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El ‘método Alberto Closas’ : ensayar 70 veces

Una biografía escrita por dos sobrinos del actor recorre la carrera en teatro y cine de un hombre marcado por el exilio

Manuel Morales
Foto de promoción de Alberto Closas tomada a finales de los años cuarenta.
Foto de promoción de Alberto Closas tomada a finales de los años cuarenta.

Si en algo coinciden los numerosos testimonios de la biografía que acaba de publicarse sobre el actor Alberto Closas, es que siempre estaba convincente en sus papeles, ya fuera en teatro o cine, porque irradiaba normalidad, autenticidad no impostada, una forma de estar, de moverse, que parecía como si en verdad no actuase. Aunque cuando se lo decían a él, se agarraba uno de sus temibles cabreos. El intérprete catalán les espetaba que el secreto era ensayar, repetir “hasta que el personaje te salga por los poros”. Y para ilustrarlo se ayudaba de una anécdota de Laurence Olivier, en la que el actor inglés tras escuchar a varios jóvenes discutir sobre qué método era el mejor para meterse en un personaje acabó por decirles: “¿Y si intentáis ensayarlo 70 veces?”.

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Alberto Closas. A un paso de las estrellas, editado por Cátedra, tiene la particularidad de que, al contrario que en la mayoría de las biografías, en las que un desconocido se acerca al protagonista hasta convertirse casi en un familiar, en esta ocasión son dos sobrinos del actor, Francis Closas y Silvia Farriol, los autores. Quizás por ello el libro cuenta bastante más que la vida y extensísima obra en el escenario y el cine de Closas (Barcelona, 1921-Madrid, 1994) en varios países: España, Argentina, Chile, Uruguay Francia. Se recuerda el ambiente de la bulliciosa y pujante Barcelona de los años veinte, en los que se desarrolló la familia Closas, con el patriarca, Rafael, al que han querido también reivindicar. El padre del actor, abogado y masón, ocupó altos cargos en la Generalitat de Cataluña con Macià y Companys, motivo este último por el que la familia se exilió a Francia en enero de 1939, a tres meses del final de la Guerra Civil.

De París, donde despertó el bon vivant que llevaba dentro, como contó el propio Closas, dio el salto a América con su hermano Jordi, ya que su padre temía que una Francia en guerra los llamaran a filas. En la colonia catalana exiliada en Buenos Aires fueron acogidos por sus tíos y allí desarrollaron las dotes para la interpretación y la canción que ya habían apuntado. En el caso de Alberto, hay un nombre fundamental en su carrera, el de la grandiosa actriz Margarita Xirgu, la amiga de Federico García Lorca le inculcó la disciplina y constancia necesarias para su oficio. Closas recordaba así su primer encuentro, cuando ella le preguntó: “¿Tú cuánto aguantas sin comer?”. “Pues como año y medio”, respondió él. De su mano y en una capital del teatro como Buenos Aires, empezó en las tablas y triunfó con rapidez, con obras de Casona, Alberti… Esa popularidad le dio el empujón al cine, a la radio y a la canción: de tangos a canciones para niños.

En el prólogo de este libro de casi 400 páginas, el escritor Eduardo Mendoza, que lo conoció, destaca de Closas “su elegancia fácil, simpático y desenvuelto” y actor “de técnica sólida”, que en otro país “habría sido una figura de dimensión europea y ganador de importantes galardones”. Sin embargo, “el propio interesado parecía satisfecho con su cómoda posición”. Sobre esto, Closas declaró, en una de sus entrevistas recogidas en el libro, que fueron “los empresarios de teatro y el público” los que lo encasillaron porque querían verlo siempre en el papel de galán de comedia burguesa. A ello le ayudaron su 1,81 de estatura y sus ojos verdes. Mendoza apunta, además, otro motivo. Closas nunca se desprendió del estigma del exilio, “que le impulsaba a estar siempre de paso” y a “no echar raíces, ni geográficas ni profesionales”. Lo suyo fue un ir y venir. Como también sucedió en su vida sentimental: seis matrimonios, alguno duró tres meses, como de una estrella de Hollywood, y otras muchas aventuras para alguien que, curiosamente, aborrecía el personaje de Don Juan. Una de sus esposas, Amalia Bence, estrella del cine argentino, lo describió como “muy infiel”. “No solo conmigo. Era su temperamento”.

Memorias

Con abundancia de documentación: cartas, recortes de prensa, fotos y testimonios de familiares y compañeros, críticas teatrales, carteles, programas de mano… A un paso de las estrellas es el título que el propio Closas anunció para sus memorias en una entrevista en EL PAÍS, en 1988, pero que no llegó a escribir. Ese “paso”, según sus biógrafos, responde, por un lado, a las personalidades que trató: Neruda, León Felipe, Alberti, Pla… y por otro porque perteneció a un grupo de artistas que debido a la situación de la cultura en España, “nunca se consolidó como un star system”.

Closas, en 1939, poco antes de embarcarse a Buenos Aires.
Closas, en 1939, poco antes de embarcarse a Buenos Aires.

Aunque a principios de los años cincuenta, sí era una estrella en Argentina. Regresó a España por la puerta grande, con la película Muerte de un ciclista (1955), de Juan Antonio Bardem. Un filme neorrealista, dirigido por un comunista que se atrevía a criticar a la hipócrita sociedad franquista. Para él fue tan natural interpretar al profesor que veía con simpatía las revueltas estudiantiles y los nuevos aires como, en 1962, representar al padre de La gran familia, exitazo que ensalzaba uno de los mandamientos del franquismo: creced y multiplicaos.

Con el tiempo, Closas ganó mucho dinero, que invirtió como empresario teatral, pero que también gastó en la ruleta o las carreras de caballos; encadenó el teatro clásico y moderno, con éxitos en obras que superaron las 500 representaciones -era conocida su afición a hacer ganchillo en los entreactos para relajarse-, y películas como El baile, de Edgar Neville.

No esquivó sus contradicciones, que le llevaron, en una familia de tradición republicana, a proclamarse juancarlista. O a tener entre sus amistades al matrimonio Perón, al dramaturgo Alejandro Casona, comprometido con la República; o al almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno con Franco. Closas apuró la vida hasta que un cáncer de pulmón -fumaba desde los 14 años y consumía cuatro cajetillas diarias- le obligó a su definitivo mutis en septiembre de 1994. Pocos meses antes se había subido por última vez al escenario, con Amparo Rivelles, en una obra que tuvo que abandonar y de título premonitorio: El canto de los cisnes.

El barco a América

Una anécdota que muestra el carácter de Closas desde joven sucedió en noviembre de 1939, cuando él y su hermano Jordi iban a partir de Burdeos a Buenos Aires, huyendo de una posible llamada a filas en Francia. La mañana de la salida del barco, Alberto fue a despedirse de unos amigos entre vino blanco y ostras. La fiesta se alargó y el 'Aurigny' levó anclas sin él que, a la carrera, recurrió a un comisario amigo de su padre, que llamó a la Prefectura Marina. Por suerte, el barco estaba aún parado en la bahía. Así que pudo tomar una lancha rápida y subir a bordo. Cuando su hermano lo vio, le dedicó todo tipo de insultos.

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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