El misterioso viaje del ‘pordiosero filósofo’ atribuido a Ribera
El cuadro, a la venta el 27 de marzo, fue descubierto en una casa de Bretaña
“¡He aquí el niño!”, sonríe Stéphane Pinta, experto del gabinete Turquin en París, especializado en pintura antigua. El niño es, en realidad, un viejo con aspecto de pordiosero y bufón. Un filósofo: el feliz geómetra es el título que recibe este óleo sobre lienzo de 100 x 75,5 centímetros atribuido a José de Ribera (Xàtiva, 1591-Nápoles, 1652), conocido también como El Españoleto, y en venta en una subasta el 27 de marzo en la casa Drouot a partir de un precio estimado de entre 200.000 y 300.000 euros.
La obra, descubierta en la casa de una familia de Bretaña entre viejos cuadros sin valor, añade otra pieza en el rompecabezas fascinante de la vida y la obra de Ribera, nacido de Xàtiva y emigrado muy joven a Italia. Allí, bajo la sombra de Caravaggio, se consagró como el pintor de la “aspereza feroz”, la “ruda brocha” y la “pintura atroz”, como le describiría dos siglos después el poeta parnasiano Téophile Gautier.
Un filósofo: el feliz geómetra, fechado por los expertos en Roma entre 1613 y 1616, no está firmado ni originariamente llevaba título. La noticia de su existencia llegó al comisario Benoît Derouineau, de la casa de subastas Daguerre, por una familia que debía repartirse unos lotes heredados. Derouineau trasladó el caso a Pinta para que evaluase el precio. “La atención [de la familia] se centraba en cuadros menos importante y este estaba completamente negligido en el lote. No se le prestaba demasiada atención”, cuenta Derouineau en la sala del gabinete Turquin donde está colgado el ribera inédito. Esto ocurrió a mediados de 2019. “En el lote había cuatro cuadros: tres en el gusto de Watteau, de muy poco valor, y este", completa Pinta. “Stéphane vio una foto y se dio cuenta de su carácter importante”, recuerda Derouineau. “Le dije a Benoît: 'Hay que traer los cuadros”, continúa Pinta.
¿La clave? “El personaje era el modelo favorito de Ribera en Roma”, explica Pinta. Pero la identificación del modelo ya conocido no fue el único factor. “También la escritura: su carácter extraordinariamente fuerte y espontáneo, la manera de pintar sin concesiones”, apunta. El Españoleto pintaba rápido, casi impulsivamente: el cuadro retrata ese gesto. “Los italianos tienen esta frase maravillosa: ‘La pittura è cosa mentale’. Es la mente, el cerebro el que pinta. La mano solo hace el gesto”, argumenta el experto. “La diferencia con la copia es que, en la copia es el ojo, con la mano, el que retranscribe, sin la intervención del cerebro, sin la inventividad, sin la búsqueda, sin el lado original".
La alusión a la copia no es gratuita. Poco después de descubrirse Un filósofo: el feliz geómetra, otra persona se puso en contacto con los expertos. Decía que tenía el mismo cuadro. En seguida vieron que era una copia. “Lo interesante es que [la copia] se hallaba en Bretaña desde 1850”, dice Pinta. Y, si la copia estaba en Bretaña desde esa época, significa que el original también. De su itinerario anterior -cómo pasó de la Roma de principios del siglo XVII a la Bretaña del XIX- nada se conoce.
La identificación de Ribera como autor del cuadro no habría podido hacerse hace 20 años. Hasta 2002, cuando Gianni Papi, gran experto en Ribera y Caravaggio, publicó el artículo Jusepe de Ribera a Roma è il Maestro del Giudizio di Salomone, el misterio rodeaba la etapa romana de Ribera, previa a la de Nápoles donde alcanzó la fama. Papi estableció que un pintor anónimo conocido como el Maestro de Juicio de Salomón era Ribera. Y el estrambótico personaje del cuadro descubierto en Bretaña aparece en varios cuadros del Maestro de Juicio de Salomón. Es decir, de Ribera.
Otro elemento clave: se sabe, por uno de los primeros biógrafos de Ribera, que este pidió abrir una ventana en el techo de su taller. “Era para tener la luz cenital”, aclara Pinta señalando el cuadro. “Y es lo que vemos aquí”.
Lo caravaggiesco en Un filósofo: el feliz geómetra no es la luz, o no solo, sino la representación del filósofo como un hombre de la calle. “La gran innovación de Caravaggio -a la inversa de Rafael, que muestra Madonas bellas en campos floridos- es ir a buscar modelos en lo sucio, lo feo. No es forzosamente el claroscuro”, observa Pinta. “Y Ribera sigue sus pasos: el tipo del cuadro es atroz". Lo horrendo se convierte en bello, la pobreza en la pureza más elevada: la geometría. Como le escribió Gautier a Ribera, "hay corazones cautivados por el amor de lo feo y tú fuiste uno de ellos".
Obras maestras en el desván
En unos meses, se ha puesto en venta en París varios cuadros fruto de hallazgos fortuitos: obras maestras escondidas en un desván, o colgadas en una pared sin que nadie las apreciase, y descubiertas después de años o décadas en el olvido. Un pequeño cuadro encontrado en el verano de 2019 en la casa de una nonagenaria al norte de París, cuando esta iba a trasladarse a una residencia de la tercera edad, resultó ser una obra del primitivo italiano Cimabue (1240-1302). En octubre se vendió por 24 millones de euros. En junio del mismo año un comprador anónimo se hizo con un cuadro descubierto cinco años antes en un desván cerca de Toulouse y atribuido a Caravaggio (1571-1610). "Hay gente que se pregunta: '¿A ver si yo también tendré alguna cosa", dice Stéphane Pinta, del Gabinete Turquin, que autentificó las obras. "La historia del caravaggio hizo pensar a la gente que puede haber cuadros a los que no prestamos atención y que merecen ser estudiados".
Babelia
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