Fernando Cuadri, ganadero: “La selección ha conseguido que el toro, que es una presa, se convierta en atacante” (y II)
“Ni la casta ni la bravura son condiciones estables; los criadores mantenemos un pulso constante con la naturaleza”
El ganadero Fernando Cuadri no necesita cuestionario. Son tantos los conocimientos que acumula que habla sin parar, como si estuviera en el estrado de un aula; y, a veces, se detiene, sonríe y pregunta ¿me estoy enrollando, verdad?
Es un rollo muy interesante. Una clase magistral sobre ese misterio llamado toro de lidia; es la enseñanza de un sabio, humilde como todos los verdaderamente grandes, cuyos descubrimientos permiten conocer algo más al gran protagonista de la tauromaquia.
La semana pasada finalizaba con una afirmación sorprendente: “La ley natural tiende a proteger a las especies, y al toro no lo puede proteger porque los ganaderos fomentamos una condición que va en contra de su existencia, que es la bravura y la casta”.
P. Está usted diciendo que el toro no es bravo por naturaleza.
R. “Eso es. Los animales se dividen en depredadores y presas, los que atacan y los que defienden, y el toro, como rumiante ungulado, siempre ha estado en el grupo de las presas, y ha sido el hombre el que lo ha convertido en un atacante”.
Fernando Cuadri explica con detenimiento su razonamiento, y señala que la vaca brava parturienta se retira del grupo, busca un lugar tranquilo y suele parir de noche. Come la placenta para recuperar fuerzas y eliminar el olor a sangre. Lame al becerro para crear un lazo de unión entre madre e hijo, y le da los calostros, la primera leche, muy rica, que le genera defensas para toda la vida. A continuación, la vaca esconde al becerro, “lo deja encamado”, dice el ganadero, y así lo mantiene durante 24 horas.
“Si el toro pelea es porque no sufre; huiría si la sensación de dolor fuera mayor que su afán de lucha”.
“El becerro no se levanta; lo ves y parece muerto. Ese es el instinto de conservación”, añade Fernando Cuadri.
“¿Qué sucede en la naturaleza con animales similares?”, continúa. “Si aparece un depredador, se levantan, berrean, llaman a la madre y buscan su protección. Este es el mandato de la ley natural: ‘levántate, que viene un enemigo’. ¿Qué hace el becerro de lidia? Normalmente, ni berrea ni corre, sino que hace frente al depredador sin posibilidad de supervivencia”.
P. Es de suponer que esta reacción es producto del afán de lucha que caracteriza al toro de lidia…
R. “Efectivamente. Pero ni la casta ni la bravura son condiciones estables, no son propias del toro y tienden a desaparecer. Estamos echando un pulso constante a la naturaleza”.
P. Algo genético debe tener el toro.
R. “El toro tiene el carácter de defensa; digamos que unas gotas de fiereza, de modo que cualquier vaca embiste para defender a su cría. Pero el toro de lidia es un producto de la selección de los ganaderos a partir de una base mínima. Es cierto que el uro, el toro primigenio, era una raza más violenta, pero carecía de casta y bravura. El uro no se dejaría picar ni embestiría a la muleta. Esa es la prueba de que la bravura actual es una condición inculcada. De lo contrario, no habría que tentar todos los años”.
A partir de aquí, el problema radicaría en cómo se fija ese afán de lucha en los animales de raza brava, y Fernando Cuadri responde que la clave es la consanguinidad (el cruce entre parientes), “aunque la naturaleza la rechaza porque resta defensas”, explica, “y si la utilizas en exceso las vacas, abortan, enferman y no engordan”. “Pero fijan caracteres”, concluye el ganadero.
“En pocas palabras, de unas migajas de fiereza hemos conseguido que el toro ataque, y que cambie su estatus en la naturaleza. Ha pasado del grupo de los que se tienen que defender a los que atacan”.
Considera el criador que el toro es el animal más privilegiado de la raza vacuna porque su reproducción es esencialmente natural, por la superficie en la que vive, por su alimentación herbívora y de pienso, y por el tiempo de vida, una media de cuatro años frente a los diez meses del ganado manso.
“El toro es la especie que más protege a los suyos”, señala, “cada animal que se lidia mantiene a 12 o 14 de su familia en el campo; y la dehesa es el ecosistema que defiende a la fauna y flora que vive en ella porque no admite cultivos ni furtivos”.
P. El toro será un animal privilegiado, pero no negará que sufre durante la lidia.
R. “Está científicamente probado que no es así, pero no hace falta recurrir a la ciencia. En la cabeza de todo ser vivo no caben dos sensaciones al mismo tiempo. Si a usted le duele mucho una muela y durante el trayecto al hospital atropella a un niño, el dolor desaparece inmediatamente porque ha surgido un problema más grave. La lidia plantea dos opciones: o embistes o huyes. Si el toro pelea es porque ha olvidado el dolor. Huiría si la sensación de dolor fuera mayor que su afán de lucha. El toro bravo no sufre mientras pelea”.
P. Usted ha reiterado que la bravura es el afán de lucha que se manifiesta en la embestida, la casta sería la entrega, y la nobleza es sinónimo de obediencia. Pero hoy prevalece el toro noble sobre los demás.
R. “Cuando el toro es más noble que bravo aparece el tontito. El toro pierde protagonismo cuando se le disminuye la casta. Ese es el toro que quieren las figuras porque molesta menos. El animal encastado es exigente y debe molestar. Nunca he entendido que un torero disfrute delante de un toro”.
“De no haber sido ganadero no hubiera sido taurino”
“Nosotros nunca hemos pretendido que las figuras lidien nuestros toros porque los ‘cuadris’ son espabilados y no tontos”, añade el ganadero. “Además, los toros debes elegirlos tú y equivocarte, llegado el caso. Si optas por las figuras, debes aceptar el cambio de toros, y ya no lidias lo que tú quieres, sino lo que imponen otros”.
P. Usted ha llegado a decir que de no haber sido ganadero no hubiera sido taurino.
R. “Posiblemente no hubiera ido a los toros porque no conocería la vida de estos animales y solo vería lo que ve la mayoría, la pelea y la sangre, y como animalista no le encontraría explicación. No sería aficionado, pero no antitaurino”.
Fernando Cuadri tiene un recuerdo para su padre, el fundador de la ganadería, de quien se ha cumplido recientemente el centenario de su nacimiento: “Fue un magnífico estudiante. Se licenció en Derecho y lo fichó el catedrático Manuel Giménez Fernández como adjunto, pero duró poco como profesor, porque su vocación era ser ganadero. Y fue muy bueno porque era muy estudioso de la ganadería y tenía mucha memoria, y no como yo”.
P. Tendrá usted mala memoria, pero seguro que no ha olvidado la tarde de 13 de junio de 2019 en la plaza de Las Ventas, horas después de que anunciara su retirada.
R. “No; aquella pancarta del tendido 7 (D. Fernando Cuadri, gracias por todo) ha sido lo más emocionante que he vivido como ganadero. Ese agradecimiento, ese trato tan cariñoso, no lo olvidaré nunca”.
“Me he enrollado mucho, ¿verdad?”, termina el ganadero.
“Bueno, pues fíjese si esto es difícil que en los 46 años que he estado al frente de los toros habremos lidiado unas 180 corridas, más o menos, a una media de cuatro corridas por temporada, y puedo asegurar que no ha habido más de 15 o 20 toros que se hayan acercado al modelo equilibrado de casta, bravura y nobleza que perseguimos”.
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