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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Pesadez…!

Miguel Ángel Perera emborronó con la espada una entonada faena al único toro de calidad del muy largo festejo

Isaac Fonseca, en un pase del pecho al sexto toro de la tarde.
Isaac Fonseca, en un pase del pecho al sexto toro de la tarde.Zipi Aragón
Antonio Lorca

La corrida duró tres horas y cinco minutos, algo menos que ‘Lo que el viento se llevó’, y lo grave es que no pasó casi nada reseñable; quizá, por eso, más de uno iba por la calle Alcalá arriba diciendo ‘A Dios pongo por testigo que jamás volveré…’ no a pasar hambre, sino frío en una tarde tan fresquita y tan aburrida como la que han protagonizado los dos toros de José Vázquez y los cuatro de El Parralejo, a pesar de ese cuarto que derrochó calidad en la muleta, y tres toreros con ambición pero sin sentido de la medida.

No se sabe muy bien la razón, pero, a veces, un festejo se tuerce, el tiempo se detiene y todo se vuelve lento, y el ánimo se derrumba mientras el frío se cuela por las entrañas, añoras que todo acabe pronto y sueñas con una taza de caldo humeante.

El festejo empezó mal. El primer toro de José Vázquez huyó de los capotes, recorrió el anillo un par de veces y no había manera de pararlo. El tercio de varas fue un desorden absoluto, y la ceremonia de la confirmación larga y cansina. Isaac Fonseca, que era el confirmante, lo intentó de veras con ese primer oponente que embestía con la cara alta, sin clase y sin gracia. Toda su labor transcurrió en silencio, a la expectativa, pero no pasó nada. Bueno, pasó que el torero mexicano escuchó avisos, prueba de que no tenía prisa por acabar.

Cómo sería el asunto que cuando su padrino tomó la espada y la muleta para iniciar la faena al segundo de la tarde -la ceremonia de devolución de trastos también se retrasó porque Téllez andaba despistado- el reloj marcaba las ocho menos diez minutos, y ¡el festejo había comenzado a las siete en punto…! Pero Perera no apretó el acelerador, no; su toro también era insípido y anodino, tanto como el ambiente que, poco a poco, iba tomando forma en la plaza. Otros dos avisos al veterano maestro, y el reloj seguía adelante.

A Téllez no tuvieron que avisarlo en su primero, un noble ‘parralejo’, soso, sin nervio y plomizo con el que anduvo sin saber qué hacer, y, al final de su inocua labor escuchó palmas de tango para animar la tristeza reinante.

El festejo se vino un poco arriba con la llegada de Camillero, un toro del hierro titular, que hizo una desigual pelea en varas, se dio dos costaladas, una en banderillas y otra en el inicio del último tercio, pero cuando vio la muleta de Perera la consideró una buena amiga y la persiguió con tanto afán como buena fe, de modo que su calidad fue la taza de caldo caliente que los tendidos necesitaban.

Perera estuvo a su altura por ambas manos, con oficio, seguridad, temple y buen gusto; alargó la faena como suele ser habitual en estos tiempos y se empeñó en dar una bernadinas finales que no aportaron nada. Mató mal, y la obra quedó desdibujada.

Lo intentó Téllez en el quinto, pero ese animal era un marmolillo moribundo. Y lo grave es que el torero sale de la feria sin un caramelo que llevarse a la boca. Quizá pudo estar mejor, solo quizá, pero su lote de hoy ha sido inservible.

Fonseca intentó que la interminable corrida tuviera un final feliz. Se estiró a la verónica sin lucimiento a causa del viento, y con la muleta en las manos se hincó de rodillas en los medios y desde allí citó del lejos al blando y noble animal que hizo sexto. Acudió al cite, a punto estuvo de llevarse por delante al torero y lo que se dio fue una costalada de aúpa. Volvió el mexicano a la misma posición y en esta ocasión sí consiguió su objetivo de dar un pase cambiado por la espalda, que repitió a continuación de pie, y los tendidos se animaron a la espera del milagro.

Muy dispuesto e intenso, Fonseca se separó del toro y por dos veces citó de nuevo de largo y se mezclaron los enganches con los muletazos estimables y una desbordante ambición. Pero el toro era un inválido -la opinión mayoritaria era que no se protestó para que no lo devolvieran y se alargara el suplicio- y no colaboró con las buenas intenciones del lidiador.

Tres toreros de plata saludaron tras el tercio de banderillas. Curro Javier, Javier Ambel y Juan Carlos Rey.

Total, tres horas y cinco minutos… Mucho tiempo para tan poca sustancia. ‘A Dios pongo por testigo que no volveré…’ a pasar frío, porque el miércoles (mañana, martes, es jornada de descanso) habrá que volver bien pertrechado y con la ilusión por las nubes. Como debe ser.

El Parralejo/Perera, Téllez, Fonseca

Cuatro toros de El Parralejo, bien presentados, desiguales en varas, blandos y muy descastados, a excepción del lidiado en cuarto lugar, de exquisita calidad en el tercio final; y dos de José Vázquez, -primero y segundo- bien presentados, astifinos, mansos, muy descastados y sin clase.  

Miguel A. Perera: _aviso_ casi entera atravesada, cinco descabellos _2º aviso_ y un descabello (silencio); dos pinchazos _aviso_ dos pinchazos y estocada (ovación).

Ángel Téllez: pinchazo y estocada baja (silencio); media tendida y un descabello (silencio).

Isaac Fonseca, que confirmó la alternativa: _aviso_ pinchazo, estocada baja, un descabello _2º aviso_ y dos descabellos (silencio); _aviso_ casi entera que provoca derrame (ovación).

Plaza de Las Ventas. 15 de mayo. Sexto festejo de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (20.457 espectadores, según la empresa). Tarde muy fría y ventosa.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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