‘WALL-E’ y su augurio certero sobre el futuro de la humanidad
La comodidad se ha convertido en uno de los grandes alicientes de la nueva generación, pero ¿hasta qué punto alimenta la pereza más sedentaria?
Miro la estantería, está llena de juegos sin abrir. Repaso mis bibliotecas digitales, más y más títulos esperando su turno. Nunca ha sido tan fácil acceder a videojuegos como en la actualidad. Las principales plataformas regalan productos periódicamente, por no hablar de las rebajas, cada vez más frecuentes, incluso en artículos recién lanzados al mercado. Tenemos más de lo que podemos abarcar, y ahora que se han puesto en marcha servicios a la carta como Xbox Game Pass o PlayStation Now, la oferta es casi ilimitada. Esta realidad está ligada íntimamente a los hábitos de consumo, que alientan la compra compulsiva y la necesidad de estar siempre a la última. Es la filosofía del usar y tirar, lo que vale hoy no servirá mañana.
En el mundo contemporáneo cuenta el aquí y el ahora, lo inmediato, lo más cómodo para el consumidor. Cada vez que pienso en el futuro de la humanidad me viene a la cabeza una escena muy premonitoria de WALL-E, la película de Pixar. Aparecen unos individuos obesos que nunca se mueven del sitio porque todo lo que necesitan lo reciben sin mover un dedo. Una inquietante metáfora de lo que ya en cierto modo ocurre en el presente, no solo en la industria de los videojuegos, sino en todos los ámbitos de la vida.
La sociedad de hoy en día no tiene tiempo para nada, vive inmersa en un bucle de estímulos rápidos, de bombardeos informativos continuos que se abren paso hacia el cerebro sin que los procesos reflexivos sean capaces de digerir todos los datos que recibe de forma machacona y constante. De ahí que las fake news hayan encontrado en las redes sociales un espacio natural para colarse directamente en nuestras cabezas. La tecnología no tiene una naturaleza maligna per se, ya que es el ser humano el que le insufla un significado u otro. Pero consciente o inconscientemente, su uso define patrones y nos conduce a depender de ella casi para todo. Los videojuegos, lejos de huir de esa circunstancia, son partícipes de ella.
Poco antes del lanzamiento de la nueva generación de consolas, mantuve un pequeño debate sobre si comprar una máquina con lector o sin lector de discos. Uno de mis compañeros argumentó que prefería hacerse con una PS5 digital porque así no se veía obligado a introducir el disco, un proceso, al parecer, tremendamente incómodo y poco práctico. ¿Por qué voy a levantarme del sillón si puedo iniciar la partida sin moverme del sitio, solo con un par de pulsaciones de mando? ¿Para qué voy a sacar el producto de una caja si puedo seleccionarlo en el menú de la consola? Es tontería, ¿no? Un vestigio del pasado, un obstáculo, una incomodidad.
Tanto PS5 como Xbox Series X y Xbox Series S incorporan toda una serie de opciones de calidad y accesibilidad que permiten agilizar muchos de estos procesos, algo que es una ventaja en toda regla. No lo dudo, es más, yo mismo lo celebro. Y sin embargo, al mismo tiempo, no puedo evitar que mi cerebro lo relacione con la mencionada secuencia de la película de Disney: pereza, sedentarismo, inmediatez y comodidad por encima de todo lo demás. Escucho una vocecita que me susurra al oído que nos dirigimos inexorablemente hacia un escenario similar, porque ya se sabe, la realidad suele superar a la ficción, pero ya nos encontramos en una ficción muy real, o mejor dicho, en una realidad muy real.
Babelia
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