Paganos en la nueva Albión
Entre lo pastoral y lo truculento, hace 50 años prosperaba el folk-rock británico
El sello londinense Grapefruit está explorando una de las vetas olvidadas del rock británico: el folk (frecuentemente) eléctrico de finales de los sesenta y principios de los setenta. En esa categoría cae su más reciente recopilación, el triple Sumer Is Icumen In. Igual que su predecesora de 2015, Dust On The Nettles, ofrece una inmersión en un universo rico en resonancias históricas y rescata unos ejercicios musicales sistemáticamente minusvalorados por los cronistas del ramo. A pesar de que sus planteamientos resucitan cada equis años: ¿recuerdan la folktronica?
Eclipsado por su triunfal hermano mayor estadounidense, el folk-rock británico también se benefició de las licencias literarias y temáticas aportadas por Bob Dylan, pero amplió sus texturas sonoras con instrumentos antiguos, elementos exóticos —mucha música india— y, a veces, la psicodelia ambiental.
Sabían que muchas de las canciones electrificadas por sus colegas del otro lado del Atlántico tenían su origen en su propia casa, en Gran Bretaña e Irlanda. Los músicos más informados advirtieron entonces que algunas estaban enraizadas en creencias anteriores al cristianismo. De ahí el subtítulo de la presente colección, The Pagan Sound of British & Irish Folk 1966-1975.
¿Paganismo? Raspando la superficie del folclore británico, si uno se empeña, detecta sombras de druidas, brujas, hadas, el dios Pan, las leyendas artúricas, los rituales de fertilidad, las enigmáticas piedras de Stonehenge, los restos arqueológicos de Glastonbury.
Los 60 temas de Sumer Is Icumen In confirman que aquel fue un movimiento extenso. Figuran los que conocieron cierto grado de éxito: Fairport Convention, Steeleye Span, Pentangle, Incredible String Band, Strawbs. Pero también aparecen nombres inesperados, como Marc Bolan, Mike Oldfield, Traffic o Curved Air. Y grupos más identificados con el underground que con el folk, por su discográfica o por su presencia en festivales alternativos, como Principal Edwards Magic Theatre o Third Ear Band (que ya nos dieron una pista de sus querencias medievalistas con la banda sonora para el Macbeth de Polanski).
El pedante podría señalar que faltan Donovan, Amazing Blondel, Magna Carta y otros. Vaya: esas ausencias están más que compensadas por la repesca de docenas de grupos o solistas que funcionaban a nivel regional o incluso de forma amateur. Sin olvidar a tradicionalistas como Shirley Collins o Anne Briggs, que experimentaron ocasionalmente. Era el signo de los tiempos: el diálogo entre el acervo y la modernidad. Que además tuvo un eco inmediato en la Europa continental.
El título de la antología, Sumer Is Icumen In, significa “el verano ha llegado” en inglés medio. Y corresponde a una ronda, un cántico del siglo XIII. Los muy cinéfilos recordarán que sonaba al final de The Wicker Man (1973), película de misterio donde un policía descubría, para su desgracia, la vigencia de costumbres celtas en una isla perdida de la Hébridas. Están avisados.
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