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LIBROS

Cuando los vikingos conquistaron Sicilia

Las gestas de los normandos y el milagro cultural que supuso su reino en la mayor isla del Mediterráneo centran dos ensayos del historiador John Julius Norwich

'Roger II coronado por Cristo', mosaico bizantino en la Iglesia de La Martorana, en Palermo.
'Roger II coronado por Cristo', mosaico bizantino en la Iglesia de La Martorana, en Palermo.

En el año 1046 llegó a la península itálica un joven normando que, en palabras del historiador inglés John Julius Norwich (1929-2018), conquistó la gloria, fundó su propia dinastía y, en las décadas siguientes, “sacudiría los cimientos de la cristiandad, dictaría el destino de uno de los papas más influyentes de la historia [Gregorio VII] y provocaría que los tronos imperiales tanto de Oriente como de Occidente temblaran al oír su nombre”. Se trataba de Roberto de Hauteville, más conocido como Guiscardo (astuto), que nació alrededor de 1015 en Coutances, Francia, y murió cuatro décadas después de su llegada al sur de Italia, en 1089, con los títulos de duque de Apulia, Calabria y Sicilia.

El apasionante relato de sus campañas militares contra bizantinos, lombardos, germanos, árabes y hasta otros normandos, sus negociaciones diplomáticas con emperadores y papas (fue al rescate de Gregorio VII a pesar de que este lo había excomulgado varias veces) y su inteligencia (de ahí su sobrenombre) para salir airoso de cuantos conflictos se cruzaron en su camino, conforman el grueso del relato de Los normandos en Sicilia. La invasión del sur de Italia, 1016-1130, que ha reeditado este enero Ático de los Libros. En este ensayo, Norwich rescata y pone en valor un periodo histórico en el que los normandos consolidaron su presencia en el Sur de Europa y acabaron fundando el reino de Sicilia, que para el historiador constituye “un milagro” de convivencia de culturas que tuvo su reflejo en la economía, el arte y la arquitectura. De ese esplendor normando en la mayor isla del Mediterráneo habla Norwich en un segundo volumen, titulado Un reino al sol. Sicilia, 1130-1194, que la misma editorial lanzará en abril próximo.

“Todo el mundo conoce la historia de los normandos como vikingos que se asientan en el norte de Francia, o su implicación en las cruzadas, y también la invasión de Inglaterra, aunque solo sea por las películas, pero sorprende el desconocimiento existente sobre su presencia en Sicilia”, destaca el editor de Ático de los Libros, Joan Eloi Roca, sobre la importancia tanto de unos ensayos publicados originalmente en inglés en 1967 y 1970 como sobre la de su autor, un gran divulgador de quien el sello literario se ha propuesto editar toda su obra, incluyendo su famosa trilogía sobre Bizancio.

El papa Nicolás II nombra duque a Roberto de Hauteville en 1059, en una ilustración de la 'Nuova cronica', de Giovanni Villani.
El papa Nicolás II nombra duque a Roberto de Hauteville en 1059, en una ilustración de la 'Nuova cronica', de Giovanni Villani.

“Lo que empieza como una epopeya militar, con gestas militares y diplomáticas, acaba con un milagro cultural y económico”, asegura Roca. Un milagro que convirtió a base de alianzas y disputas con bizantinos, lombardos y sarracenos, al reino de Sicilia en el tercer Estado más grande de Europa en el siglo XII, por delante incluso de Inglaterra. Una epopeya que seguiría en el olvido, salvo quizá para un reducido número de historiadores, si no fuera por la pasión de Norwich.

Los normandos en Sicilia arranca en la península itálica con un episodio extraño narrado de distintas maneras por diferentes historiadores antiguos. Unos peregrinos normandos de regreso de Tierra Santa en el año 1015 visitan en Apulia (en la costa este italiana, en el Adriático) un viejo santuario, el del Monte Sant’Angelo. Allí les contacta un noble lombardo de Bari, llamado Meles, que ya había encabezado una rebelión contra el Imperio bizantino de Oriente, que mantenía un difícil equilibrio de poder en la península frente al Sacro Imperio de Occidente. Meles les pidió que les ayudaran en su lucha contra los griegos para consolidar un Estado independiente. El caso es que a partir de 1017 comenzaron a arribar a la región multitud de normandos desde Francia en busca de fortuna en una tierra rica y fértil.

La presencia normanda, primero como mercenarios que se ponían a las órdenes de quien mejor les pagara, gracias a sus excelentes aptitudes para la guerra, se consolidó en las siguientes décadas, pero el verdadero punto de inflexión ocurrió a partir de 1046, con la llegada de Roberto de Hauteville, que Norwich califica como “el más sorprendente aventurero militar entre Julio César y Napoleón”. El Guiscardo, tras consolidarse en el sur de Italia, conquistó en 1071 la isla mediterránea, entonces dominada por los sarracenos, con la ayuda de su hermano pequeño Roger, conde de Sicilia. Pero Roberto de Hauteville prosiguió su guerra contra todos y nunca regresó. Murió en 1089, a los 70 años, en la isla de Cefalonia precisamente en una campaña de conquista contra el emperador de Bizancio.

Este primer volumen concluye con la coronación del hijo de Roger como primer rey de Sicilia, que subió al trono como Roger II de Sicilia en homenaje a su padre, pese a que este no llegó nunca a ser rey. Y será ya en Un reino al sol. Sicilia, 1130-1194 donde Norwich cuente los años de prosperidad en un territorio en el que el francés normando, el griego y el árabe fueron declaradas lenguas oficiales. Un esplendor del que todavía quedan muchos restos, y el escritor inglés pone como ejemplo la Capilla Palatina de Palermo, “una fusión natural de lo más brillante de las tradiciones latina, bizantina e islámica en una única y armoniosa obra maestra”, una basílica de planta latina con mosaicos de oro griegos y una techumbre de mocárabes de madera al estilo islámico. Y que fue levantada, precisamente, en el siglo de las cruzadas.

“Sicilia ha sido disputada y sojuzgada por todos los grandes pueblos que (...) han luchado por extender su influencia por el Mediterráneo. A todos ha pertenecido, pero ninguno se ha convertido en su verdadero dueño”, escribe el historiador y diplomático nacido como John Julius Cooper —cambió su apellido tras convertirse en el segundo Vizconde de Norwich— en su ensayo, donde ensalza el legado de los normandos frente a otras oleadas de invasores —fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos, bizantinos, árabes, germanos, españoles y franceses— que dejaron su impronta en la isla. Gran enamorado de aquella tierra en el corazón del Mediterráneo, Norwich siempre consideró que en Sicilia subyace “el pesar que queda tras una larga experiencia de infortunios, de oportunidades perdidas y promesas fallidas”. Quizá añore el esplendor que vivió en tiempos de los normandos.

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Autor: John Julius Norwich.


Traducción: Maureen McMillan y Juana Gallego.


Editorial: Ático de los Libros, 2020.


Formato: tapa dura (399 páginas).


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