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Muere Phil May, cantante de los poderosos Pretty Things

Leyenda del rock británico, el grupo vivió los años sesenta a la sombra de los Rolling Stones, pero fue reivindicado en décadas recientes

Diego A. Manrique
De izquierda a derecha: Wally Waller, Skip Alan, Phil May, John Povey y Dick Taylor. Pretty Things en 1967 en Dinamarca.
De izquierda a derecha: Wally Waller, Skip Alan, Phil May, John Povey y Dick Taylor. Pretty Things en 1967 en Dinamarca.Jorgen Angel (Redferns)

Phil May, de 75 años, falleció el viernes 15 de mayo en un hospital de Norfolk (Reino Unido) por la complicaciones tras una operación de cadera. May fue el vocalista principal de los Pretty Things durante sus más de 50 años de existencia. Un grupo que definió el rock de garaje más elemental antes de aventurarse en discos musicalmente complejos, como S. F. Sorrow.

Comenzaron en 1964 haciendo blues del Delta, ¡del Delta del Támesis! May formó The Pretty Things con el guitarrista Dick Taylor, que ya había tocado con Mick Jagger y Keith Richards en la primera encarnación de los Rolling Stones. Los cuatro venían de Dartford, localidad cercana a Londres donde, a principios de los 60, floreció una rama juvenil de la secta de fanáticos del blues y el rhythm and blues. Como los Rolling Stones, los Pretty Things derivaban su nombre de una canción de uno de aquellos míticos artistas negros, en su caso de Bo Diddley.

Al igual que los Stones, tocaban piezas ajenas –incluyendo A House in the Country, de The Kinks- mientras desarrollaban sus propias composiciones, generalmente ocurrencias de May y Taylor. Dentro y fuera del escenario, la provocación era parte de su atractivo: en 1966, editaban un himno al LSD, disimulado bajo las siglas de libras, chelines y peniques. Aparte de sus melenas flotantes, entonces un asunto grave, se ganaron fama de bronquistas. May, un tipo alto, hacía honor al tópico del vocalista noctívago (Midnight to six man) y sexualmente omnívoro.

Tal vez por esa reputación radioactiva, no llegaron a funcionar en Estados Unidos, aunque su sonido punzante fue una inspiración para el primer punk, más conocido hoy como rock de garaje; sí alcanzaron reputación mítica en Francia o los Países Bajos. Así que su economía era frágil y hasta se buscaran un seudónimo, Electric Banana, para grabar música de librería, destinada a bandas sonoras de producciones baratas.

Como sus antiguos convecinos, supieron adaptarse: jugando con las voces y asumiendo modismos psicodélicos, en Abbey Road grabaron S. F. Sorrow (1968), un disco narrativo basado en las vivencias de alguien nacido en un lugar muy parecido a Dartford, en el que muchos han pretendido ver el antecedente de Tommy, de The Who. Poco importa ya que, a diferencia del de The Who, S. F. Sorrow pasó desapercibido. El mismo destino –grandes críticas, ventas decepcionantes- esperaba a sus álbumes de los setenta, aunque fueran publicados por sellos importantes: EMI, Motown, Warner Bros. y Swan Song, la discográfica de Led Zeppelin.

Para seguir la trayectoria de los Pretty Things, podemos elegir dos opciones. La convencional sería lamentar su escasa fortuna. Pero eso exigiría olvidar el apoyo que recibieron de admiradores inesperados: fueron reivindicados por David Bowie, que interpretaría temas suyos. Y se beneficiaron de sucesivos tsunamis, como el punk rock o el revival del blues-rock y el redescubrimiento de la psicodelia.

En realidad, estamos ante una historia de tenacidad. El grupo sufrió bajones pero supo recomponerse: hubo etapas en que Phil May se dio de baja y ocasiones en que se reincorporó el guitarrista original, Dick Taylor. May, que vivió temporadas en Andalucía, parecía uno de esos personajes de indestructible mala salud.

Con todo, en 2018 echaron el cierre con un concierto monumental en el O2 londinense, recogido en The final bow. De invitados estuvieron Van Morrison, cantando temas negros, y David Gilmour punteando en su repertorio más ácido. Nivel.

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