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MUSEO A DOMICILIO

La gran fiesta de Remedios Varo

La retrospectiva dedicada en Buenos Aires a los lienzos fascinantes de la pintora surrealista fue interrumpida por la crisis del coronavirus

El cuadro 'Simpatía (La rabia del gato)' (1955), de Remedios Varo.
El cuadro 'Simpatía (La rabia del gato)' (1955), de Remedios Varo.

Solo llegó a estar abierta una semana, del 6 al 13 de marzo. Desde entonces, las más de 120 obras de Remedios Varo (Girona, 1908 – Ciudad de México, 1963) aguardan en las salas vacías del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) esperando retomar lo que debía ser una gran fiesta. La primera exposición de la artista celebrada en Argentina. También su cara más inédita gracias al nutrido material que aglutina su archivo personal, puesto a disposición de los dos comisarios, Victoria Giraudo, jefa de curadoría del MALBA y Carlos A. Molina, comisario jefe del MAM de México. Más de 40 pinturas, 16 dibujos y 70 bocetos, escritos y fotografías, notas y cartas. Un sinfín de Constelaciones, de ahí el título.

La exposición se detiene en el proceso creativo y en la importancia que tuvo para la artista el dibujo, un enfoque que a menudo queda oculto. Roza lo que en sí era Remedios Varo: una mujer perfeccionista, una creadora que investigaba, leía y anotaba. Una artista mentalista que a partir de interiorizarlo todo empezaba a darle los primeros pasos a sus ideas. De ahí surge ese mundo tan personal, místico a la vez que científico, esotérico y mágico a partes igual. Automatismo y collage. La contradicción y la minucia. El ojo en el microscopio diseminando insectos. Un mundo misterioso y magnético hasta cuando se alejaba del arte. Lo hizo a menudo y seguramente esa vena polifacética, enriqueció esa personalidad suya equiparable a muy pocas autoras.

Con formación tradicional en la Real Academia de San Fernando de Madrid, estudió las leyes de la perspectiva que aprendió de su padre, ingeniero hidráulico. Las ciencias naturales siempre estuvieron ahí: la botánica y la zoología, que la artista llevó hasta las campañas publicitarias que hizo para la farmacéutica Bayer. Su interés por la cosmología, la alquimia, la música y la astrología la empujaron a esa conexión con el surrealismo de la que nunca se despegó. Afloró en el París pero se afianzó en Barcelona, donde conoció a André Bretón e hizo su primera exposición: Logicofobista. De vuelta a Francia, la invasión nazi de 1941 la empujó a irse de nuevo, esta vez a México, país que le dio la bienvenida junto a otros refugiados políticos, como Max Ernst o Leonora Carrington.

'Mujer saliendo del psicoanalista' (1960), de Remedios Varo.
'Mujer saliendo del psicoanalista' (1960), de Remedios Varo.

La exposición abarca una horquilla amplia de obras de todas las épocas, de antes y después de México, entre ellas algunas tan conocidas como Creación de las aves (1971) o Simpatía (La Rabia del gato) (1955), que Eduardo Costantini adquirió el año pasado en una subasta de Christie’s. Huir de adjetivos y buscar los matices ha sido la hoja de ruta para los comisarios, que definen a la artista como una librepensadora. Como alguien autorreferencial, atípica y singular. Inventaba a media que iba pintando, muchas veces con un pincel triple cero, con uno o dos pelos, que expandían el tiempo de su pintura, como en el Paraíso de los gatos (1955). “A Remedios Varó le gustaba la libertad, no puede ser encasillada en ninguna vanguardia. Por eso en su obra está tan presente la figura del gato, un símbolo de todo lo que representa. Encajarla en una convención es la antítesis de lo que ella era”, explica Victoria Giraudo.

Podrían decirse muchas cosas de ese lado místico tan conocido de Remedios Varó. Pero no es lo que busca esta muestra. La situación privilegiada en la que nos encontramos las mujeres occidentales del siglo XXI ha sido posible gracias al coraje, tenacidad y afán de cambio de un gran números de revolucionarias, mujeres pioneras que abogaron por la defensa de sus derechos. Ahí es donde está Remedios Varo pensando el espacio iconográfico y narrativo de la pintura como una suerte de representación de hermandad entre mujeres, a partir de las cuales explora otras vías para el arte. Una artista feminista, que transgredió la moral sexual de la época mostrándose entregada a sus deseos, liberada del peso de una tradición que sus colegas surrealistas ansiaban romper en sus escritos. Una exposición que nos acerca a lo mejor del arte: ese hilo invisible, inenarrable, que hace de la comunicación entre artista y espectador algo parecido a un flechazo.

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