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Vacaciones en viñetas por toda Italia

Los nuevos trabajos de autores como Zerocalcare o Igort, cómics ambientados en los enclaves más fascinantes y el rescate de iconos como Dylan Dog o Tex permiten afrontar desde las librerías españolas un viaje dibujado por el país y su historia

Detalle de una viñeta de 'Senso', de Alfred, editado por Salamandra Graphic.
Detalle de una viñeta de 'Senso', de Alfred, editado por Salamandra Graphic.
Tommaso Koch

No todo el mundo es invitado a una boda en una majestuosa villa del sur de Italia. Hacen falta, como mínimo, amistades pudientes, además de afrontar un largo viaje. Aún más complicado, quizás, se antoje vivir un tórrido romance ante el mar de Capri. Para empezar, porque los veranos de pasión exigen al menos otro participante. Y, aparte, la belleza de la isla la ha vuelto casi inasequible en temporada alta. Desde hace unos meses, sin embargo, ambas aventuras están al alcance de cualquiera. Igual que escuchar ópera desde la butaca más exclusiva de Venecia; disfrutar de una pasta casera y un vino tinto en una trattoria; recorrer carreteras perdidas en un Fiat 500 o incluso perseguir a un criminal por Milán a bordo de un coche de los carabinieri. Basta con un gesto muy sencillo: acercarse a una librería y pedir un cómic.

O, más bien, un fumetto. Así se llama desde Génova hasta Palermo al tebeo, en referencia a las nubes que encierran las palabras de los personajes. Y en las estanterías españolas, últimamente, los bocadillos cuentan cada vez más historias de Italia. Ya sea por el creador que firma, de Gipi a Vanna Vinci, pasando por mitos como Milo Manara o Andrea Pazienza; por la ambientación de los dibujos, entre un palazzo en la campiña umbra y un paseo por los pórticos de Bolonia; o por el rescate de iconos del noveno arte como Dylan Dog o el comisario Spada. El caso es que la novela gráfica ofrece billetes hacia Italia para todos los bolsillos y los gustos: sus enclaves más bellos y los más feos, sus artistas, su historia y, por supuesto, sus sombras y contradicciones. El país entero cabe en sus mejores viñetas.

Viñetas de 'Vacaciones de ensueño', de Vittorio Giardino, editado por Norma.
Viñetas de 'Vacaciones de ensueño', de Vittorio Giardino, editado por Norma.

“Hasta hace 15 años, en las librerías te encontrabas algún cómic en un rincón, al lado de los libros de tatuajes. Ahora ocupan sectores enteros. Ha cambiado la percepción del público. Y, con ella, también la manera de realizar este trabajo: a pesar de la precariedad, ha dejado de poder suponer solo un hobby y se ha profesionalizado”, reflexiona con una sonrisa Zerocalcare, capaz de colocar hasta dos veces, en estos años, sus novelas gráficas en la lista semanal de los libros más vendidos en Italia, por delante de J.K. Rowling o Ken Follett. E indicio de una expansión general más allá de los Alpes: el creador está acostumbrado a kilómetros de apasionados en busca de su autógrafo. Pero, en su reciente paso por Barcelona y Madrid, pudo constatar una novedad: las hordas de solicitantes ya no incluían solo a sus compatriotas, sino también a varios lugareños.

Decenas y decenas de seguidores se acercaron a agradecerle su último trabajo, No Sleep ‘till Shengal (Reservoir Books, como todas sus obras en castellano), serísima y a la vez tragicómica narración de su visita a la comunidad yazidí en el Kurdistán, desangrada por el Isis y ahora ahogada por la presión de Turquía, Siria e Irak. Y, poco antes, a España llegó otra crónica dibujada desde el horror: Cuadernos ucranianos. Diario de una invasión (Salamandra Graphic), donde Igort regresa al país que contó en su cómic más aplaudido, en esta ocasión a través de los relatos de quien sufre a diario bajo las bombas rusas.

Dos viñetas de 'El comisario Spada', de Gianluigi Gonano y Gianni de Luca, editado por Ponent Mon.
Dos viñetas de 'El comisario Spada', de Gianluigi Gonano y Gianni de Luca, editado por Ponent Mon.

También se puede partir hacia la Inglaterra de 1807, de la mano y los lápices de Teresa Radice y Stefano Tasconi, para seguir los recuerdos de un náufrago en El puerto prohibido (NuevoNueve). Presenciar en Yo soy María Callas, de Vanna Vinci (Planeta Cómic), auge y caída de la diva. O cabalgar junto con el pistolero Tex Willer por el Salvaje Oeste en Capitán Jack (NuevoNueve), de Tito Faraci y Enrique Breccia. Aunque, en muchos casos, las viñetas permiten recorrer la propia Italia.

Senso (Salamandra Graphic), de Alfred, hace saltar la chispa entre dos invitados a un enlace matrimonial: una noche de magia y sudor entre estatuas y jardines, en un entorno que volvería a marear a Stendhal; Vacaciones de ensueño (Norma Editorial), del veterano Vittorio Giardino, proporciona justo lo que promete su título. Y recuerda a otra frase habitual para resumir las maravillas de Italia: “Ve Nápoles y luego muere”. Y Pasolini (Altamarea, para septiembre), de Davide Toffolo, vuelve entre ficción y realidad a la playa romana donde el escritor fue asesinado.

Viñetas de 'El puerto prohibido', de Teresa Radice y Stefano Turconi, editada por NuevoNueve.
Viñetas de 'El puerto prohibido', de Teresa Radice y Stefano Turconi, editada por NuevoNueve.

“Noto una explosión de nuevos talentos en Italia. La diferencia principal con los años setenta y ochenta es que hoy ha madurado una conciencia de las posibilidades del fumetto, que ha alcanzado la atención de la crítica tras ser considerado durante años un subgénero popular”, defiende Gianluigi Gonano, guionista de la saga de culto Il commisario Spada (que dibujaba Gianni de Luca), rescatada en versión integral en su país y ahora traída a España por Ponent Mon. Su propio caso, de hecho, demuestra el creciente interés por las viñetas italianas. Tanto como para sorprender a otro de los entrevistados. “¿Ah sí? Me parece muy interesante. Incluso en Italia una parte del público hoy no conoce a Spada”, tercia Manuele Fior, autor de 5.000 kilómetros al segundo, Celestia, La entrevista y la próxima Hypericon, todas disponibles en castellano por Salamandra Graphic. Y muestras de la constante investigación del autor, entre géneros, temáticas y estilos de dibujos.

Pese a tanta variedad, Fior detecta un vínculo común que une a muchos fumetti contemporáneos, más allá de las raíces: “Una narración dirigida a todos. Un horizonte de altura más humana. Y, en el aspecto gráfico, un regreso a técnicas tradicionales, como el color directo o la acuarela. El cómic fue durante mucho un círculo exclusivo. Pero Igort [también fundador de Coconino y ahora editor de Oblomov, sellos clave del tebeo italiano] nos dice: ‘Dibujad para el pescadero, el fontanero y el profesor universitario’. No existen lecturas comerciales y autoriales. Una historia puede ser compleja sin resultar hermética”. Su actividad literaria en cárceles ha reforzado su oposición al estereotipo de que, para captar más audiencia, se necesita bajar el nivel: “En absoluto”.

Detalle de una viñeta de 'Yo soy Maria Callas', de Vanna Vinci, editado por Planeta Cómic.
Detalle de una viñeta de 'Yo soy Maria Callas', de Vanna Vinci, editado por Planeta Cómic.

Aunque el hecho de dirigirse a un público cada vez más amplio no significa que este esté dispuesto a escuchar. O a coger tebeos por más que los tenga ahora mucho más cerca en librerías generalistas. Vinci subraya que siempre ha protegido su libertad creativa y que el éxito, simplemente, “sucede”. Y Gonano considera que no hay garantías: “Luché con un editor para que aceptara una historia que me importaba mucho. Finalmente, fue aprobada y, para mi fortuna, fue bien. Pero me pasó también que me obcecara con un sujeto que rechazaban y que, a posteriori, no valía mucha cosa”. El tema, pues, genera debates y matices entre sus protagonistas.

Viñetas de 'Hypericon, de Manuele Fior, editado por Salamandra Graphic.
Viñetas de 'Hypericon, de Manuele Fior, editado por Salamandra Graphic.

Fior y Vinci perciben incluso una “escuela italiana” de tebeos, mientras que Zerocalcare ve muchas distintas, tal vez tantas como autores. Y Gonano apunta: “Me pregunto qué se puede buscar de típicamente italiano en un cómic. Más que nada veo una ‘escuela’ en un editor, Sergio Bonelli, que cada mes publica muchos títulos de alta tirada. Y otra particularidad son los numerosos cursos profesionales de alto nivel en decenas de ciudades”.

El nombre citado por el guionista retorna en las charlas. Porque se antoja imposible acercarse al fumetto sin el sello que lanzó hace décadas y sigue cuidando a mitos como Dylan Dog, Zagor, Tex, Martin Mystère, Nathan Never o Julia. Ahí trabajó también Claudio Stassi, otro historietista italiano habitual en España, del que Planeta sacará pronto una novela gráfica en solitario. Tampoco se pueden ignorar las siete décadas ininterrumpidas de publicación de las que presume Topolino, cuya versión española, Don Miki, está recuperando ahora Panini. Y los entrevistados mencionan también a Luciana y Angela Giussani, creadoras en los años sesenta del ladrón Diabolik, otra obra de enorme popularidad y una de las pocas ausencias llamativas en el mercado español.

Doble página de 'Corre, Zanardi', una de las obras de Andrea Pazienza.
Doble página de 'Corre, Zanardi', una de las obras de Andrea Pazienza.

A partir de entonces, y durante los setenta y ochenta, el tebeo italiano experimentó un boom, impulsado por revistas y nombres como Hugo Pratt, Milo Manara, Guido Crepax (los tres editados en Norma), Andrea Pazienza (recuperado por Fulgencio Pimentel), Tanino Liberatore (en La Cúpula) o Lorenzo Mattotti, hoy leyendas del cómic. Un listón y una influencia con los que se miden aún los dibujantes actuales. “Eran mis maestros cuando empecé y todavía los admiro. A veces los estudio; otras, los aparto porque resultan demasiado poderosos”, tercia Fior. “Para mí algunos de esos nombres fueron fundamentales. Pero está bien que exista un elemento iconoclasta, que se tome algo de los viejos artistas pero, a la vez, se les destierrre”, agrega Vinci.

Puede que, en todo caso, las ventas de esa época dorada se antojen inalcanzables. Aunque lo cierto es que los números crecen, dentro y fuera del país. “En la última feria de Turín veías cómics en todos lados. Cuando empecé yo, en los noventa, no había nada”, explica Fior. “La recaudación casi se duplicó en un año, según la Asociación Italiana de Editores. Aunque basta entrar en una librería para ver inmediatamente que el espacio ocupado por el manga supone el doble que todos los demás cómics”, asegura Gonano, sobre una tendencia que se reproduce en España. Y que, en Italia, tiene su excepción principal, o casi única, en Zerocalcare.

Viñeta de 'Capitán Jack', de Tito Faraci y Enrique Breccia, editado por NuevoNueve.
Viñeta de 'Capitán Jack', de Tito Faraci y Enrique Breccia, editado por NuevoNueve.

El “fenómeno” Zerocalcare

“Proporciona una feliz síntesis de estilo popular y contenidos importantes”, le reconoce Gonano. Fior lo considera directamente un “fenómeno” aparte, “difícil de descifrar”. Y él mismo apunta: “Siento que he tenido mucha suerte y me he beneficiado de un momento favorable. Creo que mis cosas por ejemplo ofrecen más ganchos a la prensa, no por su calidad, ya que hay cientos de autores mejores, sino por sus referencias a la actualidad o a cuestiones internacionales”. Hay más ingredientes: autoparodia, referencias que todo treintañero conoce, fidelidad a las causas que le importan, de los desahucios al colectivo LGTBIQ+, y, sobre todo, la capacidad de tratar asuntos espinosos y hasta trágico sin renunciar a la carcajada.

Detalle de la portada de 'No Sleep Till Shengal', de Zerocalcare, editado por Reservoir Books.
Detalle de la portada de 'No Sleep Till Shengal', de Zerocalcare, editado por Reservoir Books.

La misma receta le vale para narrar las vicisitudes muy cotidianas de su barrio romano o la muerte en Kurdistán, que ya afrontó en su obra más aplaudida, Kobane Calling. De hecho, el autor sostiene que una cosa le llevó a la otra: “Necesitaba que, primero, los lectores les cogieran cariño a los personajes, para luego abordar temas más complejos”. Justo lo mismo que ha hecho con su aterrizaje en la animación. Para Cortar por la línea de puntos, éxito de público y crítica en Netflix, al principio Zerocalcare pensó en otra historia, pero se dio cuenta de que no sabría escribirla, y prefirió quedarse en su “zona de confort”. El momento, sin embargo, ha llegado con su segunda serie, Este mundo no me hará mala persona, prevista para el 9 de junio.

Las expectativas se disparan. Y aunque Zerocalcare no para de encadenar éxitos, el síndrome del impostor nunca le da tregua: cree —de nuevo— que va a estrellarse. A saber. Lo cierto es que el triunfo de Cortar por la línea de puntos redimensiona, paradójicamente, el éxito de sus cómics. Porque, en el mejor y más raro de los casos, un tebeo vende cientos de miles de ejemplares. Una serie de Netflix, en cambio, alcanza enseguida millones de hogares. Tanto que, en No Sleep ‘till Shengal, el dibujante afronta y ridiculiza su propia fama. Y, de paso, relativiza el crecimiento del fumetto a su manera: “Resulta mucho mayor en la percepción externa. Al final, nos terminamos encontrando cada año todos los autores en el mismo pabellón de la feria de Luca, rodeados de gente disfrazada de Pikachu”. A este paso, eso sí, pronto se verán también en Madrid o Barcelona.

Doble página de 'Cuadernos ucranianos. Diario de una invasión', de Igort, editado por Salamandra Graphic.
Doble página de 'Cuadernos ucranianos. Diario de una invasión', de Igort, editado por Salamandra Graphic.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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