Las entrañas ilustradas de una familia
De la alemana ‘Heimat’, donde Nora Krug investiga los vínculos de su abuelo con el Tercer Reich, a la española ‘Siempre tendremos 20 años’, una oleada de novelas gráficas indaga en la memoria personal
Al final de su investigación, Nora Krug halló cuatro palabras. En 1945, marcaron el destino de 13 millones de alemanes. Y, décadas después, volvían para sacudir las certezas de su familia. Porque la autora descubrió que, tras liberar al país del nazismo, EE UU obligó a los habitantes de la zona bajo su control a aclarar su papel en el régimen. Y los dividieron por categorías de enjuiciamiento: contra un 33% no hubo cargos; un 1,9% fue “exonerado”; un 51,1%, visto como “seguidor”; a un 11,2% se le consideró “cómplice”. Y un 2,6% fue tachado de “culpable principal”.
Uno de estos apartados encerraba la respuesta a meses de preguntas de la historietista. ¿Qué término asignaron a su abuelo Willi? ¿Se entregó a la causa? ¿Se opuso? ¿Se mantuvo al margen? Interrogantes que han corroído a miles de familias, en Alemania como en España o Camboya. Para disolver los fantasmas del pasado, Krug ha necesitado años. Ha recopilado documentos, cartas y fotos. Ha preguntado y estudiado. Y, al final, ha dibujado Heimat (Salamandra Graphic), un monumento a la memoria y la identidad.
“Un cómic da acceso a las emociones personales como los libros de historia no hacen. Las ilustraciones tienen un efecto inmediato en el cerebro”, explica la escritora. Tal vez por eso las librerías acogen una oleada de recuerdos dibujados: resulta que en otros rincones del planeta bullen reflexiones e inquietudes parecidas a las de Krug. Siempre tendremos 20 años (Norma Editorial) culmina la trilogía de Jaime Martín: tras sus padres y sus abuelos, pone el foco en sí mismo y la generación que se crio en España en los setenta. En Kraut, que publica en castellano Fulgencio Pimentel, el holandés Peter Pontiac (fallecido en 2015) busca las pistas de su progenitor, desaparecido en la isla de Curazao. Con El almanaque de mi padre (Planeta Cómic), el japonés Jiro Taniguchi intenta entender por qué dejó atrás su pueblo y sus raíces. Y Sole Otero relata en Naftalina (Salamandra Graphic) su buceo en las tragedias que hirieron a su familia, con el telón de fondo de la Argentina en crisis de 2001. Además, uno de los cómics más esperados del año también está consagrado a la memoria íntima: Paco Roca construye Regreso al Edén (Astiberri) a partir de una vieja fotografía de su madre.
“El tebeo te garantiza la libertad. No tienes las barreras de gastos y otra gente interviniendo que supone, por ejemplo, el cine. Como es un medio minoritario comparado con otros, nadie interfiere en tu obra”, subraya Jaime Martín. De ahí que los artistas puedan adentrarse sin límites en su pasado, ajustar las cuentas pendientes y preguntarse por lo que fue, pudo ser o nunca será. Miedo, arrepentimiento, orgullo, rabia, alegría: los autores dibujan y comparten sus entrañas. “Produce una extraña sensación de vacío escribir a alguien con quien no tenías ningún vínculo afectivo en absoluto”, arranca la larga carta de Pontiac a su padre en Kraut.
En Heimat también se mezclan dolor y esperanza. El lector acompaña la búsqueda de Krug para comprender no solo qué hicieron su abuelo (y su tío) sino, también, qué significa ser alemán. “Vivir tantos años fuera [en EE UU] me sirvió para tener otra visión. La Segunda Guerra Mundial todavía determina mucho quiénes somos, crecemos con un sentido de culpabilidad heredado y paralizante. No hay que olvidarlo, sino convertirlo en responsabilidad. Aunque era consciente de que escribir desde el punto de vista del perpetrador era peligroso, podía parecer que les restara hierro a las atrocidades de nuestro país”, asegura la autora. Al revés, muchos críticos han celebrado su obra como parte de la solución. “Mantener el pasado vivo y contar la historia de quienes sufrieron es nuestro deber. No hemos superado racismo o antisemitismo”, insiste ella.
Así que Krug intenta mirar de frente a la historia, sin ocultar ni exagerar. Existió aquel texto escolar donde su tío, de pequeño, comparaba a los judíos con hongos venenosos. Es cierto que miles de alemanes se entusiasmaron con el nazismo. Pero Heimat también dibuja los grises. “Hubo ciudadanos que murieron luchando contra el régimen, y a la vez eran antisemitas. Algunos miembros del partido escondieron a judíos. Se dijo que no había elección, pero algunos sí resistieron. Y otros no ayudaron aunque ese mínimo gesto no habría puesto en riesgo su vida. Entre verdugos y víctimas hay una enorme zona intermedia, y la mayoría de alemanes está ahí”, defiende la dibujante. A la vez Heimat está salpicado de otra indagación en la identidad: la bolsa de agua caliente, ir al bosque a por setas, el pan en su punto perfecto. Eso también, en la memoria de Krug, es ser alemanes.
Ser español, el 20 de noviembre de 1975, en casa de Jaime Martín fue una fiesta. En el arranque de Siempre tendremos 20 años, la muerte de Franco se celebra con champán. “Quería conectar varias capas, entre el relato social, político, familiar y profesional”, explica el dibujante. A través de sus recuerdos, sus amigos y su familia, Martín describe los anhelos de una generación que nació entre esperanzas pero descubrió que el futuro no era la alfombra roja que le anunciaban. “Tuvimos una progresión hacia la modernidad un tanto accidentada, así que cuando llegamos a la crisis de 2008 de alguna forma ya estábamos acostumbrados”, agrega el autor. En su obra desfilan la Transición, el paro por las nubes, el ingreso en la OTAN, las drogas, el rock y la precariedad. Hace unos días, una lectora le dijo: “Me podía cambiar por algunos de tus personajes y sería también mi historia”. Y la de muchos.
Viñetas para el recuerdo
En el prólogo de 'Kraut', Peter Pontiac confiesa que 'Maus', la obra maestra de Art Spiegelman, fue una de las influencias clave para su novela gráfica. El cómic en el que el dibujante estadounidense entrevista a su padre y recupera sus vivencias del Holocausto es tal vez la más célebre -y premiada- novela gráfica dedicada al recuerdo familiar. Pero, desde luego, no es la única. En España, Ana Penyas obtuvo el Nacional de Cómic dibujando la vida de sus abuelas bajo el franquismo en 'Estamos todas bien'. Y el guionista Antonio Altarriba ganó el mismo galardón contando en 'El arte de volar' (ilustrado por Kim) la extraordinaria existencia de su padre.
Con 'Fun Home' y '¿Eres mi madre?', la estadounidense Alison Bechdel desgranó en viñetas su relación con ambos progenitores. Y en 'Persépolis', de Marjane Satrapi, la historia reciente de Irán avanza de la mano con la de la autora y su familia.
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