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Annie Ernaux: “El Nobel es una señal de justicia y esperanza para todas las escritoras”

La escritora francesa reivindica su voluntad de “vengar” a su “raza” y a su “sexo” en el discurso de aceptación del premio en Estocolmo

Annie Ernaux en un momento de su comparecencia ante la Academia Sueca.Foto: FREDRIK PERSSON/TT (AP) | Vídeo: EPV
Marc Bassets

Annie Ernaux prometió cuando tenía 22 años “vengar a su raza.” Hablaba de la clase social de sus padres y antepasados: pequeños comerciantes, obreros, agricultores sin tierra. También descubrió pronto que debía “vengar a su sexo” en un tiempo en que los abortos eran ilegales y las mujeres, incluso en la avanzada Francia para la época –los años cincuenta y sesenta–, se veían sometidas legalmente a sus maridos.

De todo esto habló Ernaux (Lillebonne, 82 años) este miércoles en su discurso de aceptación del premio Nobel de literatura en la sede de la Academia Sueca en Estocolmo. Y no hablaba solo en pretérito. Al combate de clase –combate en el que incluye a los inmigrantes– y al combate feminista, les quedan muchas batallas por delante, según la autora de Los años y Pura pasión.

“Hay en Francia y por todo el mundo intelectuales masculinos para quienes los libros escritos por mujeres simplemente no existen, nunca los citan”, dijo Ernaux. “El reconocimiento de mi trabajo por la Academia Sueca constituye una señal de justicia y de esperanza para todas las escritoras”.

Clase, sexo, lengua: la Conferencia Nobel, de seis folios y 2.500 palabras, es un concentrado de la literatura de Ernaux y de su visión del mundo, una magnífica puerta de entrada a una autora y una obra que ha inventado una nueva manera de contar y mirar. Libros muy breves, frases cortas, primera persona y una voluntad de enfrentarse al mundo –a la propia vida, a sus conflictos– sin escudo. La ceremonia de entrega se celebrará el sábado.

“¿Por dónde empezar?”, arrancó Ernaux pasadas las cinco de la tarde. “Esta pregunta me la he planteado decenas de veces ante la página en blanco. Como si hubiese que encontrar la frase, la única, que me permitirá entrar en la escritura del libro y levantará de repente todas las dudas. Una suerte de llave”.

La llave que abrió el discurso es la misma frase que escribió hace sesenta años en su diario íntimo: “Escribiré para vengar mi raza”. Es una cita de Rimbaud: “Soy de raza inferior para toda la eternidad”.

La autora de El lugar y El acontecimiento explicó que, procedente de una familia humilde, fue a la universidad y ahí creyó que la educación superior y los libros en los que se sumergía representaban “una suerte de continente” opuesto a su clase social y que servirían para reparar “la injusticia social del nacimiento”.

Quería ser escritora, pero la vida la arrastró. Madre de dos hijos y profesora de literatura en un instituto, se dio cuenta de que se alejaba cada vez más de la promesa: vengar a su raza. La muerte del padre, un nuevo puesto de profesora en una escuela con alumnos de clase popular, y los movimientos políticos de finales de los 60 la llevaron a asumir sus orígenes, su “raza”. Y a convertirse en escritora.

“[Se trataba] de sumergirse en lo indecible de una memoria apartada y de poner al día la manera de existir de los míos”, dijo. “De escribir para entender las razones en mí y fuera de mí que me habían alejado de mis orígenes”. Y continuó: “Vengar mi raza y vengar mi sexo serían lo mismo desde entonces”.

Ernaux topó con un problema: su lengua –la que enseñaba como profesora, la que leía en los clásicos– era la de los dominadores. Debía inventar una nueva lengua, a la altura de las personas y hechos que describía.

“Adopté, a partir de mi cuarto libro, una escritura natural, objetiva, ”plana” en el sentido de que no comportaba ni metáforas ni signos de emoción”, explicó. “La violencia ya no se exhibía, venía de los hechos mismos y no de la escritura”. Todo es político, en Ernaux. Incluido su uso de la primera persona, privilegio en el Antiguo Régimen de los aristócratas y, para ella, garantía de la “autenticidad de la búsqueda”. En la estela de Jean-Paul Sartre, que ganó el Nobel pero lo rechazó, reivindicó la tradición del intelectual comprometido: “Un libro puede contribuir a cambiar la vida persona, a romper la soledad de las cosas sufridas y desaparecidas, a pensarse diferentemente. Cuando lo indecible ve el día, es político”.

Ernaux rindió homenaje a las mujeres que se sublevan en Irán “contra la forma más violenta y más arcaica” del poder masculino. Denunció “la violencia de una guerra imperialista librada por el dictador al frente de Rusia”. Alertó contra “el aumento de una ideología de repliegue y cierre” en las democracias europea, ideología, dijo, “fundada en la exclusión de los extranjeros y los inmigrados, el abandono de los económicamente débiles, la vigilancia del cuerpo de las mujeres”. Y expresó el temor a que el peso del necesario “rescate” del planeta “recaiga sobre los más desfavorecidos”.

“En algunos momentos de la Historia”, dijo, “el silencio no es de recibo”. Ernaux concluyó con una confesión: “Si vuelvo a la promesa que hice a los veinte años de vengar mi raza, no sabría decir si la he realizado”. Pero añadió que fue su raza la que le dio “la suficiente fuerza y cólera” para hacerse un lugar en la literatura, una literatura que le dio “acceso a otros mundos y otros pensamientos, incluido el de rebelarse contra ella y querer modificarla”. Modificar la literatura y rebelarse contra ella, ¿para qué? “Para inscribir mi voz de mujer y de tránsfuga social en lo que sigue presentándose como un lugar de emancipación, la literatura”, concluyó.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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