Románico, rural y poco conocido: el encanto de seis enclaves con iglesias, ermitas y monasterios por descubrir en España
De Ourense al Pirineo de Huesca, pasando por Asturias, Castilla y León y Zaragoza, han sobrevivido conjuntos con elevada concentración de templos del gran estilo artístico medieval.- Un curso de la Fundación Santa María la Real desvela la singularidad de unos monumentos en ocasiones denostados
Más allá de los nombres señeros del románico peninsular, de joyas como la colegiata de San Isidoro de León, el claustro de Santo Domingo de Silos (Burgos), la catedral de Santiago de Compostela o la catedral Vieja de Salamanca, han sobrevivido numerosos enclaves, desde Galicia hasta el Pirineo de Huesca, pasando por Asturias, Castilla y León y Zaragoza, que forman conjuntos monumentales modestos, en pueblos, pero no por ello carentes de valor y que reflejan cómo era la vida rural hace casi mil años. Un curso celebrado este fin de semana en la Fundación Santa María la Real, en Aguilar de Campoo (Palencia), titulado Enclaves del románico hispano, ha reunido a seis historiadores que han defendido la singularidad de estos espacios, en ocasiones denostados.
Un modelo de éxito en Galicia
Iniciando ruta desde el oeste de la Península, en Galicia triunfó en los siglos XII y XIII un tipo de iglesia “que procedía de Compostela y se irradió al resto del entonces reino gallego”, explica a EL PAÍS Victoriano Nodar, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Vigo. Ese paradigma fue Santa María la Real de Sar, en Santiago, “de 1136”. “Un caso de extraordinaria fortuna que se trasladó a otras iglesias. Los autores eran los mismos, procedentes del taller de la catedral de Compostela, que se construyó en paralelo. De hecho, se desarrolló en la época del arzobispo Diego Gelmírez [promotor de la catedral compostelana]. Este modelo de éxito se expandió por la diócesis de Ourense”. ¿Por qué triunfó? “Era económica de construir, se levantaba rápidamente y tenía varios usos: servía para albergar a los miembros de las órdenes religiosas, como parroquia, santuario...”.
¿Cómo es esa iglesia que se replicó? “Tiene tres naves, la central el doble de ancha que las laterales, y tres ábsides en la cabecera. El templo tenía tres puertas, que reflejaban la sociedad estamental medieval: una era para las ceremonias, otra para que entrase el pueblo a la zona dedicada a parroquia y la última, privada, para la comunidad religiosa, que comunicaba con las dependencias monásticas”. Nodar subraya que esta tipología “se repitió en decenas de casos durante décadas”.
Los canteros y escultores copiaron su trabajo en iglesias hermanas, como Santa María la Real en Xunqueira de Ambía, Santa Mariña de Augas Santas o el monasterio de Santa María de Xunqueira de Espadanedo (todos en Ourense). Un éxito que “continuó hasta el XV, ya con el gótico, lo que significa que traspasó los límites temporales del románico”.
Densidad de iglesias y riqueza escultórica en Villaviciosa
Isabel Ruiz de la Peña, doctora en Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, abordó el románico en el entorno de Villaviciosa, “donde está la mayor concentración” de este arte en Asturias. “Hay unas 20 iglesias rurales, parroquiales, con piedra de gran calidad, a lo que se suma su rica escultura en portadas, aleros, capiteles, tallas... con iconografía no solo religiosa, también hay escenas con juglares”. Este conjunto “no empezó a estudiarse hasta finales de los setenta del siglo XX, gracias a Etelvina Fernández, catedrática de la Universidad de León, hoy jubilada”.
¿Qué tenía de especial Villaviciosa? “Es una zona atravesada por una ría, rica en pesca, muy conectada con las rutas atlánticas, lo que motivó que en sus templos haya elementos del románico inglés”. El asturiano “es tardío, de fines del XII y principios del XIII”. Con dos momentos clave: “Hacia 1200, cuando se asentaron en la zona monjes cistercienses; y luego en 1270, con el otorgamiento del fuero a esta villa por Alfonso X”.
Fruto de esto último se erigió Santa María de la Oliva, antiguamente conocida como Santa María del Concejo, “la iglesia de esta villa, a caballo entre románico y gótico”. Anteriores son la iglesia del monasterio cisterciense de Santa María de Valdediós (en torno a 1200) y San Salvador de Fuentes, consagrada en 1021. En ese templo se encontraba una magnífica cruz de plata para procesionar, de 1150-1175, “que donó una mujer, Sancha González, pero hoy la original está en el Metropolitan de Nueva York porque salió de España a finales del XIX”. Hay una réplica en el Museo Diocesano de Oviedo.
Un ábside extraño en la provincia de Zamora
Otro conjunto de iglesias, levantadas en el antiguo reino de León, tuvo como característica que su ábside es recto, en vez de semicircular, como es por excelencia en el románico. De ellas habló el historiador del arte José Alberto Moráis, de la Universidad de León: “Estas iglesias son desde finales del XI hasta el XIII, sobre todo en la provincia de Zamora, “aunque la cabeza de este pequeño mundo fue Astorga”. Durante mucho tiempo se dijo que se levantaron con ese tipo de ábside porque no tenían dinero, que eran austeras, pero en realidad fue por ser fieles a construcciones prerrománicas que conocían; recurrieron a un modelo antiguo porque lo consideraban de prestigio, hasta se tomaban piezas de construcciones romanas de la zona para darles más valor”.
La más conocida es Santa Marta de Tera, en la localidad zamorana homónima. Si tomamos un mapa, esta “cabecera plana” es un denominador común si trazamos la línea León-Astorga-Tera-Zamora. Moráis abundó en que estas edificaciones “fueron denostadas debido a su simplicidad, pero es que era algo buscado”.
Humilde ladrillo en el norte de la provincia de Ávila
Si nos desplazamos a la comarca de la Moraña y Tierra de Arévalo, en el norte de la provincia de Ávila, azotada por la despoblación y el envejecimiento, existe otra agrupación de iglesias y ermitas de la segunda mitad del XII y comienzos del XIII de un románico peculiar, “debido a los materiales con que se levantaron”, dice Raimundo Moreno Blanco, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca. “Es un románico para poblaciones pequeñas, que tenían pocas opciones económicas y no podían contratar a arquitectos famosos. En un terreno, la Castilla de las grandes llanuras, que no ofrecía piedra, de ahí que se empleara el ladrillo”.
Entre estas “construcciones humildes, de una sola nave”, destaca el antiguo monasterio de Santa María de Gómez Román (a dos kilómetros de Arévalo), conocido como La Lugareja. “Estas decenas de templos están muy vinculadas a la repoblación del territorio tras la entrada del rey Alfonso VI de León en Toledo”. En ellos son características las torres, “incluso alguna iglesia tiene dos, una maciza, que era el campanario, y otra hueca, probablemente como ostentación para demostrar las posibilidades que tenían”.
Lo que apenas han llegado son esculturas, aunque entre esas manifestaciones destaca un rostro de rasgos africanos en La Lugareja (¿quizás por la presencia musulmana?). “A partir del Renacimiento se revistieron los interiores y se ocultó lo románico. Ahora se están levantando esas estructuras para determinar cómo eran en origen”.
Maestros de la escultura en Cinco Villas (Zaragoza)
Una zona que, en cambio, presenta una excepcional decoración escultórica es la zaragozana comarca de Cinco Villas. Juan Antonio Olañeta, historiador del arte en las universidades de Lleida y Barcelona y responsable de la web claustro.com, disertó sobre “13 iglesias de ocho municipios; solo en la localidad de Uncastillo hay seis”. Destacó la decoración de las portadas de esos templos. Los aficionados al románico pueden extasiarse contemplando las de Santa María y San Felices, en Uncastillo; San Salvador de Ejea de los Caballeros o San Esteban en Sos del Rey Católico.
También han llegado hasta hoy los nombres de escultores como Leodegarius o el conocido como maestro de San Juan de la Peña. “En esta zona confluyeron varios de los talleres más importantes del momento, alguno procedente del sur de Francia”. Olañeta explicó que en la iconografía de las Cinco Villas hay temas predilectos: “Episodios del Antiguo Testamento, como la expulsión del paraíso, y del Nuevo, en especial, escenas de la infancia de Cristo, como la snunciación o la adoración de los Magos”. Asimismo, hay representaciones de músicos y danzarinas, alguna posando con los brazos en jarras, y monstruos devoradores de pobres víctimas.
Sorpresa entre valles pirenaicos perdidos
Este viaje de oeste al este finaliza con las iglesias del Serrablo, en el Alto Valle del río Gállego (Huesca). Se localizan en poblaciones “que tenían como máximo unos 10 fuegos, es decir, hogares”, señala Javier Martínez de Aguirre, catedrático de Historia del Arte Medieval en la Universidad Complutense de Madrid. “Hablamos de unos 25 edificios, que están en valles pirenaicos perdidos; pequeños, que no fueron estudiados hasta los años treinta del siglo XX”. Desde entonces se desarrollaron dos teorías, “en un debate que sigue abierto”: o se las considera mozárabes, por incluir elementos de origen islámico, o se las clasifica como románicas. “En mi opinión, estamos ante iglesias del románico pleno, buena parte se construyeron en el XII”.
Lo que se ignora es por qué en esta zona de difícil acceso hay tal concentración de templos, “ya que no era poderosa económicamente”. “Se cree que fueron obra de distintas cuadrillas en diferentes momentos y se han conservado las que estaban en pueblos más pequeños y de menor renta”. La más célebre es San Pedro de Lárrede (Sabiñánigo), con su torre elevada y esbelta.
Una peculiaridad de casi todos estos ejemplos “es que en su decoración exterior hay una solución rara, un friso de rollos verticales, unos elementos redondeados que están en el ábside y cuyo origen se desconoce”. Esto, unido a la presencia de arcos de herradura y las torres, “que a algunos estudiosos les recuerdan a alminares de mezquita, reforzaron la tesis del origen mozarabista”. “Otros expertos lo niegan y entienden que estas peculiaridades proceden del primer románico, de tradición lombarda, italiano”.
Todos estos paisajes del románico parecen cuadrar con el florecimiento de poco después del año 1000 que describió un monje de la orden de Cluny: “Fue como si el mundo quisiera despojarse de su robustez para recubrirse de un blanco manto de iglesias, a cada cual más hermosa”.
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