Pintores irascibles contra el museo
La Fundación Juan March rememora con una exposición la protesta en 1950 de los expresionistas abstractos estadounidenses ante el Metropolitan de Nueva York
El Metropolitan de Nueva York anunció para diciembre de 1950 una exposición dedicada a la pintura dominante en Estados Unidos. Se titulaba American Painting Today: 1950 y las obras las elegía un jurado de convicciones convencionales que, como era previsible, iba a apostar sobre seguro. Por eso que llaman (y llamaban) obras “de museo”. El grupo de los expresionistas abstractos estadounidenses, excluidos de la selección, ya se movían con firmeza en los círculos vanguardistas y decidieron echar un pulso al Metropolitan con una carta contra el jurado.
El 22 de mayo de 1950, los 18 artistas firmantes vieron su escrito publicado en la primera página de The New York Times. Un día después, el New York Herald Tribune reproducía la misiva y bautizaba a los firmantes como “los 18 irascibles”. La revista Time dio la razón al museo, pero fue en Life, en su edición de enero de 1951, donde la protesta alcanzó su máxima dimensión con la publicación de la fotografía de la mayor parte del grupo (faltaron tres) en una imagen tomada por Nina Leen que se ha convertido en un icono de la historia del arte.
Sin respuesta
La Fundación Juan March reconstruye aquella histórica protesta en una exposición en la que se documenta la polémica junto a la obra de cada uno de los artistas protagonistas de la historia: Willem de Kooning, Jackson Pollock, Mark Rothko, Adolph Gottlieb, Barnett Newman, Clyfford Still, Robert Motherwell, William Baziotes, Theodoros Stamos, Ad Reinhardt, Hedda Sterne, James Brooks, Jimmy Ernst, Bradley Walker Tomlin, Richard Poussett-Dart, Hans Hofmann, Fritz Bultman y Weldon Kees. No consiguieron participar en aquella exposición ni siquiera tuvieron respuesta a su carta, pero todos ellos, salvo Kees, están hoy cumplidamente representados en las salas del Metropolitan.
La exposición, titulada Los irascibles: pintores contra el museo. Nueva York, 1950, se puede ver hasta el 7 de junio. La muestra ofrece al público una panorámica completa de uno de los grupos de artistas con mayor relevancia de la mitad del siglo XX y pone en relieve la honda complejidad del contexto del arte norteamericano de ese momento.
La sala documental tiene dos grandes fotografías enfrentadas. En un frente, la fachada del Metropolitan. En el otro, una reproducción de gran formato de la fotografía tomada por Nina Leen en la que se reconoce a Jackson Pollock cigarrillo en mano rodeado de sus colegas trajeados como ejecutivos. En lo alto, aupada sobre una silla, la única mujer del grupo, Hedda Sterne.
Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación, cuenta que se ha querido recuperar una de las principales batallas que los artistas han tenido contra los museos a lo largo de la historia. No es la única ni será la última, porque ahí están los impresionistas contra los jurados de los salones parisinos, The Ten contra el Whitney Museum o, ya en estos días, el desacuerdo de muchos performers que desaprueban como están representados en los museos de arte contemporáneo. “Kazimir Malévich decía que para que el arte fuera puro de verdad había que quemar las obras de los museos y junto a las cenizas poner la cartela de lo que habían sido”, explica Fontán. “En el otro extremo, tenemos a Duchamp, quien consideraba que si una obra no entraba en el museo, no era nada. La tensión entre museos y artistas es muy extensa”.
Las 18 pinturas expuestas en la segunda sala no estuvieron, obviamente en la famosa exposición del Metropolitan. Son préstamos de diferentes coleccionistas públicos y privados para mostrar la relevancia que adquirieron los expresionistas abstractos integrantes de la Escuela de Nueva York. “El paso del tiempo, único jurado real, consagró a la mayor parte de aquellos artistas. Los museos tienen que tener perspectiva, aunque los artistas entonces y ahora quieran entrar directamente en un museo. La relación será siempre incompleta e imperfecta. Como venía a decir Mijaíl Bajtín”, concluye Fontán, “la cultura griega hubiera sido perfecta si hubieran podido conocer el arte de los griegos”.
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