Juvenil decepción
Luis David y Joaquín Galdós pasan desapercibidos ante una variada corrida de Alcurrucén
Joaquín Galdós, peruano de nacimiento, tiene 24 años, y Luis David, mexicano, de 22 años, buscan con empeño, y aún no han encontrado, un lugar de privilegio en la tauromaquia española. Ambos se han encontrado con el caramelo de una corrida de la Gira de Reconstrucción, con las cámaras de televisión, y los dos se han permitido el lujo de pasar desapercibidos en una tarde plomiza, pesada y perfectamente olvidable.
Es verdad que el festejo carecía del más mínimo interés. En Montoro, un mexicano y un peruano, sin una hoja de servicio exitosa a sus espaldas, eran la viva imagen del torero tras el telón de acero de Sabina. Prueba de ello es la poca gente que había en los tendidos, arrecida y aburrida.
Galdós y David han desaprovechado una valiosa oportunidad. Y no es que estuvieran mal; es que no dijeron nada. Dieron pases y todos están ya borrados de la memoria.
Todavía están ambos en la edad para reflexionar sobre cuál es su papel en la fiesta y cuáles son sus aspiraciones. Torear no consiste solo en mostrar valor y acompañar con las telas y cierta gracia las embestidas de los toros. Ni siquiera es suficiente el sitio, la solvencia, la experiencia… Es algo más. Es poseer la capacidad para emocionar y contar el misterio del ensamblaje entre un ser humano y un toro.
ALCURRUCÉN/GALDÓS, LUIS DAVID
Cuatro toros de Alcurrucén, chicos los dos primeros -nobles y sosos-, y correctos de presentación el tercero y el cuarto, sin celo y deslucidos. Todos fueron mansos en los caballos.
Joaquín Galdós: estocada baja (oreja); pinchazo y bajonazo _aviso_ (ovación).
Luis David: estocada (oreja); pinchazo y estocada trasera _aviso_ (ovación).
Plaza de Montoro (Córdoba). 25 de octubre. Novena corrida de la Gira de Reconstrucción. Unos 200 espectadores.
Y los dos trazaron capotazos y muletazos preñados de soltura y técnica; pero no es suficiente. Y no hay mejor prueba que la reacción del público, que no salió de su ensoñamiento en toda la tarde. Solo ese es un motivo suficiente para retirarse a partir de mañana mismo a la montaña con los más estrechos colaboradores para averiguar dónde está el problema.
Galdós se encontró con un primer novillo -novillo era por su trapío- codicioso y noble, al que veroniqueó con soltura y se lució en un quite por chicuelinas.
Muleta en mano, estuvo correcto, pulcro, frío… Destacó más el bondadoso recorrido del animal que el dibujo del torero.
Más serio fue el tercero, descastado, sin celo ni entrega en los engaños, y Galdós mostró valentía y seguridad.
Otro que repitió con movilidad, y también con sosería, fue el segundo, y Luis David dio muchos pases, con extrema facilidad y escasa hondura. Más torero se mostró, lo que son las cosas, con el deslucido cuarto, bronco, peligroso, que embestía con la cara alta, y al que mató de una estocada trasera bien ejecutada.
En fin, que son toreros los dos con capacidad suficiente, pero su compromiso en Montoro fue muy débil. Hay que exponer más, hay que comprometerse más, para movilizar al tendido y trasladar al aficionado la convicción de que se quiere ser torero de verdad.
Galdós y Luis David han actuado como dos figuras veteranas, apocados de ánimo y corto compromiso. De tal modo, no pueden encarar el año que viene con las soñadas perspectivas. De estos dos jóvenes se esperaba mucho más.
Babelia
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