Adriana Ugarte: “La mujer está más desprotegida que el hombre en la sociedad actual”
La actriz estrena ‘Lobo feroz’, y aboga por seleccionar mucho los trabajos interpretativos y por una vida personal rica alejada de los focos de la fama
Si algo caracteriza a Adriana Ugarte (Madrid, 38 años) es su paciencia. Dos años esperó al estreno de la serie La señora, y dos años ha esperado al estreno de su última película, Lobo feroz, adaptación de un thriller israelí que tuvo en su estreno en 2013 a Quentin Tarantino como gran adalid (le encantó y lo gritó a los cuatro vientos). La versión española se mantiene cercana a la original, excepto en el personaje de Ugarte; ahora es madre lo que antes era padre. La actriz, tras la noche de preestreno de gala, se sienta delante de un chocolate, cuatro churros y un té. Sin complejos ante el aporte calórico y sin tapujos ante la grabadora, la actriz habla de vida fuera de las bambalinas y de crecimiento personal.
Pregunta. Aunque sea un thriller, la película no deja de señalar la existencia, hoy en día, de depredadores que van a cazar a la mitad de la población española, la femenina, y eso es un problema social.
Respuesta. No pondría el acento sobre eso, pero es cierto: la mujer está más desprotegida en la sociedad actual que el hombre. En realidad, para mí la película habla de los vínculos, y de cómo cuando alguien los rompe, puede haber respuestas agresivas. Tratamos de dignificar el dolor y honrar esa pérdida. Ahora bien, cambian los métodos: desde los más cercanos a la justicia a los más brutales, como los que usa mi personaje. Volviendo al inicio, por desgracia, existe una mirada diferente hacia la niña y hacia la mujer que va emergiendo de esa niña. Y no me vale la respuesta de que está en la biología, en que el macho busca reproducirse. Que seamos seres racionales no solo vale para escribir tramas de traición [se refiere a la película], sino para otras cosas, como el comportamiento.
P. Golda Meir, cuando era primera ministra de Israel, asistió a una reunión de su gabinete en el que le aconsejaron toque de queda para las mujeres ante un incremento de violaciones. Y ella respondió: “Pero, ¿quién viola a quién?”. Pues toque de queda a los hombres.
R. Es que ese tema sobrevuela la película, y Meir hacía el análisis correcto. En realidad, si el vástago de mi personaje fuera un niño en vez de una niña, ella se hubiera comportado igual. Vale, los depredadores suelen ser hombres, cierto. Me interesa mucho subrayar la desprotección de la infancia. Y cómo aún hoy los adultos se aprovechan de los niños, porque los adultos deberíamos de ser seres confiables. Y eso me da mucha pena.
P. ¿Se siente contenta con su carrera?
R. Sobre todo, siento gratitud, y la carrera me ha dado muchas oportunidades para aprender, nuevos retos que me interesen. Cada personaje se puede hacer de muchas maneras, y busco la forma más difícil, la que haga el reto más atractivo. Aunque no lo parezca, soy una persona tímida, y desde pequeña quise dedicarme a esta profesión sin saber la exposición que acarreaba. Me está ayudando mucho a no buscar hacia fuera, algo que en sánscrito denominan pratyahara, y es el ejercicio de recoger los sentidos hacia adentro, para que estén al servicio de la mente y no al revés. Intentas dejar de sufrir por las comparaciones, por cosas que te hagan sentir una pequeña pelusilla.
Hay que darle el derecho de los personajes a ser, desde el libreto te gritan que quieren un cuerpo. Soy el avatar de los personajes”
P. Pues se dedica a una profesión, desde las pruebas de reparto a los premios, que chapotea en la comparación.
R. Bueno, es que pasa en toda la sociedad. Hasta en yoga nos comparamos de esterilla en esterilla. Lo importante es plantearte para qué haces lo que haces, cuál es el sentido último de tu labor, más allá de lo que te valoren los demás. Tienes dos actitudes: o una de gratitud, que me parece más inteligente, o instalarte en la queja, en el “no se me valora lo suficiente”. Bueno, ¿qué es lo suficiente? Te confronta con tu ego.
P. ¿Por eso trabaja tan poco?
R. Me reservo mucho, cierto. Porque tengo una vida personal que me interesa, que me hace crecer y me reta, y cuando acaba un rodaje me apetece volver a mi vida. No tengo necesidad de enganchar un proyecto tras otro. Y cuando lo hice en su momento, no me generó nada positivo. El corazón me demandaba otras cosas, que iban más allá del dinero o del reconocimiento. Creo que todos somos iguales, y que necesitamos vernos desde nuestro corazón con maneras amorosas.
P. ¿Por eso sus estudios de Filología inglesa y de Filosofía y letras?
R. Sí, ahora he hecho una formación maravillosa de cinco meses con unas profesoras estupendas para ser formadora de yoga. Y hay una parte muy grande de filosofía, algo que desconocía, más allá de las posturas. Por eso te hablaba de vida personal atractiva. Ah, vivo rodeada de animales en el norte de España, focalizada en la naturaleza, y eso me ayuda mucho. Cuando acaba un rodaje, necesito toma de tierra. Ah, sigo con Filosofía...
P. ¿Cada proyecto lo hace por razones distintas?
R. No, hay un elemento común. Desde que empecé, siempre he pensado en ponerme al servicio de los personajes. Y eso te aleja de los miedos y los egos. Hay que darle el derecho de los personajes a ser, desde el libreto te gritan que quieren un cuerpo. Soy el avatar de los personajes. Y lo he sentido desde niña.
P. En su casa, a su padre, magistrado de la Audiencia Nacional, y a su madre, escritora, les entraron dudas.
R. Y eso que nunca cortaron mis inquietudes artísticas, como el flamenco. Pero yo, ahora, adulta, les comprendo. Lo dudaría, aunque a la vez entiendo que es una profesión que te puede hacer fuerte... si no pierdes pie, y no dejas que miradas dañinas te hieran. Puedes darle la vuelta a las cosas. Pierdes el anonimato, cierto, pero aprendes a agradecer ese cariño. Mis padres trabajan muchas horas y nadie las aplaude por la calle. Es duro transitar esta vida en muchas ocasiones, facilitémonoslo.
Babelia
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