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“Los traumas generan buena literatura”

Carlo Feltrinelli, heredero de una estirpe de editores nacidos en un periodo fascinante, disecciona el mundo pospandemia 10 años después de la adquisición de Anagrama

Carlo Feltrinelli, en 2015 en las oficinas históricas de la editorial en Milán. En la pared, una imagen de su padre, Giangiacomo.
Carlo Feltrinelli, en 2015 en las oficinas históricas de la editorial en Milán. En la pared, una imagen de su padre, Giangiacomo.maki galimberti
Daniel Verdú

Las turbulencias propias de los albores de una Guerra Fría zarandeaban el mundo tal y como lo conocían sus inquilinos en 1954. No era una época para correr riesgos. Pero Giangiacomo Feltrinelli, que entonces combinaba ya sus aventuras empresariales con el activismo político que le llevaría hasta Cuba a conocer a Fidel y a organizar años más tarde un grupo de lucha armada, utilizó el dinero de la familia para fundar una editorial. Nada de todo lo anterior le distrajo para hacerse con la primicia mundial del Doctor Zhivago de Boris Pasternak y el Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Un enorme olfato. Y puede que, al fin y al cabo, fueran también buenos tiempos. “El golden age” de la edición, señala 70 años después su hijo Carlo al otro lado de la videollamada. Hoy la editorial que preside es un enorme grupo empresarial con 118 librerías, un catálogo extraordinario, una fundación dedicada a las ciencias sociales y la propiedad de Anagrama desde hace 10 años. Y es cierto que la pandemia lo engulle todo. Pero hay luz al fondo. “Los grandes traumas siempre han generado buena literatura”. Algo es algo.

La esperanza de vida de los Feltrinelli nunca fue particularmente alta. Carlo, el abuelo, empresario y banquero, murió con 54 años. Su hijo, Giangiacomo, el fundador de la editorial, falleció con 45 cuando teóricamente manipulaba una bomba (nunca se aclararon completamente las circunstancias) destinada a un sabotaje eléctrico a las afueras de Milán. Lo contó todo el entrevistado en el exhaustivo Senior Service (Anagrama, 2016), la biografía de un tiempo trepidante y traumático para Italia. Y, especialmente, para su familia. Su único libro.

Carlo Feltrinelli (Milán, 58 años), un hombre poco dado a las entrevistas (esta la da escoltado por dos colaboradores), se encuentra hoy al frente del proyecto desde que su madre, la fotógrafa y editora Inge Schönthal, falleció hace dos años. Los tiempos tampoco son los mejores esta vez. Pero el temporal arrecia. La pandemia modificará muchos esquemas, admite. También en positivo. “La gente ha vuelto a leer porque tenía más tiempo. El libro regresa como elemento relevante, y eso es importante considerando el enorme chupete digital al que estamos enganchados todos y que está atrofiando nuestra capacidad de afrontar muchos temas”, señala.

La violenta crisis lectora y la lenta decadencia del papel no se han cumplido según los pasos anunciados por la profecía digital de estos años. Amazon, aunque aporte una buena parte de ela facturación, es hoy el principal problema. “Hay una instancia monopolística detrás que todos los editores y libreros observan con preocupación”. Pero lo viejo no termina de morir y lo nuevo, sigue sin asomar de cuerpo entero. Y en ese claroscuro, Feltrinelli ha apostado por nuevos proyectos, como su nueva línea de formación continua o un nuevo tipo de librería, y ha visto cómo resurgían formatos amenazados. El mercado, responde. “El libro de papel sale reforzado de la pandemia. Los resultados son parecidos o un poco mejores que el año pasado. En España se habla de algo cercano a un empate, un -4%. Y tal y como estábamos en marzo abril, es una buena noticia. Latinoamérica es distinto, el golpe ahí ha sido duro”. Justo el lugar del mapamundi donde la empresa fijó algunos de sus objetivos hace justo 10 años.

Compra de Anagrama

Feltrinelli comenzó la compra de Anagrama en diciembre de 2010. Y el viaje realizado desde entonces de la mano de Jorge Herralde, su fundador y antiguo propietario ha ido suavemente acompañado por una ampliación del catálogo y la incorporación de una nueva directora editorial, Silvia Sesé. “Los motivos que nos llevaron hasta ahí son dos. Feltrinelli tiene una histórica tradición con el mundo de lengua española. Trajimos a la famosa ola latinoamericana a Europa. Pero, además, había una gran amistad con Jorge Herralde. Tengo una devota admiración por su trabajo y nunca podré agradecerle suficiente por habernos elegido como socios para seguir esta aventura”.

Los manuscritos que están ya sobre ambas mesas anticipan el mundo que vendrá. Un lugar, opina Feltrinelli, que requerirá de “voces importantes”, preferiblemente alejadas de las modas del marketing editorial. “Todos los momentos de trauma van acompañados de una voluntad de reconstrucción. Y eso pasa por una mayor consciencia sobre cómo estamos viviendo. Vivimos una triple crisis: climática, económica y sanitaria. Y los individuos tendrán más preguntas que hace un año, también más necesidad de respuestas. La gente no quiere vivir en un mundo de ignorancia deliberada, causada en parte culpa de esta borrachera de redes sociales que atrofia nuestra manera de pensar. En ese contexto tecnológico, basado en la dependencia y la manipulación, el libro es todavía un antídoto fuerte. Las obras que buscaremos irán en la dirección de afrontar esta crisis”.

El populismo y el canon literario, sin embargo, no han sido impermeables a la dictadura del like. El trabajo del editor, puede observarse en muchos nuevos lanzamientos, tiene a menudo indisimuladamente en cuenta la popularidad en redes del autor. La vieja galaxia Gutenberg contra la galaxia Zuckerberg, suele ironizar Feltrinelli. ¿Sería posible descubrir hoy a Pasternak o encontrar un Gatopardo con esos atajos? “La mediación editorial sigue siendo fundamental y la investigación que hace un editor no puede ser inmediata o ligada a factores como los followers que tiene un autor. Y puede que sea justo, no quiero juzgarlo. Pero un cierto número de seguidores no significa tener una buena novela”.

Italia ha sido el epicentro de la tormenta populista y soberanista que recorrió Europa en los últimos años. Cuando Matteo Salvini alcanzó la vicepresidencia del Gobierno y el Ministerio del Interior inició una campaña de acoso y derribo contra el pensamiento disidente. Se hizo el silencio. Muy pocos intelectuales alzaron la voz. “Todo esto tiene raíces lejanas. Somos un país que pasó 20 años con Silvio Berlusconi. El vaciamiento del cuerpo intelectual, es un cierto populismo que hemos inventado nosotros: un peronismo a la italiana. Y esto ha tenido un efecto muy claro. Y la izquierda histórica italiana ha tenido una grave responsabilidad, ha faltado como punto de referencia. No me sorprende la situación. Pero intentamos ser un dique a todo esto. Aunque quién sabe, quizá no lo hayamos conseguido”, lamenta.

Feltrinelli nunca ha escondido su posición en el mundo. Editar, en suma, es hacer política. Y su editor tampoco oculta su preocupación por la situación que atraviesa el país. “Estoy muy asustado de que perdamos el espíritu de reconstrucción auténtico después de este trauma de la pandemia. Veo señales de mayonesa impazzita [mayonesa cortada] en la política italiana. Sería el momento de asunción de responsabilidades de la clase dirigente de este país para abrir un capítulo nuevo después de haber estado golpeados por la Covid-19. Veo una situación típicamente italiana de gran fragilidad del sistema político en un país que se arriesga a salir muy traumatizado de esta crisis. No es para nada descartable que aquellas fuerzas soberanistas que parecían haber perdido el tono en los últimos tiempos, puedan volver”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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