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Nuevo aire en el Ballet Nacional de Cuba

Viengsay Valdés, sucesora de la mítica Alicia Alonso, lucha por devolver el brillo a la compañía

Ensayo general de 'Giselle', con Viengsay Valdés en el rol principal, junto a Rafael Quenedit y el cuerpo de baile de la compañía.
Ensayo general de 'Giselle', con Viengsay Valdés en el rol principal, junto a Rafael Quenedit y el cuerpo de baile de la compañía.LEYSIS QUESADA

Son las nueve de la mañana de un fresco día de finales de enero y la clase comienza puntual en el salón blanco de la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC). En la barra, como una alumna más, está la primera bailarina, Viengsay Valdés, que después de hora y cuarto de extenuante sesión se traslada a otro salón con el primer bailarín, Dani Hernández, para ensayar el pas de deux de Tema y Variaciones, pieza creada en 1947 por George Balanchine para Alicia Alonso e Igor Youskevitch en el American Ballet Theatre (ABT). Suena la música de Chaikovski y en el salón Viengsay gira y gira en puntas, hace balances, fouettés y lleva su cuerpo a posturas imposibles mientras dos maîtres del BNC corrigen a ambos bailarines técnica y posturas. A las 11.30, después de una hora, termina aquí y casi sin coger aire Viengsay va al salón azul, donde, ya en su papel de directora, observa y toma notas de un ensayo general con una treintena de bailarines que participarán en la próxima temporada de la compañía donde, además de Tema y Variaciones, ella bailará Double Bounce, del canadiense Peter Quanz.

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Desde que hace un año fue nombrada subdirectora artística del BNC, su vida entró en un torbellino endiablado de ensayos, magisterio, programación de temporadas, giras, contactos con directores de las compañías de ballet más prestigiosas del mundo, introducción de los primeros cambios artísticos e invitaciones a coreógrafos y primeras figuras para trabajar con sus bailarines, todo a la misma vez y sin dejar de bailar, y sin pausa.

Conviene recordar que uno de los grandes papeles de su carrera es la hermosa y brava Kitri, del ballet Don Quijote, y que el nombre de Viengsay significa victoria en laosiano, y más le vale, porque tras su designación como directora general del BNC al fallecer Alicia Alonso, el 17 de octubre pasado, todo el mundo la mira.

“De los 71 años que tiene la compañía, los últimos 25 le he entregado mi vida…”, cuenta durante una pausa. Efectivamente, Viengsay tiene experiencia y conoce bien las entrañas del BNC, sus luces maravillosas y también sus sombras, y este conocimiento profundo es uno de los grandes haberes con que cuenta para hacer lo que ha de hacer en su nuevo desempeño, en el cual ya no sólo ha de ocuparse de alcanzar la excelencia en la interpretación de Giselle o de Carmen, sino que ha de luchar por recuperar el brillo del ballet cubano.

Viengsay Valdés, nueva directora del BNC, como Giselle en el segundo acto de este gran ballet romántico.
Viengsay Valdés, nueva directora del BNC, como Giselle en el segundo acto de este gran ballet romántico.JACQUES MOATTI

Viengsay ingresó al BNC en 1994, a los 17 años, en plena crisis del Periodo Especial. Por entonces remendaba las zapatillas con esparadrapo e inventaba todo lo imaginable para no dejar de bailar, además de pedalear 10 kilómetros cada mañana de su casa al ballet pues no había transporte. Aquellos fueron tiempos duros, pero como el resto de sus compañeros Viengsay tuvo los mejores profesores y una formación rigurosa, lo que permitió a su generación y a las anteriores prepararse como verdaderos gladiadores de la danza.

Hoy aquellos grandes maestros ya no están. Ni Josefina Méndez, ni Loipa Araujo, ni Fernando Alonso, ni Alicia, ni muchos otros que fallecieron, o se fueron del BNC o de Cuba por diversos motivos, o que ya están mayores. Viengsay es plenamente consciente de esta situación y tiene claro que será uno de sus grandes retos al frente del BNC, una compañía con más de 100 bailarines y reconocida por su prestigio en el mundo entero.

Un nombre que pesa demasiado

El nombre de Alicia Alonso es sagrado en Cuba. Todo el mundo elogia sus innegables aportes, y aunque los conocedores saben que no pocos males que arrastra hoy el Ballet Nacional de Cuba se deben también a sus errores, nadie lo admitirá en público. Mucho menos su actual directora, Viengsay Valdés.

Al contrario, cuando uno le comenta que debe ser duro estar en su posición, pues cuando quiera cambiar algo, alguien dirá, esa coreografía no se puede cambiar porque así la hizo Alicia, o Alicia dijo esto o aquello, ella salta de inmediato: “No estoy de acuerdo con que traten de presentar a Alicia como un fenómeno en particular, cuando a McMillan tampoco se le puede cambiar nada, ni a Ashton, ni a Balanchine, entre muchos, y eso no ha impedido que el New York City Ballet o el Royal Ballet de Londres, por solo citar dos ejemplos, que se sigan desarrollando sin afectar el legado coreográfico de estos grandes creadores. ¿El legado de Balanchine le pesa al New York City Ballet? Por parte del BNC considero que el legado de Alicia no es solo coreográfico. Ese legado abarca un espíritu de trabajo, una pasión por la danza, constancia y dedicación que siguen siendo importantes ejemplos para cualquier bailarín del mundo”.

“Cuento con un elenco artístico muy joven que no ha sido entrenado con el mismo rigor de antes y precisan aprender, ganar experiencias profesionales relevantes, crecer como artistas”, asegura. “Hoy hace falta más exigencia porque faltan otros valores, los jóvenes no vivieron los momentos de la gran aura del BNC, no tuvieron los grandes maestros que tuvo mi generación. Poco a poco hay que irlos estimulando artísticamente y hacerles saber la importancia de lo que tenemos y hemos creado”.

Viengsay tiene fuerza, carisma, corazón, pero también cabeza fría y criterio para saber cuáles son las necesidades, qué hay que hacer y qué posibilidades reales hay de hacerlo en cada momento, con firmeza pero sin herir sensibilidades. Si le preguntas cuál es su programa, su hoja de ruta, responde: “Mantener vivo el legado artístico de los fundadores, y al tiempo dotar al repertorio de nuevas piezas y rescatar obras trascendentales que llevan años dormidas”. También, “mejorar las condiciones de trabajo de la compañía, e invitar a maestros con diversas experiencias internacionales así como a coreógrafos de renombre que puedan crear nuevas obras para el BNC”.

En realidad, ya ha empezado a hacerlo. El año pasado, el gran coreógrafo Alexei Ratmansky, del ABT, viajó a La Habana para montar con el BNC su Concerto DSCH, estrenado en 2008 y parte del repertorio de otras compañías de ballet, como la de la Scala de Milán. La colaboración, a juicio de Viengsay, no solo “fue una gran experiencia que enriquece el repertorio del BNC”, sino que Ratmansky “lo hizo por su amor al ballet cubano”. Obviamente, obtener recursos para pagar estas colaboraciones de alto nivel no es fácil, pues con la subvención estatal y lo que genera la compañía en sus giras no alcanza. Pero son muchos los amigos y patrocinadores que han mostrado su disposición a apoyar a Viengsay en su esfuerzo renovador, aunque hacen falta más aportes.

Grandes clásicos

En este tiempo también ha pasado por Cuba el coreógrafo brasileño Ricardo Amarante, y en noviembre impartieron clases a los bailarines de la compañía el argentino Julio Bocca y el cubano Julio Arozarena, que hace años abandonó el BNC y desarrolló su carrera en el Béjart Ballet de Lausana. Una colaboración que antes habría sido imposible.“Los grandes clásicos son nuestras joyas, pero enfrentar nuevas obras y líneas estéticas con diferentes coreógrafos nos permitirá enriquecer nuestro repertorio de modo integral”, señala. “Para un bailarín es importante la riqueza de movimientos, la versatilidad expresiva, asumir diferentes estilos”. A Viengsay se le ilumina el rostro pese al cansancio de esta jornada: “Ser una compañía versátil es uno de mis grandes objetivos. Es lo que necesitamos para nuestro desarrollo técnico y artístico y para lograr verdadero alcance internacional”.

Uno escucha hablar a Viengsay Valdés y lo firmaría todo. Su nombramiento ha despertado una ola de simpatía y optimismo en el mundo del ballet, dentro y fuera de Cuba. “Hay muchas personas ávidas de acercarse a la compañía, de colaborar con nosotros porque respetan el ballet cubano. Ahora han visto la posibilidad y, por supuesto, hemos abierto las puertas para que estos amigos —maestros, bailarines, coreógrafos, que nos ofrecen su saber desinteresadamente— puedan venir”. Valdés se refiere también a no pocos bailarines cubanos que se fueron e hicieron su carrera en importantes conjuntos del mundo. “Ellos ganaron una experiencia que puede ser enriquecedora, nos pueden traer frescura sin perder nuestras esencias. Esos intercambios nos permitirán actualizarnos, es bueno escuchar esas voces”.

La barra es uno de los elementos esenciales de la primera hora de clase todas las mañanas.
La barra es uno de los elementos esenciales de la primera hora de clase todas las mañanas.SEBASTIÁN GIL

Junto a este empeño, Viengsay está decidida a rescatar ballets “dormidos” en la memoria del BNC, que tiene en su repertorio más de 700 obras. Una de ellas, recién reestrenada, es Poema del Fuego, del gran coreógrafo cubano Alberto Méndez, que en el año 2000 abandonó la compañía por sus discrepancias con Alicia y que ahora Viengsay ha recuperado como uno de sus asesores artísticos, al igual que lo es Aurora Bosch. “Para la próxima temporada se va a retomar Papillon, una creación de Peter Quanz, que no se interpretaba desde su estreno en La Habana”, adelanta. También se repondrá Suite Géneris, del propio Méndez, “y una obra que entraña retos para cualquier bailarín, hasta para el cuerpo de baile: Tema y Variaciones”.

Es difícil cazar a Viengsay. No tiene un minuto libre. Caminamos por la preciosa casona colonial del BNC, en la que en estos momentos se realiza una reparación capital —entreabre una puerta, es la sala de rehabilitación: “Empezamos por aquí, no podía ser que esto estuviera en mal estado”—, y comenta que después tiene una reunión para preparar las cosas del próximo Festival de Ballet, en octubre. “Por la tarde trato de concentrar los temas administrativos, la programación, los asuntos artísticos…”.

En la última temporada, entre el 20 de diciembre y el 12 de enero, el BNC llevó al Gran Teatro Cascanueces. Bailó el último día, pero todos los demás estuvo en el primer balcón con una maître a su lado haciendo observaciones de lo que debía corregirse para la siguiente función. Durante esa temporada dio roles principales a bailarines muy jóvenes aprovechando el número de funciones para que se fueran entrenando. “Me propongo premiar el esfuerzo, la dedicación, el interés, los resultados de trabajo… No va a haber favoritismos. Mientras un bailarín demuestre su calidad técnica y artística, no importa la edad, tendrá su oportunidad”.

Otra línea de trabajo más para esta bailarina que hoy encarna como ninguna la defensa de la escuela cubana de ballet. Su nombre significa victoria, y ha llenado de buenas vibraciones a los balletómanos de Cuba y de todo el mundo, que la observan con la mayor esperanza.

En lo material está la clave

En la misma casona colonial del Vedado que es hoy sede del BNC, Fernando, Alicia y Alberto Alonso fundaron en 1948 el Ballet Alicia Alonso, que al triunfo de la revolución cambiaría su nombre y se haría famoso en el mundo entero. Fue mérito de los Alonso ganarse el apoyo del Gobierno de Fidel Castro, que integró la enseñanza del ballet al sistema nacional de educación, creando escuelas elementales y de enseñanza media de danza gratuitas en todo el país. Sólo así se explica cómo una pequeña isla del Caribe pudo convertirse en una cantera inagotable de bailarines durante sesenta años y dar a luz una escuela de ballet a la altura de las más grandes del mundo, reconocida en todas partes.

Por diversos motivos, principalmente económicos, pero también en busca de un mayor desarrollo profesional, muchos bailarines se fueron de la compañía a lo largo del tiempo. Ahí están los nombres de Carlos Acosta, José Manuel Carreño, Rosario Suárez, Julio Arozarena, Lorena y Lorna Feijoo, Rolando Sarabia o Xiomara Reyes, entre otros muchos. Viengsay Valdés conoce bien las precariedades de su profesión en Cuba, porque las ha sufrido, y se ha impuesto entre sus prioridades “mejorar las condiciones de trabajo de la compañía”.

Los salarios estatales en Cuba son los que son, y aunque un primer bailarín puede ganar más que un médico o que un ministro —que no llegan a 70 euros mensuales, al cambio—, alcanza para poco. Viengsay Valdés prefiere no hablar de cifras, para ella es algo doloroso porque no está en su mano cambiarlo, pero sí está determinada a mejorar en lo que pueda las condiciones de sus compañeros. Ahora está luchando por conseguir que se dé una pequeña cantidad a los bailarines por cada función bailada en Cuba, además de arreglar la sede —se realiza una reparación capital, pues la casa, de 1889, acumula humedades y millones de problemas—, o mejorar la alimentación de los bailarines. No son cosas grandes, pero sí importantes cuando la isla atraviesa otro periodo de escasez y dificultades. “Otra forma de estimularles es haciéndoles ver que todos tendrán oportunidades”.

Es consciente de que algunos buscarán en otros lugares mejores condiciones. Para ellos este mensaje: “Que no dejen de venir siempre aquí, a su casa, a bailar para ese público que los vio nacer y crecer y que con sus aplausos les entregó tanto amor”.

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