara muchas cosas. A esta exposición no se viene solo a contemplar. “Le interesan estos espacios enigmáticos, juega siempre con las expectativas de los espectadores. Eso que no sabes, no sabes qué está pasando y te incomoda”, dice la experta. Por suerte, “Juan escribía mucho”, explica, “tiene muchos diarios que nos ayudaron a entender su trabajo y todas sus referencias” a escritores como Jorge Luis Borges, a artistas como Medardo Rosso, Jannis Kounellis o el arquitecto Borromini. “Los títulos de estas obras iniciales tienen mucha referencia a temas de escritores que le gustaban o libros que estaba leyendo”, continúa la comisaria.
Para esta exposición, los responsables han conseguido reproducir la pieza La tierra baldía (1986). En una de las salas se extiende uno de sus suelos con tramas ópticas. Al final, en un pedestal, una figura sentada. La sensación es de vacío al mirar para abajo y de incomodidad si se levanta la cabeza y se cruza la mirada con ese enano. Algo así debieron sentir quienes llegaron a ver su instalación Double Bind, en la Tate Modern de Londres. Aquella pieza está hoy considerada su gran obra maestra y está expuesta en la Fundación Sorigué en Lleida. Murió solo dos meses después, con 48 años, en 2001, debido a un aneurisma de aorta durante unas vacaciones familiares en Ibiza.
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