La máquina mitológica
Juan Arnau recorre en 'Historia de la imaginación' todas las edades del pensamiento mágico, que constituye el factor esencial de la construcción de la historia
Se propone Juan Arnau (Valencia, 1968) recorrer en su Historia de la imaginación. Del antiguo Egipto al sueño de la ciencia los momentos más altos de fertilidad mitológica, filosófica y científica, aunque básicamente se ocupe del pensamiento mítico, mágico o mistérico. “Magia e imaginación han ido siempre de la mano”, dirá, celebrando a los neoplatónicos renacentistas y señalando al todavía influyente cientifismo decimonónico como principal enemigo de la imaginación. La imaginación mágica, atemporal, más allá de la historia, sería “el factor esencial en la construcción de la historia”.
Juan Arnau prescinde de todo presupuesto historicista (las “fábulas historicistas” de las que hablaba Elémire Zolla) y se aparta de intuiciones como las de Michel de Certeau, que descubría en la mística de los siglos XVI y XVII una espiritualidad en consonancia con los interrogantes de aquel tiempo: repetirla hoy sería un simulacro. Desplegada en distintas tradiciones y distintas épocas, la imaginación en la que piensa Arnau respondería a una única lógica y un único cuerpo de principios. Más que en una sucesión de episodios históricos se nos presenta como una simultaneidad de creencias perdurables y siempre renovadas, en la que serían contemporáneos el Libro tibetano de los muertos, Flaubert y el obispo Berkeley, por ejemplo. Como sistema de referencia, se apoya en “un relato filosófico de la India”, recordándonos la Antropología del budismo que Arnau publicó en 2007.
La narración de Juan Arnau es oracular, diría yo. Recorre todas las edades, de la sabiduría egipcia a la griega, con el Islam como mediador entre la India y Europa, hasta el romanticismo, hasta Darwin, Jung y Wolfgang Pauli, pasando por los sufíes, Dante, la Cábala y el hermetismo de los filósofos florentinos renacentistas. Buen contador de historias, Arnau suma a las biografías de los héroes mitológicos las de los sabios de la imaginación mítica, e incluso las de estudiosos contemporáneos como el mitólogo Joseph Campbell o el islamólogo Henry Corbin, que descubría en la oración el “supremo acto de la imaginación creadora”.
Previniéndonos con Aristóteles de que no hay que asociar lo imaginario con lo irreal, esta Historia de la imaginación funciona como una verdadera máquina mitológica. Generadora de mitos, invita a creer. Es transparente y militante su voluntad de persuadir al auditorio, aun recurriendo a profecías: un fragmento del Corpus Hermeticum, leemos, “parece anticipar el cambio climático”. Lo busco en los Textos herméticos que tradujo para Gredos Xavier Renau y, sí, en el Asclepio se anuncia que un día “se desestabilizará la Tierra, dejará de ser navegable el mar y el cielo se verá privado del curso de los astros”. Se pudrirán los frutos y Dios anegará el mal con un diluvio. El Asclepio está hablando de Egipto y no sé si anticipa el futuro o el pasado. Pero entiendo que en este universo todos los lugares y todos los tiempos son uno y el mismo.
El presente, sin embargo, sometido a la “estafa de la globalización comercial y tecnológica”, apocalíptico a ojos de Juan Arnau, parece un momento idóneo para que la imaginación actúe como intermediaria “entre el mundo inmaterial de los valores y el mundo material de la experiencia sensible”. Recordemos, porque se nos ha dicho muchas veces, que la naturaleza del ser humano es dual: cielo y tierra, conciencia y materia, alma y cuerpo, “una mente divina, imaginativa, capaz de elevarse a los cielos y otra sujeta al espacio, al tiempo y la materia (…), destinada a la muerte y la descomposición”. El doctor Jekyll y el señor Hyde, diría yo, y tengo en cuenta que Arnau avisa de que la mitología es una fuente de esquemas narrativos para novelistas —Ícaro o el ascenso y caída del héroe, Orfeo o el viaje de ida y vuelta a los infiernos, etcétera—, y de que “el arte pone distancia e ironía respecto a la interpretación literal en la que la inflación mítica corre el riesgo de caer”.
Incluso, por afinidad personal, La historia de la imaginación parece querer recordarme el lenguaje de la literatura fantástica heroica que comparten ciertos videojuegos. En el viaje del alma al otro mundo, con la descomposición del cuerpo físico, el peregrino se somete a distintas pruebas (Juan Arnau usa un presente gnómico cuando cita a los sabios antiguos) para alcanzar la armonía con lo divino. Los enemigos del trasmundo a quienes deberá dominar son sus propios enemigos interiores, seres imaginarios que salen a su encuentro en forma de monstruos o bestias furibundas. “Si lo logra, gana para sí la energía negativa que tenía en su contra” y, tal como lo describen los papiros, llega tras superar distintos niveles a “la sala de Maat, la sustancia divina de la que se alimentan los dioses”.
Pero la vida terrena también es un viaje. Su fin es liberarse del cuerpo, cárcel y tumba del alma. Los héroes —Siddharta, tentado por las hijas de la muerte, Lascivia, Indolencia y Sed, u Odiseo, enfrentado a monstruos, reinas y hechiceras— “luchan tanto contra enemigos externos (criaturas fantásticas) como contra enemigos internos (energías negativas de su propia psique)”. Hacerse bello para contemplar a Dios y a la belleza exige emprender un camino de perfección, la superación de las pasiones terrenales, el apaciguamiento de los deseos. Juan Arnau pone como ejemplos tres vías: la vida de Buda, los ejercicios espirituales de san Ignacio y el moderno mindfulness. Creo que su Historia de la imaginación quiere ser leída como una guía o ayuda para bien vivir.
Consigue 'Historia de la imaginación'
Autor: Juan Arnau.
Editorial: Espasa, 2020.
Formato: 328 páginas. 19,90 euros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.