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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Bob Dylan y la leyenda del fontanero

La misteriosa vida del cantautor ha alimentado abundantes mitos urbanos. Uno de los más difundidos es sobre un encuentro que nunca se produjo con el cantante de Eurythmics

Diego A. Manrique
Bob Dylan
Bob Dylan, encantado de dar una rueda de prensa en París en 1966Rue des Archives

Es bien sabido que Bob Dylan tiene fama de misántropo. Puede explicarse, cierto, por la descomunal devoción que despertaba en los años sesenta, como gurú generacional. Aquellos eran malos tiempos para los líderes sociales: recuerden los asesinatos de los Kennedy, Malcolm X o Martin Luther King. Bob decidió desaparecer en las montañas, allá por Woodstock.

De vuelta a la vida pública, para atajar el endiosamiento, Dylan fue perfeccionando un estilo particular de comunicación verbal: irónico, cortante, tangencial. Su management toma medidas para evitar conversaciones con extraños durante las giras, pero Bob raciona las palabras incluso cuando convoca a músicos para ensayos o grabaciones.

Un librito titulado Encounters with Bob Dylan recoge unas cincuenta colisiones entre el artista y sus seguidores. El resultado tiende a lo hilarante, sean personajes relativamente famosos o ciudadanos de a pie. Falta, eso sí, el más legendario de los encuentros. Su protagonista es conocido como Dave El Fontanero. De fondo, la amistad de Dylan con Dave Stewart, mitad de Eurythmics y músico muy activo por su cuenta. Stewart y Bob se conocieron en Los Ángeles a mediados de los ochenta y congeniaron. El inglés le invitó a que visitara su estudio de grabación la próxima vez que estuviera por Londres.

En Londres comienza la historia. Dylan pide a un taxista que le lleve a la dirección que le dio Stewart. Cuando llega a la puerta, le atiende una mujer amable: “¿Está Dave?”. “No, pero vuelve enseguida. Pasa a esperarle”. Por error, ha llamado a la casa de un fontanero que se llama… Dave. Que aparece un rato más tarde. Y pregunta: “¿Algún aviso?”. Ella responde: “No, pero en la salita está esperando Bob Dylan, tomando un té”.

Perfecta combinación: el laconismo de Dylan y la imperturbabilidad inglesa. Tan apetitosa que inspiró un cortometraje, Bob Dylan: Knockin’ on Dave’s door, que fue emitido por el canal Sky Arts.

Sus autores se curaban en salud: formaba parte de una serie titulada Mitos urbanos. Los defensores de la veracidad del relato tienen una explicación. The Church, el estudio de Dave Stewart, es un edificio inconfundible, una iglesia desacralizada, en el 145 de Crouch Hill. Seguramente, alegan los creyentes, el taxista le llevó a Crouch End Hill o Crouch Hall, calles cercanas. Hmmm. Para conseguir la licencia, a los futuros taxistas se les exigía un conocimiento enciclopédico del callejero londinense; difícilmente cometerían ese error. Más aún, ni en Crouch End Hill ni en Crouch Hall existe el número 145.

Aparte, nadie confirma la anécdota: nunca se han materializado Dave El Fontanero o su esposa. Y no hablan Dylan o Stewart. Ciertamente, hubo colaboraciones entre ambos: Stewart ha grabado canciones hechas a medias que suenan eminentemente dylanianas. El inglés también se empeñó en que Dylan perdiera el miedo a hacer vídeos promocionales y lo sacó a las calles londinenses.

Si conocen el clip de Blood In My Eyes, ya saben que contiene cosas extraordinarias. Y no me refiero a la indumentaria de Dylan, con guantes y sombrero de copa. Lo llamativo es que Bob firma autógrafos, se hace fotos con viandantes, charla en cafés. Como si intentara demostrar que no es precisamente huraño. Teatro, puro teatro.

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