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TIPO DE LETRA
Columna
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El racismo va por barrios

En 1749, entre 9.000 y 12.000 gitanos, niños incluidos, fueron encarceladas mientras sus bienes eran confiscados para financiar la operación Gran Redada

Los gitanos constituyen en Europa la principal minoría étnica. En Rusia, Finlandia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Alemania o Francia, los 'roma' han sobrevivido de desigual fortuna. En la imagen un asentamiento gitano de Rusia.
Los gitanos constituyen en Europa la principal minoría étnica. En Rusia, Finlandia, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria, Grecia, Alemania o Francia, los 'roma' han sobrevivido de desigual fortuna. En la imagen un asentamiento gitano de Rusia.JOAKIM ESKILDSEN
Javier Rodríguez Marcos

En el verano de 1749, Cenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada y mano derecha de Fernando VI, hizo realidad un antiguo sueño de Gaspar Vázquez Tablada, obispo de Oviedo y gobernador del Consejo de Castilla: la reclusión vitalicia de los gitanos españoles, un proyecto de exterminio que separaba a hombres y mujeres en diferentes prisiones para garantizar su extinción. La llamada Prisión General, más conocida como Gran Redada, se tramó en secreto y se empezó a ejecutar en la noche del 30 de julio. Entre 9.000 y 12.000 personas, niños incluidos, fueron encarceladas mientras sus bienes eran confiscados para financiar la operación.

Debido a la falta de previsión y a problemas logísticos —como alternativa se pensó en enviarlos a las colonias americanas—, el asunto terminó en fiasco. Eso sí, hubo que esperar 16 años a que el indulto decretado por Carlos III beneficiara a los últimos presos. No tuvo las dimensiones ni ha tenido la trascendencia de la expulsión de los judíos o los moriscos, pero forma parte de la misma historia nacional de la infamia. También forma parte de un ensayo que conviene tener a mano cada vez que el tema del racismo vuelve al Telediario: Historia del pueblo gitano en España (Catarata), publicado hace dos años por David Martín Sánchez, investigador de la Universidad de Sevilla. “La condición de gitano durante el Antiguo Régimen era un tipo penal”, recuerda Martín Sánchez, que en 125 páginas resume los avatares de una etnia que terminó alimentando involuntariamente la imagen tópica y falsa del mismo país que durante siglos la persiguió por “asocial” e “improductiva” y utilizó su nombre como un insulto. Desde la llegada como peregrinos en el siglo XV hasta su papel en el nacimiento del flamenco, pasando por la prohibición de ejercer otro oficio que la labranza para forzar su asentamiento, el estigma de la heroína en los años ochenta del siglo pasado, la influencia de su lengua en el castellano (currar, pinrel) o su vinculación actual al culto evangélico, su historia es hoy la de, aproximadamente, 750.000 españoles.

David Martín Sánchez termina su estudio recomendando que se complete con la lectura de trabajos de antropología como los de Teresa San Román, justo una de las protagonistas del último monográfico que la revista valenciana Concreta acaba de dedicar al imaginario gitano. Coordinado por el artista Pedro G. Romero y con colaboraciones de Georges Didi-Huberman, María García Ruiz, Pastori Filigrana o Isaki Lacuesta, el número coincidió con una de las exposiciones interrumpidas por el estado de alarma: la esclarecedora y estremedora muestra que el Reina Sofía dedicó a Ceija Stojka, una pintora romaní cuya condición de austriaca no la salvó de ser deportada a Auschwitz, Ravensbrück y Bergen-belsen (la editorial Papeles mínimos ha publicado sus memorias: ¿Sueño que vivo?). El genocidio de los gitanos se cobró medio millón de víctimas, pero el gobierno alemán tardó 40 años en reconocerlo. Sus víctimas lo llaman Porrajmos (devoración). No es más que otro fruto de aquel invento de la Inquisición española eficazmente actualizado por los nazis: la limpieza de sangre.


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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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