_
_
_
_
_
Universos Paralelos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El cine negro de Bob Dylan

El cantautor reaparece con una estilizada película de concierto en un club imaginario

Bob Dylan, en una imagen sacada de 'Shadow Kingdom'. En vídeo, el videoclip del cantante.

Estas cosas solo ocurren en el Planeta Dylan: entre los expertos en mercadotecnia, se considera pecado mortal el solapar en un mismo tiempo dos productos diferentes. Mientras se promocionaba Shadow Kingdom, el livestream de Dylan que estrenaba la plataforma Veeps el 18 de julio, saltaba el anuncio de la publicación el 17 de septiembre de un nuevo volumen de la Bootleg Series, con el título de Springtime in New York.

Oiga, puede que tenga sentido. Shadow Kingdom parece destinado al gran público, o al menos al sector dispuesto a pagar 25 dólares por un acceso temporal a la nueva propuesta audiovisual alrededor de Bob Dylan (su predecesor sería el malhadado MTV Unplugged de 1995). Mientras que las Bootleg Series están pensadas para saciar al dylanófilo erudito, preparado a priori para sumergirse en cinco CD (la versión de lujo de Springtime in New York) conteniendo infinidad de tomas alternativas y temas rechazados procedentes de sus estancias en diversos estudios entre 1980 y 1985, mientras registraba Shot of Love, Infidels y Empire Burlesque, más una selección de cintas de ensayos que ofrece tales delicias como la lectura dylaniana del más reciente himno futbolero, el Sweet Caroline, de Neil Diamond.

Pero ya habrá ocasión para explorar Springtime in New York. Hoy es el turno de Shadow Kingdom, que no contiene exactamente lo que esperábamos. Esperábamos un concierto en directo de Dylan, imaginando su frustración ante su ausencia de los escenarios desde diciembre de 2019. Sin embargo, lo que tenemos es la escenificación en blanco y negro de un recital, a cargo de la realizadora Alma Har’el. Previamente, Dylan había regrabado una docena de sus composiciones, que recrea en playback en un plató cinematográfico ante un puñado de extras que fuman y beben.

Se nos sugiere que aquello se rodó en el Bon Bon Club, en Marsella, pero creer eso sería tan ingenuo como asegurar que había un Rick’s Café Américain en la Casablanca de 1941. No: estamos en el Hollywood de, digamos, la Warner Brothers, en un universo pulp habitado por damas peligrosas, tipos duros, camareras resabiadas. Aunque ni siquiera el ascético estudio de Jack Warner hubiera aceptado semejante abundancia de humo y tanta escasez de iluminación. Peculiaridades que aquí tienen justificación: se disimula la cara del protagonista y se bromea con las faltas de sincronización entre lo que se toca y lo que suena.

Lo que suena son unas versiones rústicas, con armónica, acordeón, contrabajo, mandolina y (escasa) guitarra eléctrica, Puede que le respalden las mismas cinco personas que aparecen en pantalla pero también podría tratarse de Tony Garnier y demás acompañantes del último tramo de la Gira Interminable. Lo que se agradece es que Dylan no maltrate sus creaciones: canta con sentido y con nitidez, evitando retorcer sus melodías más allá de algunos ralentizados o cierta bluesificación.

La impresión general es que Dylan supo aguantar el tipo. Ya había hecho ficción de estética noir en, por ejemplo, el video promocional para The Night We Called It a Day y soportó resignadamente las labores de maquilladoras, cámaras, decoradores. No obstante, uno tiene la sospecha de que salió corriendo una vez que terminó el rodaje en Santa Mónica o donde fuera. Solo así se explica la insipidez del subtítulo —Las primeras canciones de Bob Dylan— cuando en realidad pertenecen a su segunda época: son mayormente temas fechados en la segunda mitad de los sesenta y principios de los setenta. Algunas de las canciones tienen títulos incompletos, que no habrían superado el filtro de cualquier especialista en ese repertorio.

Atención: en los últimos días, estamos asistiendo a una sorda batalla en YouTube. Muchos fans suben allí fragmentos de Shadow Kingdom. A pesar de que evitan mencionar explícitamente el nombre del intérprete o de la canción, en cuestión de horas son denunciados y sus videos desaparecen. Tanto fervor persecutorio de los sabuesos de internet sugiere que Shadow Kingdom tendrá una vida comercial posterior, ya sea en TV, en otras plataformas y/o en soporte DVD. Al tiempo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_