El teatro deja la luz encendida en la Red
El mundo virtual se ha convertido en una vía de escape para los creadores, que hoy estrenan obras o recuperan montajes aplaudidos para celebrar el Día Mundial del Teatro
El Royal Theatre de la ciudad británica de Saint Helens publicó el viernes pasado en su perfil de Instagram una foto de un escenario vacío con una luz en el centro, acompañada del siguiente texto: “En el teatro tenemos una tradición. Cuando está vacío, siempre dejamos una luz encendida. Normalmente, la dejamos sobre un trípode en el escenario y se conoce como luz fantasma o luz testigo. Significa que, aunque el teatro esté vacío, regresaremos. (…) Podemos estar de baja, pero nuestra pasión, nuestra creatividad, nuestro impulso sigue siendo el centro del escenario. Desconectaremos estas luces testigo en poco tiempo. Mientras tanto, aquí hay una para que el mundo sepa que regresaremos”.
El mensaje ha corrido desde entonces como la pólvora entre los profesionales de las artes escénicas y se ha extendido por las redes sociales en muchos países. En España lo difundió el lunes la Asociación de Regiduría de Espectáculos en su cuenta de Facebook y no deja de replicarse, hasta el punto de que el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música ha publicado hoy un vídeo en el que distintos profesionales lo recitan. Es el lamento pero también el grito de esperanza de un colectivo que hoy celebra su fiesta mayor, el Día Mundial del Teatro, en las peores circunstancias imaginables: con todos los telones bajados por la pandemia del coronavirus. Funciones canceladas, estrenos anulados después de meses de ensayos, decenas de proyectos pendientes de un hilo. Por no hablar de la ruina económica.
No hay ánimo de celebración, pero sí de reivindicación de un arte milenario que ha sobrevivido gracias a su capacidad de reinvención. En su enésima pirueta, los creadores han encontrado durante su confinamiento un inesperado aliado en lo que parecía su antítesis: el mundo virtual. Instituciones públicas y privadas, productoras grandes y pequeñas, compañías y creadores de todos los colores han convertido Internet en un generoso escenario en el que ofrecen de forma gratuita decenas de grabaciones de espectáculos. Y así es como piensan celebrar hoy su fiesta: ampliando aún más esa oferta online. Cierto que no es lo mismo ver una obra desde un patio de butacas que frente a una pantalla, pero en general la profesión lo asume como un mal menor: quizá como una manera de recordar al mundo que el teatro sigue ahí y está dispuesto a regresar.
Pero la actividad teatral no se está limitando a la exhibición. El confinamiento está impulsando también la creatividad: surgen nuevas maneras de trabajar y nuevos formatos. Y puede que la gran obra teatral sobre la pandemia del coronavirus ya se esté gestando: nunca antes hubo tantos dramaturgos escribiendo sobre el mismo tema a la vez. Jordi Casanovas, autor de Jauría, la aplaudida obra sobre el juicio a La Manada, lanzó la primera piedra en su perfil de Twitter: bajo el hastag #coronavirusplays, propuso la publicación en esa red de monólogos cortos sobre la pandemia e invitó a que los interpretasen actores en sus casas, los grabaran con sus móviles y los publicaran también. Hace apenas dos semanas de eso y van cerca de un centenar de textos y una decena de vídeos.
No sorprende que la idea partiera de Casanovas, el autor que en 2014 hizo despegar el teatro documental en España con Ruz-Bárcenas y cuyos textos suelen estar siempre muy pegados a la realidad. “La realidad se ha vuelto tan abrumadora, que es imposible no escribir sobre ella. Y además ha resultado ser muy distinta de lo que yo podía imaginar: uno se ve huyendo con las maletas ante una catástrofe, no encerrándose en casa”, reflexiona por teléfono. Él mismo inauguró la serie con un texto titulado Paranoia: una viajera se obsesiona en un tren porque ha oído toser al hombre del asiento contiguo y no sabe si se ha tapado la boca al hacerlo. Enseguida otros dramaturgos se sumaron con nuevas escenas. Una madre y una hija discuten por Skype durante el confinamiento (Marta Buchaca). Un hombre recuerda cómo de niño empezó a aficionarse a escribir imaginando las vidas de los vecinos que veía por la ventana (Guillem Clua). Una mujer recibe una llamada en la que le comunican que van a ingresar a su padre en un hospital (Denise Duncan). Un perro se escapa de casa en plena cuarentena (Daniel J. Meyer).
PARANOIA. #coronavirusplays pic.twitter.com/YPyin6McG4
— Jordi Casanovas (@Jordi_Casanovas) March 13, 2020
El conjunto conforma ya un fresco sobre la vida cotidiana durante la cuarenta: la omnipresencia de las telecomunicaciones, la difícil convivencia familiar, las tensiones vecinales, los aplausos en los balcones, las relaciones a distancia, la soledad. “Y también se pueden ver los vaivenes emocionales que estamos atravesando desde que empezó el estado de alarma. Desde el desconcierto inicial hasta la aceptación del confinamiento, angustia, esperanza, miedo... Casi podría adivinarse el día que están escritos”, comenta Casanovas. “Tampoco falta el humor. Quizá porque cuando la realidad es tan dramática, la comedia es la gran vía de escape”, apunta Clua, cuya obra Justícia se estaba representando en el Teatro Nacional de Cataluña cuando sobrevino su cierre. “La ficción en general es una ventana a la cordura. Y auguro que vamos a estar escribiendo de esto mucho tiempo. No tanto de lo que está pasando ahora, sino del mundo que va a dejar esta crisis”, añade.
A medida que se alarga el encierro surgen nuevas iniciativas de creación. La asociación de dramaturgos de Baleares se ha asociado con el Teatro Principal de Palma para escribir y grabar monólogos de tres minutos con el lema Teatro de contención. El laboratorio Canarias Escribe Teatro lanzó la semana pasada una convocatoria de escritura simultánea para crear durante una hora obras en torno a la palabra balcones. Y el director Adolfo Simón ha invitado a dramaturgos como Félix Estaire, Alfonso Plou, Pedro Manuel Víllora o Ignacio Escalada a escribir obras sobre la crisis del coronavirus para conformar después un espectáculo similar al que él mismo estrenó tras el atentado del 11-M en Madrid, Once voces contra la barbarie. “Igual que entonces, surge de una necesidad personal de ofrecer desde el teatro algunas respuestas sobre lo que estamos viviendo”, explica Simón.
También hay proyectos editoriales. El sello Ediciones Invasoras está preparando la publicación de un volumen de 30 piezas cortas bajo el título De los días sin abrazos en el que ya han confirmado su participación Itziar Pascual, Guillermo Heras, Ruth Vilar y Raúl Hernández Garrido, entre otros autores. Y la revista especializada Godot ha iniciado una serie titulada Coronavirus: ¿comedia o tragedia? en la se que han publicado por ahora tres piezas de Manuel Benito, Carlos Zamarriego y Laura Szwarc. “De momento, lo que sale no es ni una cosa ni la otra, más bien tragicomedia -comenta el director de la publicación, Álvaro Vicente-. Veremos cómo evoluciona. Y veremos también qué van a querer ver los espectadores después de esto. ¿Comedia o tragedia? ¿Pensar o evadirse?”.
Lecturas, podcasts, experiencias en directo y espectáculos en abierto
El Día Mundial del Teatro se celebra este año en Internet. Las redes sociales están ya cargadas de grabaciones de espectáculos pasados, propuestas para emprender nuevas creaciones, lecturas de obras, podcasts, charlas y encuentros virtuales. Y por supuesto, circula también el mensaje que cada año el Instituto Internacional del Teatro (ITI) encarga a un creador distinto para que sea leído antes de cada función en todos los rincones del planeta. Como todos los escenarios están cerrados, el ITI hace un llamamiento en su página web para que profesionales de las artes escénicas de todo el mundo se graben leyéndolo y les envíen el vídeo. El mensaje lo ha escrito este año el dramaturgo paquistaní Shahid Nadeem y en su último párrafo dice lo siguiente: “El teatro tiene un papel, un papel noble, el de energizar y movilizar a la humanidad para levantarse de su descenso al abismo”.
Muchas entidades escénicas españolas han organizado actividades online para celebrar este día. El Centro Dramático Nacional propone lecturas de obras, podcasts y el visionado de su mítica producción Urtain, que puede disfrutarse en su web con una presentación previa de su director, Andrés Lima. La Compañía Nacional de Teatro Clásico ofrece El médico de su honra en la versión que dirigió Adolfo Marsillach en 1995. Los Teatros del Canal de Madrid inauguran a las 18 horas en su perfil de Facebook una serie diaria de nuevas creaciones grabadas por diferentes artistas desde sus casas. El Teatro de la Abadía propone dos obras en directo en una plataforma interactiva con público limitado: Sea Wall a las 18:30 horas y Actress 2020 a las 20.30 horas. El Lliure de Barcelona ofrece ‘Jane Eyre: una autobiografia’ en su canal de Youtube.
Una iniciativa original es la del Festival de Teatro Clásico de Almagro. Bajo el título Lávate las manos con ‘La vida es sueño’ y con un soneto de Sor Juana, anima a grabarse lavándose las manos mientras se recita el final del soliloquio de Segismundo y unos versos de la autora novohispana para publicarlo en Instagram con la mención @festivaldealmagro) y usando la etiqueta #yomequedoencasa. El director del festival, Ignacio García, ya ha publicado el suyo.
Aparte de las instituciones públicas, muchas compañías privadas ofrecen también espectáculos. Entre ellas, Voadora, Club Caníbal, Yllana o Tricicle ofrecen en sus canales de Youtube o Vimeo lo mejor de su repertorio. Y la veterana La Zaranda ha rescatado (por petición de sus seguidores) una obra pertinente, El régimen del pienso, una distopía creada a partir de una epidemia porcina. “El teatro y el arte en general suelen ser proféticos. No era esa nuestra intención cuando estrenamos este espectáculo en 2012, lo único que pretendíamos era rebuscar en nuestro silencio para aportar algo sobre el ser humano. Y parece que algo quedó de aquello, puesto que ahora muchos nos han pedido verla en vídeo”, explica Francisco Sánchez, conocido como Paco de la Zaranda.
También Juan Mayorga escribió una obra inconscientemente profética en los años noventa, Angelus Novus, representada brevemente en 1999 y después en 2010. “Imaginé un mundo dominado por médicos en el que brotaba una enfermedad que se transmitía por la palabra. Cuando la escribí tenía en mente imágenes de pantallas que controlaban el calor de los cuerpos que había visto ya en algunos aeropuertos. Y también el relato del Gran Inquisidor de la novela Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, que plantea un dilema ahora muy vigente: ¿queremos entregar nuestra libertad a cambio de más seguridad?”, recuerda Mayorga.
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