_
_
_
_
Universos paralelos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La sombra de la masacre

La muerte del músico Moon Martin nos recuerda el problemático legado racial de Oklahoma

Diego A. Manrique
El músico Moon Martin.
El músico Moon Martin.Peter Noble (Redferns)

A este ritmo, esta peste –complicada con una racha de mala suerte– va a acabar con dos o tres generaciones de músicos. Nos llegan tantas defunciones que ni siquiera es posible lo mínimo: una despedida adecuada. De ahí el retraso en informar sobre el deceso de una figura de culto como Moon Martin y, me temo, de escaso eco.

Les refresco los datos: John Moon Martin, 69 años, natural de Oklahoma. A partir de 1978, este okie editó cinco palpitantes álbumes en el sello Capitol (con distribución internacional: algunos se publicaron en España). Consiguió éxitos menores tipo Rolene o Bad News, aunque sus mayores ingresos procedieran de interpretaciones de temas suyos como Bad Case Of Lovin’ You (Doctor, Doctor), por Robert Palmer, y Cadillac Walk, por Mink DeVille, la banda de Willy DeVille.

En su carrera posterior, detectamos paralelismos con Willy DeVille. Aprovechando la querencia gala por los perdedores estadounidenses, los dos trabajaron en Francia, grabando incluso para el mismo sello (Fnac). En el caso de Martin, desdichadamente, sin impacto comercial ni desarrollo en países limítrofes. Ambos desaparecieron del radar de los medios británicos y estadounidenses, que son los que establecen el canon del pop y el rock.

A Moon Martin se le encajó como artista de power pop. Luego, cuando usó sintetizadores, le pasaron al más cómodo cajón de la new wave. Pero sonaba a artista sureño, con raíces en el blues. Diré más: Moon Martin me parecía una versión anfetamínica de otro gran okie: J. J. Cale. Tanto Cale como Martin se instalaron en Los Ángeles, donde grabaron los sonidos de moda antes de lograr la autonomía para hacer lo que sentían como profundamente propio. Cierto que la emigración hacia California fue una salida natural para los okies, como recordaran los lectores y/o espectadores de Las uvas de la ira.

Según cuentan los nativos, Oklahoma siempre gozó de una potente escena musical, particularmente en Tulsa, la llamada “capital mundial del petróleo”. Okies fueron Chet Baker, Bob Wills, Woody Guthrie, Leon Russell, Wanda Jackson, David Gates, Jimmy Webb o Charlie Christian. Si se fijan en esa lista, notaran una anomalía, inimaginable en estados vecinos como Texas o Arkansas: solo hay un músico negro reconocido universalmente, el guitarrista Christian. Allí no prosperaron las bandas mixtas. Y fueron okies blancos los que se beneficiaron del patrocinio de Eric Clapton en los años setenta.

Tuvo algo de guerra civil: aseguran que avionetas privadas sobrevolaron Greenwood, lanzando bombas incendiarias. Ardió prácticamente todo el barrio y los supervivientes se dispersaron

Antes de convertirse oficialmente en estado, Oklahoma era un territorio que atrajo abundante población afroamericana buscando tierra y libertad. De hecho, Tulsa contaba con Greenwood, que se autoproclamaba “la comunidad negra más floreciente de Estados Unidos.”

Hasta 1921, cuando ocurrió lo que los historiadores denominan “los peores disturbios raciales” del país. Tan brutales que todavía se discute la cifra de muertos: entre 36 y 300. Tuvo algo de guerra civil: aseguran que avionetas privadas sobrevolaron Greenwood, lanzando bombas incendiarias. Ardió prácticamente todo el barrio y los supervivientes se dispersaron. Es un trauma que ni siquiera los músicos locales –con excepción del jazzman Brian Haas- se han atrevido a exorcizar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_