San Isidro 2022 es el ciclo taurino más importante del mundo, pero no una feria histórica
La cartelería madrileña contiene tardes interesantes, pero no deja con la boca abierta ni supone una ruptura con el pasado
La Feria de San Isidro de 2022, presentada oficialmente el pasado lunes en el transcurso de una gala desbordante de luminosidad y música, es el ciclo taurino más importante del mundo, pero no un serial histórico.
Es lógico que opinen lo contrario los empresarios Simón Casas y Rafael García Garrido y todos sus allegados, pero ese no es más que un legítimo ardid publicitario.
Es la más importante por el número de festejos porque reúne a casi la totalidad de los toreros interesantes de la actualidad y algunas de las ganaderías más conocidas, y porque se celebra en la capital del país de referencia taurina.
Pero la feria es tan histórica como lo fue la de 2018 o 2019, es decir, porque durante un mes es el centro de la tauromaquia y en su ruedo se dirimen los sueños de la torería andante y de criadores privilegiados.
Pero no más.
La característica más sobresaliente de San Isidro 2022 es su propia existencia, al margen de su contenido
No es histórica porque la cartelería no deja con la boca abierta, porque no despierta emoción antes de empezar; porque no supone una ruptura con el pasado ni establece una nueva estructura; porque no es innovadora…
En este momento, la característica más sobresaliente de la Feria de San Isidro de 2022 es su propia existencia, al margen de su contenido; y que las puertas de Las Ventas están abiertas de nuevo para acoger a aficionados y público después de la oscuridad de dos años que han producido una sangría sin precedentes en la historia de la tauromaquia.
Es patente, además, el interés general en que se pueda dar carpetazo al pasado, aumente el número de abonados y que la feria sea un éxito de toros y toreros, de modo que la fiesta tome aire, se desprenda de una vez del virus que la ha mantenido recluida y vuelva a sonreír, a pesar de tantos enemigos poderosos que sueñan con verla con media estocada en el hoyo de las agujas.
Consta, porque así lo han confesado, el desmedido interés de los empresarios por confeccionar la mejor feria posible para que la plaza sea un hervidero, y también —esto no lo han dicho, pero se sobreentiende— para obtener un pingüe beneficio después de tan largo cierre.
Pero nada es perfecto.
Quizá por eso la noticia más sorprendente y preocupante es que la realidad demuestra que “la mejor feria posible” sigue siendo rellenar de la más atractiva manera los huecos de siempre, de modo que la cartelería de San Isidro confirma que el método de trabajo es el mismo de antaño, como si no hubiera sucedido nada.
Y no es así.
Recordaba hace unos días Miguel Abellán, director del Centro de Asuntos Taurinos de Madrid, que en San Isidro de 2016 hubo 20 tardes de “no hay billetes”, y solo ocho en 2019. Y ahí están los estudios de Vicente Royuela, catedrático de Economía Aplicada, aficionado de hondas raíces familiares: de acuerdo con la encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura, el 53% de los españoles manifestaba en 2014 un nulo interés por la fiesta, cifra que aumentó tres puntos cuatro años más tarde; en 2006 acudía a los toros el 10% de la población, y solo el 6% en 2018. Es cierto, por otra parte, que el 25% de la población manifiesta simpatía por la tauromaquia, pero de estos solo acude a las plazas entre el 13 y el 15%.
Añádase a este escenario los efectos de la pandemia (el recelo a las concentraciones masivas y el número de aficionados veteranos que se han quedado en el camino), y, por si fuera poco, las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, que podría frenar el acercamiento a las taquillas.
Es decir, que el mundo ha cambiado y mucho en estos dos últimos años, y la que permanece con el mismo traje es la fiesta de los toros.
San Isidro de 2022 sería histórico si los empresarios hubieran sido capaces de ser revolucionarios, si se hubieran atrevidos a ser calificados como locos; si hubieran sorprendido al mundo con una feria creativa y diferente. Es más fácil escribirlo que hacerlo, claro que sí, pero no se olvide que la plaza de Las Ventas es la más importante del universo taurino, todo lo que en ella se anuncia y suceda sirve de guía para todos, y se supone que los empresarios que la gestionan son los más preparados del colectivo.
El mundo ha cambiado en estos dos últimos años, y la que permanece con el mismo traje es la fiesta de los toros
San Isidro es un ciclo largo, muy largo; la empresa argumentará que ese es el único modo de ofrecer oportunidades a muchos toreros que no tendrían cabida a lo largo de la temporada; que se trata de aprovechar las sinergias de un abono concentrado en un mes, y que cada vez tiene menos sentido repartirlo a lo largo del año.
Será verdad, pero no se sostiene que ese “gran San Isidro” que pregonan sus gestores se limite a 10 carteles de gran interés por la única razón de que reúnen a las figuras más reconocidas del momento.
Buenos carteles también se anuncian en las Fallas, en la Feria de Abril o en cualquier otra de menor rango porque a todas ellas acuden los toreros más reclamados por el público.
La semana pasada, en este mismo blog, José María Martínez, uno de los profesores de Aula Taurina, recordaba el comentario de un ganadero: “Para perdurar hay que evolucionar”, y añadía de su propia cosecha: “Hemos entrado en la dinámica del aburrimiento porque la estructura del espectáculo está oxidada desde hace mucho tiempo”.
Sabia reflexión.
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