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Alba Molina: “Soy más niña que antes y antes era más tonta, sin duda”

La cantante regresa con Las niñas, 15 años después de su éxito con ‘Ojú’ y prosigue su carrera aparte con el pianista Pepe Rivero

Alba Molina
Alba Molina, el pasado marzo, en Madrid.Álvaro García
Jesús Ruiz Mantilla

Alba Molina Montoya dice ser más gitana que flamenca. Porque gitana una lo es en todo en la vida y flamenca, a ratos. En ella se junta todo. La hija de Lole y Manuel voló muy pronto por sí sola y probó todos los palos en la vida: fue modelo y artista, es transparente y locuaz, rompe a llorar cuando menos se lo espera en el escenario y lo cura a carcajadas junto a Pepe Rivero, pianista. Ahora vuelve con Las niñas (junto a Aurora Power y Vicky Luna), el trío que se lanzó con Ojú, e inventó un lenguaje. Han cumplido años, pero no suficientes como para no seguir conservando esa inocencia espontánea con jerga y guasa propia.

Pregunta. ¿En cuánto tiene el récord de cuándo rompe a llorar en el escenario? Yo a la tercera canción ya la he visto echar la lagrima.

Respuesta. Depende, si es con un repertorio de Lole y Manuel es que se me cambia el corazón de sitio.

P. ¿Qué le provoca ese llanto?

R. No lo sé. Cuando ocurre eso no estoy pensando en nada, es sentimiento. Se me junta todo.

P. Su padre murió en 2015, ¿desde entonces lo siente mucho más presente?

R. Sí, es como si se me hubiera metido dentro.

P. Cuando ocurre eso, ¿cree que es la transfiguración de la presencia en recuerdo?

R. Sí, o no, ya digo, como si estuviera dentro, como si fuera yo. Aunque, qué más quisiera yo que haber sido él en el escenario.

P. Sus padres fueron esos rompehielos que abrieron el flamenco. ¿A dónde?

R. No sé si ellos buscaban eso. Ellos sentían de una determinada manera. Yo, igual. Hacemos lo que sentimos sin pretender llegar a ningún sitio.

P. A lo mejor, llegar, no, pero de algún lugar han salido.

R. Respeto a la gente que se plantea llegar a alguna parte. Yo, por ejemplo, no tengo esa necesidad. A todos nos alimenta el ego y está bien gustar a mucha gente, pero yo hago esto porque lo necesito y esa es mi forma de llegar a… Una necesidad. Y eso me ha permitido hacer todo lo que me da la gana toda mi vida. Y eso es ya un éxito.

P. ¿Y ahora qué quiere?

R. Pues quizás cantar tres veces por semana en el mismo sitio, algún bolillo e irme a casa con mis niños y ya está. También a veces pienso que si me dicen que cantando en un determinado lugar me voy a convertir en Sade, pues vale, lo acepto, porque Sade me gusta. Pero si me dicen que así o asá, seré Madonna, eso no. No lo quiero. Solo me vendría bien un poquito más de dinero y orden.

P. ¿Se siente caótica?

R. Digo orden, para todo el mundo, no solo para mí. Yo me siento bastante bien.

P. ¿Y los hijos le ayudan a ordenarse?

R. Sí, claro, tengo dos.

P. ¿Artistas?

R. La niña tiene 20, es una artista con las manos y canta. El niño, 11 y también, canta, toca la batería, le da al rap y al cubo de Rubik. Arregla las máquinas por dentro, es un ordenador con sentimiento. O al revés, un sentimiento con ordenador, lo prefiero así, es más bonito.

P. ¿El flamenco con piano se engrandece?

R. Lo que yo hago con Pepe Rivero no es flamenco con piano, él no toca flamenco, es lo más versátil del mundo. Y yo soy gitana pero no soy flamenca. Eso también se nota.

P. ¿Me explica ese matiz?

R. ¡Hombre! Yo soy gitana a la hora de vivir. Imagínate a la hora de cantar. Es una manera de ser… La manera de comer, las toallas colgadas en la puerta, ¿qué pasa, joe? Cortar las papas para la tortilla cantando, con mucho arte, que me salen para morirse. Vengo de un lugar precioso. Con una cultura tremenda. Y agradecida y bendecida por eso. Yo me recojo el moño por detrás y se ve que soy gitana.

P. Entre su moño y los tatuajes que lleva, ¿podríamos encontrar una definición de quién es usted?

R. Pues sí, para que veas. Mi abuela me decía que tú, te pongas lo que te pongas, se te ve que eres la más gitana del mundo.

P. ¿El siglo XXI ha servido para una mayor integración?

R. En nuestra raza ya se ven cosas que no se veían. Vamos cogiendo nuestro sitio. Ya hay abogados, psicólogos, gente con carreras. Eso me da mucha alegría. Aunque todavía existe el clasismo, la tontería y esas cosas que dan mucho coraje. En algunos asuntos, aún más.

P. ¿Vamos para adelante o hacia atrás en eso del racismo?

R. No lo sé, quizás para atrás. El humano se ha convertido en una clase de bicho que no sé adónde va. Con esas frasecitas en las redes. ¡Coño! ¡Léete un buen libro, joe! A mí me encanta el Instagram, pero también un buen libro. Ahora esto leyendo Maneras de amar, de Amir Levine y Rachel Heller.

P. Se ha metido en un mal tema… ¿Qué está aprendiendo?

R. Cosas de mí. Ordenándolas, entendiendo mi comportamiento.

P. ¿Qué no sabía de usted?

R. Nada. Yo es que soy una cascada que suelta un montón de cosas, una montaña rusa: arriba abajo, arriba abajo. Siento pero no sé reflexionar.

P. ¿Para qué vuelven La niñas?

R. Para divertirnos. Incluso siendo coristas. Yo siempre quise ser corista de O’funkillo, pero no me dejaron porque ya tenía discos en la calle.

P. ¿No han crecido todavía?

R. No, yo soy más niña que antes, antes era más tonta, sin duda.

P. ¿Hubo lío entre ustedes?

R. Pues como en todos los grupos del mundo, que se juntan y se separan, se juntan y se separan… Somos tres mujeres, tres caracteres, tuvimos a los críos, la vida cogió otra forma, inevitablemente. Pero yo nunca lo di por terminado y ahí estamos.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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