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LIBROS | CRÍTICA DE ‘LAS TRANSICIONES DE UCD’

UCD: un legado encomiable

El exministro Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona complementa sus memorias con un libro dedicado a elogiar críticamente la vida interna del partido de Adolfo Suárez

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona inaugura un colegio en Santiago de Compostela en 1980.  
Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona inaugura un colegio en Santiago de Compostela en 1980.  efe
Juan Luis Cebrián

En los albores de la Transición política, Javier Pradera, Miguel Ángel Aguilar y Clemente Auger, entre otros, instauraron el provocativo premio del Tonto Español Contemporáneo. La particularidad era que se retiraba el galardón a aquel que lo aceptara, porque ese solo hecho demostraba que al fin y al cabo no era nada tonto. La anécdota me ha venido a la cabeza al leer el introito del segundo tomo de memorias de Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, ministro que fue de Justicia y Educación por aquellas fechas. En la introducción recuerda cómo en la Comisión de Subsecretarios, que desde 1976 ha venido estableciendo la agenda de los Consejos de Ministros, sus muy dignos integrantes decidieron crear “un premio anual para el más pelma” de ellos, denominado El Coñazo de Oro. Se trataba de recompensar las dotes de aquellos funcionarios dispuestos a prolongar con su verbosidad las interminables jornadas de trabajo en las que pretendían “devorar toda suerte de acuerdos que en número de millares se agolpan en sus insondables carteras”. El autor asegura que a punto estuvo de conseguir el galardón el entonces subse de Agricultura José María Álvarez del Manzano, más tarde excelente alcalde de Madrid.

Este incidente humorístico pone de relieve la ironía, no siempre sutil, que en repetidas ocasiones surge del texto de un libro dedicado a elogiar críticamente la vida interna de UCD, el partido de Adolfo Suárez, desde su origen hasta su desaparición. Lo hace centrándose en aspectos muy concretos de las transformaciones sociales y políticas que desde el poder se propiciaron entre 1978 y 1982, para terminar describiendo las exequias de la formación que encabezó el proceso democratizador de España tras la muerte del general Franco. La construcción jurídica del nuevo Estado; el debate en torno a las autonomías y los nacionalismos identitarios; la apelación a la violencia, singularmente por parte de los terroristas etarras y de los GRAPO; los intentos y fracasos a la hora de buscar un consenso sobre las políticas de educación, tanto en la primaria y media como la universitaria, o el desarrollo de un incipiente parlamentarismo que incorporó las mociones de censura y de confianza, son las cuestiones que nuclean mayormente el relato. Pero se centra casi exclusivamente en la vida interior de UCD, en describir las reacciones de los diversos y abundantes líderes secundarios del partido frente a los acontecimientos políticos que afectaban a su propio desarrollo. Parece en ocasiones el ejercicio de una terapia individual enmarcada en la explicación de lo que podría haber sido un psicoanálisis colectivo del comportamiento de personajes clave para la construcción de nuestro actual edificio político. Aunque obviamente las figuras de Suárez, Felipe González, Calvo Sotelo o Carrillo merecen mención, en ocasiones extensa, los auténticos protagonistas son, de ministros a subsecretarios más algún barón autonómico, los dirigentes de la Unión de Centro Democrático que acompañaron el proceso de creación de la España constitucional.

Como notario mayor del reino que fue en su día el autor, en el relato brillan la precisión en el detalle y una abundante documentación, completadas por numerosas e interesantes notas a pie de página y una interminable lista final de personas, personalidades y personajillos que excitará la pituitaria de quienes estén ávidos de saber si han de figurar en los manuales de Historia. El libro, escrito en una prosa elegante, más que respetuoso en el tratamiento de los contrincantes de Ortega, desvela no pocos secretos domésticos de la vida política de la época. Aunque no estoy seguro de que las generaciones que no la vivieron, y no conocieron por ende a muchos de los citados en él, comprendan cabalmente el significado de la narración.

El autor era el más dispuesto a demostrar con su comportamiento que el respeto al disidente es la base de toda democracia

Por otra parte, pese a que no se trate en realidad de una historia de la Transición, no se comprende que hechos tan cruciales como el golpe del 23-F o el caso de la colza, que terminó por arruinar el Gobierno de Calvo Sotelo, merezcan descripciones más bien superficiales, marginales muchas de ellas, respecto a la naturaleza de los propios conflictos. Tampoco se explica suficientemente la dimisión del propio Suárez, cuyos verdaderos motivos el autor confiesa desconocer. Particularmente interesantes, en cambio, son las páginas dedicadas al intento de asesinato de Gabriel Cisneros, cuya autoría imputa a Arnaldo Otegi, y al secuestro de Javier Rupérez por parte del terrorismo etarra. Aunque se mantiene el secreto respecto al precio del rescate que por este último pagó el Gobierno, “algo” pasó al respecto, nos dice. Pero no sabemos qué.

Tengo la fortuna de haber conocido desde mis años de universidad a Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, y haber gozado de amistades comunes como las del propio Rupérez, Gregorio Peces-Barba, Luis Gámir, Eugenio Nasarre y tantos otros. Las vivencias que narra en esta obra, en gran medida complementaria a su anterior Memorial de transiciones, ayudará a la nostalgia de quienes de un modo u otro pertenecemos a lo que él llama la generación del 78, desde mi punto de vista más bien hijos de una década anterior: la de Mayo del 68. Juan Antonio, en palabras de Peces-Barba, quien me lo presentó en su día, era el más inteligente de todos. También quien más dispuesto ha estado siempre a demostrar con su comportamiento que el respeto al disidente es la base de toda democracia. Poseedor de una inmensa cultura, tanto científica como literaria, su relato está repleto de generosidad, aunque no falte algún puyazo como cuando recuerda que Leopoldo Calvo-Sotelo le dijo que Mayor Zaragoza era un estúpido. Semejante licencia, al igual que la que inaugura esta nota, y otras que no cito, hace que el libro sea a ratos divertido, a ratos severamente crítico, para quienes conocimos a las gentes que construyeron la España democrática, hoy amenazada por la ignorancia de sus sucesores. Él piensa que el legado de UCD, visto lo visto, no fue tan malo. La memoria de quienes asistimos a su inicial triunfo y a su derrota final nos dice más: fue en muchas cosas encomiable.

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Autor: Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona.


Editorial: Galaxia Gutenberg, 2020.


Formato: tapa dura (448 páginas, 23,50 euros).


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