Angel Olsen, abanderada de corazones rotos
La artista estadounidense actuará en los festivales Mad Cool y Vida
Si Angel Olsen (Saint Louis, Missouri, 33 años) enarbolarse alguna bandera, sería la de los corazones rotos. Con el quinto disco de su carrera como solista, All Mirrors, la artista estadounidense ha logrado el reconocimiento unánime de la prensa especializada en un salto al vacío en lo profesional y en lo personal: “Nunca había trabajado con tanta gente a mi alrededor. Siempre he sido de tenerlo todo controlado, pero en este caso, he delegado mucho en compañeros que son a la vez excelentes músicos y el disco se ha ido creando sobre la marcha, pero he tenido siempre una extraña sensación de familiaridad”, explica.
Sin embargo, la multitud no siempre estuvo ahí. Este álbum, como la gran mayoría, comenzó con una ruptura. Fue la de una relación larga de la artista, durante la gira de su anterior álbum MY WOMAN (2016), en plena crisis de los treinta. En ese momento trascendental que experimentan las generaciones jóvenes cuando los planes se caen, la gente empieza a asentar la cabeza y uno vive de su sueño: “hay una gran idealización de la profesión del músico. La gente cree que se trata solo de vivir grandes experiencias. Y no deja de ser así, viajas por todo el mundo y conoces a gente maravillosa, pero no acabas de conectar con tus experiencias. Es como vivir todos los días en tu fiesta de cumpleaños. Te encanta, pero puedes acabar aborreciendo la tarta”, confiesa.
Frente a tal panorama, la cantante dejó un tiempo su residencia habitual en Asheville, Carolina del Norte, para viajar a la otra punta del país, hacia la remota Anacortes, en el estado de Washington. Olsen no recuerda haber leído nada que le sirviese de inspiración a la hora de escribir, ver ni una película que le marcase, o escuchado ninguna canción que le emocionase. Se trataba más bien de mirar hacia dentro y vaciarse, como una especie de purga: “El hecho de salir de una relación tan larga y de la vida que estaba llevando me había llevado a estar muy desconectada, quería ver qué había allí”, relata. El resultado es un disco oscuro, que transita por todo tipo de emociones y se trata de su trabajo más sinfónico hasta ahora, con pianos, cuerdas y una presencia sutil pero constante e incisiva de los sintetizadores, para hablar, al fin y al cabo, de un sentimiento muy primitivo: estar rota por dentro.
Angel soñaba con ser estrella del pop de niña, pero la adolescencia le llevó a una introversión de la que nunca quiso salir, y a la que se le deben brillantes títulos de canciones de su carrera, como Never Be Mine, Unfucktheworld, Burn your fire for no witness o en este disco, New Love Cassette. Olsen luchó por que el primer sencillo de su nuevo trabajo fuese una canción de casi siete minutos: “No lo logré, pero fue el segundo. Tenía claro que Lark tenía que abrir el disco porque resume todo lo que quería contar en el disco”, matiza.
Escucharlo refiere a la sensación de una representación teatral, con diferentes actos, que van desde el vertiginoso ritmo de los dos primeros minutos, en los que la artista reflexiona sobre lo que pudo ser y lo que falló, al ambiente psicodélico del Dream On! que lanza con rabia incontenida, y parece una especie de ajuste de cuentas con el pasado, a los fuegos artificiales que parecen vislumbrarse en el cambio de registro del minuto cinco: “ocurre eso porque en realidad eran cuatro canciones distintas. Llevó años hacerla porque no sabía a dónde se dirigían hasta que decidí juntarlas y encajó como si fuesen las piezas de un rompecabezas”.
El sonido de All Mirrors, su sencillo homónimo, recuerda al halo de luz que alumbra una cortina al amanecer, con unas motas de polvo flotando en una habitación que parece que se va a venir encima del que escucha, para pasar a la metódica observación de la tristeza en Spring, con una súplica de esperanza: dame un trocito de cielo, solo por un rato. Y finalmente Summer, una canción que recuerda a la primera vez en la que, tras una ruptura, uno se mira al espejo y se dice a sí mismo que esta noche se sale. “La primera versión de la canción era con una guitarra y sonaba muy triste. Cuando la llevamos al estudio empezamos a probar con un otro tipo de sonido y creo que encajaba mejor. En el fondo se trata de decirte a ti misma que está bien estar triste, pero que en el fondo se trata de seguir adelante”.
Siete músicos, con vestuario e instrumentos negros la acompañan durante su gira, que, después de tocar este pasado sábado en Madrid, le traerá de vuelta a los festivales Mad Cool, en la capital, y VIDA, en Vilanova i la Geltrú. Le ilusiona participar en uno de los festivales más importantes del país, y parece risueña cuando se le describe el entorno que va a encontrar en el festival catalán. Un concierto solo a evitar por los que les gusta hablar al fondo de la barra.
Babelia
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