Joann Sfar: “La democracia no va de votar, va de educar”
Después de vender más de un millón de cómics, el dibujante francés dirige la adaptación al cine de su obra ‘El pequeño vampiro’, una reivindicación del derecho a la diferencia
De niño, Joann Sfar (Niza, 49 años) presumía de tener una guillotina de juguete. Se la había comprado su abuelo antes de que se retirara de las jugueterías de toda Francia. Le encantaba pasar miedo. El prolífico autor de cómics, ex Charlie Hebdo y creador de la saga del Pequeño Vampir (editorial Fulgencio Pimentel) llevada ahora por él mismo a la gran pantalla, no leía de niño otra cosa que cómics y novelas de terror, y solo le gustaban las películas de monstruos. Por eso prefería los juguetes que daban miedo a los que no. “En el fondo, en el centro de mi obra está la idea de lo que tememos no ser como los demás, cuando todos somos en realidad monstruos”, dice.
El creador descuelga la videollamada en su despacho, atiborrado de libros, cómics y juegos, y tan solo un día después de que se estrene en España El pequeño vampiro, y aún con las imágenes de los seguidores de Donald Trump invadiendo el Capitolio en la retina. Él, que citó a Guillermo del Toro para decir que un líder como Trump “es malo para el país, pero bueno para dibujantes y novelistas”, se considera por encima de todo “un anarquista”, pero no entiende la anarquía como nada parecido a lo que ocurrió el miércoles. “La democracia no va de votar, va de educar. La educación es lo único que puede hacer que una sociedad avance y se entienda a sí misma. Publicar un libro no es dar una lección, sino sumarse a un debate en marcha”, explica.
Si habla un español perfecto es porque se crió con su abuela, una judía de Argelia, señala, que tenía el castellano como lengua materna. Todas las adivinanzas que cuenta a sus hijos —tuvo el tercero el pasado año, apenas tiene nueve meses— se las cuenta en español porque las recuerda de su abuela. El miedo a ser distinto del que habla lo sintió desde que perdió a su madre a los cuatro años. No se atrevieron a decirle que estaba muerta, le dijeron que se había ido de viaje, y eso le abrió la puerta de la imaginación. Su padre, un brillante abogado, se volvió entonces muy religioso.
“Mi padre lo hacía todo bien menos dibujar, y supongo que por eso empecé a dibujar yo”, confiesa. Coautor, junto a Lewis Trondheim, de la mítica serie de humor y fantasía La mazmorra, su nombre empezó a dar la vuelta al mundo cuando publicó el primer volumen de El gato del rabino, serie que cuestiona el judaísmo y todo intento de entregarse, por completo, a la religión. De sus cómics ha vendido más de un millón de ejemplares, pero también ha tenido éxito en el cine (dirigió un biopic sobre Serge Gainsbourg) y en la literatura.
“La religión debe ser algo íntimo y personal. Cuando invade el espacio público, se puede desatar la guerra”, asegura. Teme, sobre todo, la manera en que la religión puede condicionar la educación “teniendo la clase de democracias débiles que tenemos en Europa”.
Seis años ha tardado en producir El pequeño vampiro para el cine. En Francia se estrenó ocho días antes del cierre de las salas. A España ha llegado en pleno recrudecimiento de la segunda ola. “En Estados Unidos, el cine está muerto, pero creo que en Europa lo salvará nuestra cinefilia. Sobrevivirá, pero no sabemos qué forma adoptará. Yo opto por pequeños cines otra vez, y grandes eventos, casi como conciertos, para los estrenos dirigidos al gran público”, apunta. “Es trágico lo que está ocurriendo en todos los ámbitos culturales con la pandemia. En todos menos en el de los libros. Las librerías han facturado en Francia solo un 5% menos que en 2019 y ha sido gracias a los lectores”, agrega.
“Trump es un monstruo”
Cree que “si los gobiernos apostasen por la cultura como lo hace la gente, volveríamos a amar la idea de Europa”. Pero la clase política, asevera, está demasiado preocupada buscando culpables. Y vuelve al asalto al Capitolio cuando dice: “Trump es un monstruo, pero sabe exactamente cómo hablar con su gente. Pasa lo mismo en Francia con los políticos que dicen tener la solución contra todo aquello que te preocupa porque saben quien tiene la culpa”. A Sfar le gusta crear para niños y adultos, y ahora también para adolescentes —en breve, Fulgencio Pimentel publicará el cómic Aspirina—, pero sabe que cuando crea para los niños debe hacerlo con cuidado: “Cuando eres adulto, lees por placer, pero cuando eres niño lo haces para buscar tu lugar en el mundo”.
Asegura estar dándoles a los niños herramientas para construirse. “Los trazos con los que dibujo al pequeño vampiro son muy sencillos porque quiero que los niños me imiten y creen sus propias historias de él. Es importantísimo que se empiecen a contar a sí mismos historias para enfrentarse a sus miedos y descubrir quiénes son”, considera. Y también que todos, como los monstruos que pueblan la mansión en la que vive el pequeño no muerto, el niño que lleva tres siglos teniendo 10 años y quiere ir al colegio para dejar de aburrirse, “somos distintos”. “Uno aprende jugando, y los libros y los cómics son juegos también. Te colocan en el lugar del otro”, agrega el creador que de adolescente inventaba para sus amigos juegos basados en relatos de Lovecraft.
Monstruos que viven del Airbnb
Como no duda en admitir, Sfar aprendió a contar historias creando sus propios juegos, y por eso le hace tan feliz que “todos los monstruos" que ha creado en estos más de 30 años protagonicen un juego de rol – 'Monstres' – que aúna impecablemente toda su obra. En el juego, un pequeño súper ventas ya en Francia, eres un monstruo – y uno que puedes crear tú mismo si no te convence ninguno – y debes esconder “tu monstruosidad” para vivir en el mundo real. “Así, por ejemplo, si vives de alquilar tu mazmorra en Airbnb, tienes que asegurarte de no comerte a tus inquilinos”, bromea el dibujante, que también acaba de lanzar una serie de novelas del pequeño vampiro. Su otro mundo sigue en expansión.
Babelia
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